Los que vivimos la época no podemos olvidar ese Tepic bullicioso, próspero en la economía, y sobre todo, alegre. Muy alegre. Los profesores combinaban las clases con las fiestas. Con las reuniones de los de cada estado del país. Se efectuaban celebraciones de inicio de cursos, y sobre todo, los de clausura, que eran verdaderamente unas pachangas tan eufóricas como sanas y divertidas.
Venían, también, y es de resaltar, los mejores académicos del país. Maestros de maestros. De manera que la educación no menguaba en relación a la alegría de vivir de los alumnos normalistas.
Tepic no tenía infraestructura hotelera
El número de maestros que llegaban a Tepic esos meses de julio y agosto de la década del setenta y gran parte del ochenta, aumentaba de tal modo que la hotelería fue insuficiente. Se tuvo que improvisar el tema de los albergues gratuitos, y la “asistencia de dormitorios y alimentos” que en muchas casas particulares de esta capital nayarita comenzaron a ofrecer a precios módicos.
Para muchos tepicenses la llegada de los maestros significaba un ingreso extra. Aunque no fuera por puro negocio, las familias se hacían amigos de los profes, y cada año era tradición recibir a los mismos maestros hasta que finalizaban su especialidad. Cabe hacer mención que también hubo presencia de género femenino. Muchas maestras adornaban la vida cotidiana en Tepic. Eran tiempos de viajar en los camiones urbanos que aquí les decíamos “circuitos”, y los visitantes usaban este transporte para estar a tiempo, muy de mañana, en las instalaciones de la Normal Superior en la Ciudad de la Cultura.
Los albergues gratuitos que más se recuerdan fueron en los primeros años, en el Internado “Juan Escutia” por la avenida Juárez. Al ser insuficiente el cupo, se improvisó otro asilamiento en la escuela secundaria federal de Veracruz y Eulogio Parra. Poco después hasta en la UAN. Aún se recuerda con claridad cómo los maestros que pernoctaban en talleres y aulas, durante el día lavaban su ropa y la tendían en los patios.
Por deducción lógica, los restaurantes no daban abasto. De manera que los maestros-alumnos se cocinaban sus alimentos en los albergues, o bien, trataban con amas de casa que les asistían económicamente en las comidas.
En esos julios y agostos la economía comercial, (dinero circulante), se dejaba notar con mucha acentuación, sobre todo en hospedajes, alimentos, y transportes. Pero también se alivianaban otros rubros como el de diversión. Se viajaba a las playas y a la laguna de Santa María del Oro. Gran parte de maestros, sobre todo los que venían de estados fronterizos, traían sus carros, (algunos los vendían aquí), de modo que se gastaba también en gasolinas, cuando las estaciones expendedoras eran pocas e insuficientes.
La vida nocturna era también un modo de pasar el tiempo. Había efervescencia por las “discos” y centros nocturnos. Los maestros eran gente muy disciplinada, aun a pesar de que disfrutaban también el periodo de verano. Había correcto orden en sus correrías por los bares de ese tiempo. No se abusaba de ellos porque simple y sencillamente derramaban sus ahorros en beneficio de los prestadores de servicios locales, y la policía, lejos de hostigarlos, los protegía y auxiliaba.
El draft de las permutas
En varios puntos de Tepic, postes, muros, fachadas, incluso en anuncios de ocasión, se ofrecían “permutas” de plazas entre normalistas básicos, rurales, o educadoras. Los de Colima solicitaban en Durango. Los de Mexicali en Aguascalientes. Etcétera. Era una especie de Draft de plazas de maestros. Tepic se convertía en la sede de una Miniolimpiada Educativa. Todo ello avalado por la Secretaría de Educación Pública, y por el Sindicato Magisterial.
Los eventos de fin de cursos y las fiestas de despedida
Curiosamente, lo que más se recuerda de aquellos ayeres, son los eventos de fin de cursos de cada especialidad. Se diplomaba a los que ya habían completado la carrera y se entregaban las constancias a quienes pasaban de grado, incluso a aquellos que tendrían qué hacer exámenes extraordinarios. Para este tipo de actividades existían el teatro del IMSS, el Cine Teatro “Amado Nervo”, o el Teatro Presidente Miguel Alemán. Cuando ni así eran suficientes los foros, era en los mismos planteles de clases en donde se desarrollaban los protocolos.
Después venían las fiestas. Qué bárbaro. Por cada especialidad, por cada estado o ciudad, o hasta por los graduados que ya no regresarían a la Normal, cualquier pretexto era el mejor para la celebración con bailes exageradamente llenos de algarabía, sobre todo los de Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Baja California y Durango. Imagínense ustedes un baile por cada grupo de cada especialidad, de cada uno de los 25 estados del país. No cabía en Tepic tanta alegría, tanta música, tanto baile.
Eran las dos últimas semanas de agosto las que se aprovechaban para el jolgorio, (que como he dicho, siempre sano). A algunos- en ese tiempo jóvenes tepicenses-, nos tocaba participar de las pachangas. O nos invitaban o llegábamos. Los maestros agotaban la capacidad de los casinos o salones, pudiéndose improvisar hasta lotes baldíos o cocheras para la realización de los bailes.
Se contrataban músicos de esta ciudad desde un mes antes. Tenían que traerlos desde la costa de Nayarit o desde Ixtlán, Xalisco, San Cayetano o Compostela, en donde hubiera grupos u orquestas que amenizaran los festejos. Incluso alguna vez, y quizá en varias ocasiones, se contrataron músicas de banda tipo sinaloense procedentes de poblaciones como Rosario, Villa Unión y la propia Mazatlán, en el vecino estado del norte.
En fin, fue una etapa que no debemos olvidar en Tepic. Los profes nos traían bullicio, comercio, dinámica social. Nunca que me acuerde llegaron a la nota roja. Al contrario, de aquí operaban programas didácticos que aún integran la educación pública del país. Aquí incluso hubo congresos sindicales de resonantes debates.
A finales de la década del ochenta la Normal Superior ya había regionalizado sus sedes, debido a la implicación de gastos y tiempo de viaje de los maestros. De manera que fue reduciéndose el número de visitantes a Tepic en el periodo vacacional de verano.
Los tepicenses hemos ido pasando de haber sido muy buenos anfitriones a ser desagradecidos e ingratos. Pero la ciudad de Tepic sí recuerda esos tiempos con nostalgia y romanticismo. Algún día, Tepic recobrará su memoria histórica, y hablará por los suyos. Y a aquellos visitantes de verano que se graduaron en la Normal Superior de Nayarit, maestras y maestros que nos recuerdan con su cariño y alegría, les debemos una mano diciéndoles adiós y muchas gracias.