Según las profecías de los mejores analistas, estamos por ver de manera descarnada la lucha intestina el seno de Morena y sus aliados.
Andrés Manuel tiene los días contados.
Las cuentas regresivas en días, horas, minutos, segundos… pueden ser un paulatino paso hacia el final de algo y, en consecuencia natural, hacia un nuevo comienzo.
Hace unos días contamos las 12 campanadas para darle la bienvenida al naciente 2022, el cuarto año del desgobierno, el comienzo de la segunda mitad de un esfuerzo esmerado por desmantelar lo construido durante décadas, por millones de mexicanos, para tener equilibrios, para tener vida democrática, para convivir y crecer como país.
Han transcurrido 37 meses, restan 32, desde que la mal llamada 4T llegó al poder.
Ahora, con cada día que pasa, contamos para atrás y en descenso, y podemos preguntarnos: ¿ya pasó lo peor? Agárrense, porque lo emocionante apenas comienza.
Según las profecías de los mejores analistas, basados en datos duros, aunque sean otros datos, estamos por ver de manera descarnada la lucha intestina, una lucha intrauterina (para seguir con la analogía corporal) en el seno de Morena y sus aliados, entre las facciones de los gobernantes, entre la y los actores que luchan por suceder al único, al inigualable, al Gran Líder, cuya responsabilidad principal era reducir la pobreza, cambiar el régimen sin violencia (física y constitucional) y reproducir su triunfo.
Primera Profecía: sufrir el poder
AMLO no gozará el poder, sus cambios de estado de ánimo serán más frecuentes y los periodos de enojo serán mayores que los momentos felices. Si su medida del desarrollo es la felicidad, la de él irá en descenso.
Su momento de éxtasis será cuando el INE anuncie que la mayoría que se expresará en la consulta sobre la confirmación de su mandato diga que se quede, aunque no alcance el 40 por ciento para ser vinculante. He aquí una contradicción moral: la mayoría silenciosa, esa espiral del silencio que no se manifestará en las urnas, no dirá que se quede, que prosiga, que cumpla su periodo y el anhelo de terminar con la corrupción. Tendrá una negativa ficta.
Segunda Profecía: deslealtad
Los fieles se convierten, se transmutan, algunos sigilosos, otros estridentes, en infieles, en desleales deseosos de seguir en una parcela de poder a costa de engañar al Gran Líder, de traicionarlo con tal de mantenerse en el poder y prolongar su tiempo…
Cuando AMLO ya no esté o cuando observe “su legado” desde su rancho bien llamado, los infieles pretenderán seguir. Veamos unos ejemplos: Cuitláhuac García traiciona a AMLO cuando persigue ilegalmente a quienes piensan distinto, cuando encarcela a los disidentes, cuando tiene un gobierno corrupto y obliga al Presidente a salir a defenderlo, a dar la cara por él ¡contra otros morenistas! El tiempo nos dirá si el primer gobierno de Morena en Veracruz es peor que el de Duarte o sólo se le parecerá.
Otros ejemplos: Sheinbaum, nuestra regenta, lo traiciona cuando calla para mantenerlo contento; Monreal, él cree, lo traiciona cuando no calla; Sergio Gutiérrez Luna (el que quería encarcelar consejeros del INE, pero AMLO lo detuvo) traiciona con sus torpezas y su interés por llegar al gobierno de Veracruz, a costa de Nahle, y Rocío Nahle con sus otros datos para cumplir su capricho de Dos Bocas; Cuauhtémoc Blanco, otro impresentable que traiciona; el Doctor Muerte, López-Gatell, también lo traiciona al dejarse embelesar por las mieles del poder; ¿Delfina Gómez, del brazo de Higinio Martínez, lo traiciona al protagonizar La maestra corrupta? Alguna vez Pablo Gómez les dijo a los priistas en el Congreso: “Ustedes estuvieron 70 años, ahora nos toca a nosotros”. Los puros de Morena traicionan cuando atacan a los expriistas y exsalinistas del mismo partido, pero eso forma parte de otra profecía.
Tercera Profecía: correrá sangre guinda
La sangre roja brillante, casi escarlata, es la más oxigenada. La sangre azul es enferma, es la más contaminada por las mezclas entre la misma familia. La sangre guinda es producto de una transfusión porque todos los que la tienen provienen de un abanico de tipos de sangre, es una mezcla con escaso añejamiento. Veremos durante tres años correr ríos de sangre guinda. A saber:
Los autoconcebidos puros, auténticos morenistas, fundadores del movimiento, los que desde la segunda mitad del siglo 20 lucharon por las causas de una izquierda que ahora entierran, saben que su llegada al poder es gracias a un líder carismático, a un perseverante luchador que los representó en el PRD y en Morena, al Gran Líder. Pero saben también que para llegar al poder tuvieron que cargar con expriistas, con reaccionarios de partidos aliados, con lastres y rémoras de las que ahora deben desprenderse. De ahí los ataques a los moderados como Ricardo Monreal, a Marcelo Ebrard… Saben que para mantenerse deberán cometer parricidio. ¡Así de fuerte!
Morena fue un movimiento, un aparato de campaña convertido en partido naciente con problemas de partidos viejos: las disputas malogradas por las candidaturas. Vemos correr riachuelos de sangre guinda en los procesos internos de seis gubernaturas. El año entrante lo veremos igual en el Edomex (el PriMazo del Mazo debe poner a remojar sus barbas al ver las de Omar Fayad) y en Coahuila; la derrama vendrá en el 24.
La sangre guinda correrá por los ríos que marcan el territorio de la disputa por el poder político entre los integrantes del grupo en el poder. Queriendo prolongar su permanencia más allá de los tiempos del Gran Líder, debilitarán al movimiento con más fuerza que la de los opositores (PAN, PRI, PRD), precipitarán la caída, tardía o temprana, y serán la ocasión de lo mismo que acusan.
Si una escena pudiera sintetizar la lucha al seno de Morena y sus gobiernos sería la de la Boda Roja en “Game of Thrones”, ¿a poco no?
Ahora bien, si se cumplen estas profecías, que sólo son eso, el legado de AMLO no será el del cambio sin ruptura, sino el de la ruptura sin cambio y lo estará observando desde su rancho.