La estupidez del hombre

Realidad y ficción, simples coincidencias

La estupidez del hombre no es un título para denominar a la raza humana, sino que sus elementos son categóricamente intencionales, y me refiero al sexo masculino. Éste ha demostrado ser demasiado estúpido, aunque alguna maestra y amiga me pudiera reprochar que nunca nada es <<demasiado>>. Lo anterior me lleva a la siguiente interrogante: ¿somos realmente libres de tomar nuestras propias decisiones?

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El hombre se ha dedicado a construir barreras y obstáculos, no solo para dividir edificios o naciones, sino para imposibilitar la convivencia armónica entre las personas. Se ha esforzado, como si fuera un juramento digno de cumplir, en trabajar únicamente por sus intereses, con una conducta egoísta y narcisista. Ha creado dioses a su imagen y semejanza, para muestra basta leer la crueldad del Dios del antiguo testamento: un Dios que ordena imponer sus ideas, sobreponer al hombre sobre el resto de las especies; un Dios que ordena matar bebés, quemar ciudades, apedrear a mujeres y disminuirlas hasta calificarlas como objetos. Definitivamente esa no puede ser la descripción de Dios, pero sí la descripción de la avaricia, la envidia y el egoísmo.

El hombre como tal nunca actúa de manera individual, realiza alianzas con sus iguales, con aquellos que comparten sus intereses. Noam Chomsky reproduciendo las ideas de Adam Smith los llama “los amos de la humanidad, los dueños de la sociedad,”, a ese grupo de hombres y familias que sólo velan por sus intereses, que controlan y superponen su bienestar a la precariedad del resto de la humanidad.

Existen cuatro figuras creadas por el hombre que permiten y permitirán que ese grupo de personas conserven el control durante muchos años: una de las más poderosas es la iglesia, como institución representativa de la voluntad de Dios sigue conservando una considerable influencia en la sociedad, aunque sus tesis queden rebasadas y sus autoridades ilegitimadas. La segunda son los sistemas jurídicos, que no son nada más que mecanismos para proteger los intereses de los ricos y poderosos tal y como lo describe Weber. El tercero es el sistema político-electoral, que adopta una ilusión de democracia que condiciona el pensamiento de la sociedad para hacernos pensar que nuestra decadencia no es producto de los intereses de ese grupo de personas, sino de la buena o mala elección de nuestros gobernantes, y así vivimos creyendo que somos parcialmente culpables por los gobernantes que elegimos. En un sistema realmente democrático, tal y como lo explica Aristóteles y Chomsky, los  pobres son la mayoría, por consecuencia, su primera acción sería quitar las propiedades a los ricos; pero debido a que la democracia es una simple ilusión, crearon los sistemas jurídicos para protegerse de las mayorías pobres, que son los que tienen hambre y han sufrido la injusticia. Y el cuarto y más poderoso: “el sistema financiero”, que nos ha esclavizado al grado que todo el mercado y las finanzas, tanto públicas como privadas, dependen de unos cuantos. Somos tan dependientes de ellos que su fracaso implicaría  un desastre cruel para la sociedad. Si lo vemos como una enfermedad, el sistema financiero equivale a crear un cáncer que nos tortura pero no nos mata. Todo el engranaje de nuestras vidas está condicionado a las instituciones financieras, lo que garantiza a los dueños del sistema también ser los amos de nuestras vidas.

Ahora el valor de nuestro trabajo está depositado en una institución financiera. Los banqueros jamás perderán porque su relevancia es de tal magnitud para la vida cotidiana que no se puede permitir su caída. Todas las reformas fiscales van encaminadas en darle más poder a los bancos, nuestra vida y futuro depende de ellos.  Ese grupo de personas se está volviendo inmensamente rico a costa del trabajo y sudor de millones de mexicanos, y créame, no son las personas que amablemente nos saludan detrás de un cristal o aquellas que llenan los formularios para los préstamos.

El poder en sí, no reside ya en la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes, ni en manejar las áreas de gobierno; éstas se supeditan a formas más sutiles y complejas de control, que consisten en provocar que nuestra vida cotidiana dependa de condiciones ajenas a nuestra voluntad y deseo, o bien, que nuestras decisiones aparenten ser consecuencia de nuestro libre albedrio, cuando en realidad no lo son, como lo es todo el sistema financiero y de mercados; luego pues, la esclavitud adopta nuevas formas, pero al final del día, somos esclavos de nuestras propias ilusiones.

No cabe duda que la frase “ama a tu prójimo como a ti mismo”, es y seguirá siendo aplastada por una realidad fría y cruel, descrita por la famosa cita reproducida por Hobbes: el hombre es el lobo del hombre. 

Lo lamentable de todo esto, es que no habrá a quién reclamar cuando nos golpee de nuevo la crisis, porque los cajeros automáticos y las contestadoras no tiene la opción, si quiera, para mentarles la madre.

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