Los tiburones pueden ser unos depredadores temibles, pero tienen una simple debilidad: la mayoría no puede tolerar el agua dulce. Y es que, aunque alrededor del 40% de los peces óseos viven en agua dulce, sólo el 5% de los elasmobranquios (la familia de los tiburones) es capar de sobrellevar esta hazaña.
El agua dulce deshidrata a los tiburones, embota sus sentidos, pone en peligro su reproducción y también hace que se hundan, según un estudio publicado Biology of Experimental así lo publica Science.
A diferencia de peces más evolucionados, con mayor capacidad de respiración, los elasmobranquios cuentan sólo con su hígado graso como dispositivo de flotación. Para confirmarlo, los investigadores imitaron la mecánica nadadora de un tiburón toro, una especie que vive a tiempo parcial en los ríos. A raíz de este experimento, calcularon que, debido a esta pérdida de flotabilidad, el tiburón debe gastar alrededor de 50% más de energía en la elevación a la superficie una vez que abandona el océano.
Los investigadores descubrieron que estas especies que también llegan al agua dulce podrían engordar hasta llevar a su hígado al máximo fisiológico y así poder flotar mejor. Sin embargo, este lastre de peso les hace ser unos cazadores mucho menos eficientes bajo la superficie marina.
Las nuevas investigaciones surgidas en torno a dos elasmobranquios de agua dulce habitantes del río Fitzroy, en Australia Occidental, ha respaldado estas conclusiones.
Por otro lado, los fósiles estudiados al respecto sugieren que los tiburones de agua dulce fueron cada vez más comunes, pero los expertos señalan que se necesitan más investigaciones para determinar si fueron los problemas de flotación u otros factores distintos los que finalmente llevaron a los tiburones al mar.