Miedo a reconocer ideas de otros

Caldero Político

El llamado “Síndrome de Procusto” es la incapacidad para reconocer como válidas importantes y viables las ideas de otros; es el miedo a ser superado profesionalmente por un subordinado o se caracteriza por la envidia que pueden asumir algunos gobernantes, jefes, directivos o mandos medios e intermedios para eludir su principal responsabilidad y tomar las decisiones más adecuadas; antes de afirmar su carácter abierto y plural, se dedican  a cercenar las iniciativas, aportaciones e ideas de aquellos que pueden dejarles en evidencia.

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Sí, ese es el Síndrome de Procusto, un nombre de origen mitológico que retrata una figura que suele observarse en entornos gubernamentales y laborales  resultando nefasta para cualquier organización o equipo, incluido el de mando directo en un engranaje de gobierno, las áreas de comunicación y las estructuras partidistas o de campaña electoral. La propia definición del síndrome de Procusto ya deja claras sus negativas consecuencias: “Aquel que corta la cabeza o los pies de quien sobresale”.

Se nos describe en la mitología griega que Procusto era un posadero que tenía su negocio en las colinas de Ática. Cuando un viajero solitario se alojaba allí, Procusto entraba por la noche en su habitación y le ataba las extremidades a las esquinas de la cama.

Entonces, había dos posibilidades. Si el viajero era más grande que la cama, Procusto le cortaba las extremidades que sobresalían (pies, brazos, cabeza…) para que ‘encajase’ exactamente en el lecho.

Si por el contrario era más pequeño, le ‘estiraba’ hasta descoyuntarlo para que se adaptase a la medida. De hecho, el verdadero nombre del posadero era Damastes. Procusto era su apodo ya que significa ‘el estirador’.

Lo cierto es que nadie se adaptaba inicialmente a la medida ya que, al parecer, Procusto tenía dos camas para esta tarea, una grande y otra pequeña, y asignaba una u otra habitación en función de la altura del huésped.

El héroe Teseo, en el último de sus trabajos, fue quien acabó con Procusto engañándole para que se tumbase en la cama, momento que aprovechó para atarle y aplicarle su propio ‘método’.

El lecho de Procusto

La literatura universal ha utilizado frecuentemente esta figura desde la antigua Grecia y muy pronto se aplicó a diferentes entornos como la familia, la empresa, la política…

Básicamente Procusto se ha convertido sinónimo de uniformidad y su síndrome define la intolerancia a la diferencia.

Así, cuando alguien quiere que todo se ajuste a lo que dice o piensa, lo que quiere es que todos se acuesten en el ‘Lecho de Procusto’.

¿Cree usted que en Nayarit hay quienes actúan o son como Procusto? ¿Le temen a tus ideas?

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