Pero los hechos de Jalisco, y venimos hablando del tema desde hace ya varios meses, también han puesto de manifiesto algo que no habíamos visto en los últimos tiempos. Al ponerse en operación el llamado Operativo Jalisco vimos algo que se repetía el sexenio pasado y que en éste se presumía que ya no ocurría: falta de coordinación; desconfianza recíproca entre autoridades locales y federales; pérdida del factor sorpresa y filtración de información. Todo eso enmarcado en la lucha de un grupo criminal dispuesto a “defender” a como dé lugar su territorio.
Hace algunas semanas, cuando estos mismos grupos emboscaron y mataron a varios policías federales (y luego repitieron el ataque contra policías estatales), porque habían detenido a un jefe de plaza de nivel local, nos preguntábamos hasta dónde llegaría la respuesta del CJNG frente a un golpe real si, ante un golpe menor, reaccionaban con tanta violencia. Ahora lo sabemos: no han dudado en derribar con armas de altísimo calibre un helicóptero artillado de la Marina de México y desatar bloqueos y ataques a objetivos de seguridad y económicos en Guadalajara, en Puerto Vallarta, en Colima, en Guanajuato y en Michoacán.
Y todo eso ante un frente que, evidentemente, no está unido entre las autoridades de todos los niveles. Todo eso se reflejó en las declaraciones del fiscal tapatío Luis Nájera, de alguna forma responsabilizando al propio operativo de los hechos de violencia, dando a entender que ellos no tenían información del mismo e incluso subestimando los hechos porque, “a diferencia, dijo, de los del 2011 cuando los bloqueos fueron para infundir miedo a la población ahora sólo fueron para llamar la atención” (sic). Esa falta de coordinación se refleja en la evidente desconfianza de las autoridades federales hacia el fiscal estatal; en la reacción de otros estados, como Guanajuato que, en lugar de asumir su responsabilidad en el tema, lo primero que piden es que se cierren las fronteras con Jalisco. Pero también en un hecho que ha pasado desapercibido y que, como casualidad es demasiada: como aquí escribimos, unos pocos días antes del inicio del operativo, un juez de Jalisco decidió poner en libertad a 14 sicarios detenidos en la frontera con Guanajuato, en 2009, con un arsenal y drogas pertenecientes al cártel del Golfo, ahora aliados al cártel de Sinaloa y al CJNG. Fue el mismo juez que les había aplicado duras penas el que decidió, repentinamente, que debían ser dejados en libertad porque había habido fallas procesales, ya que uno de los detenidos, presuntamente, fue golpeado al momento de su detención. ¿Dónde está el sentido común, la colaboración entre autoridades?
El tema da para la reflexión, más allá de lo inconcebible que pueden resultar algunas imágenes de virtual guerra urbana, en una de las tres ciudades más importantes del país. Sobre lo sucedido el fin de semana pasado se ha escrito y dicho demasiado.
El muy respetado Héctor Aguilar Camín concluye que mientras se persiga con violencia al crimen organizado la respuesta será violenta. Parece una verdad obvia, porque uno no puede más que preguntarse cómo se persigue a un grupo criminal que está controlando amplias zonas de una entidad, y que lo hace con base en la fuerza y la violencia. Me recuerda una escena de la película Manhattan de Woody Allen, cuando un grupo de artistas e intelectuales debaten sobre qué hacer ante una manifestación nazi que se realizará en Central Park y la propuesta de muchos de ellos es publicar un desplegado o pedirle a alguien que escribiera un texto en mofa en el New York Times. Allen dice que lo que se necesitan son bates de beisbol, que los nazis entienden mucho mejor los argumentos si la gente usa bates de beisbol.
No nos engañemos: es importante, por ejemplo, tener la suficiente sensibilidad como para evitar no golpear a la familia directa de un jefe de cártel si ésta no es parte directa del negocio (como bien sucedió cuando se detuvo al Chapo); es importante tratar de no utilizar fuego indiscriminado en los operativos; es clave realizar todas las acciones de inteligencia necesarias para reducir al mínimo los enfrentamientos. En el terreno teórico, como vienen insistiendo Aguilar Camín, Castañeda y otros, se deben debatir los beneficios o perjuicios de la legalización de las drogas. Pero hay ocasiones en que lo único que se puede utilizar, ante estos grupos, es el bate de beisbol. Pero hay que hacerlo bien y en forma coordinada.