Una bomba colocada en uno de los santuarios más conocidos de la capital de Tailandia acabó con la vida de 19 personas, incluidos tres turistas extranjeros, e hirió a otras 123, en un ataque que el gobierno calificó como un intento por destruir la economía.
Las fuerzas tailandesas están combatiendo a un pequeño grupo de insurgentes musulmanes en el sur de un país predominantemente budista, pero los rebeldes rara vez han lanzado ataques fuera del feudo en que vive su etnia malaya.
“Los responsables intentaban destruir la economía y el turismo, porque el incidente ocurrió en el corazón del distrito turístico”, dijo el ministro de Defensa, Prawit Wongsuwan.
El jefe de la policía nacional, Somyot Poompanmuang, dijo a periodistas que el ataque no tiene precedentes en Tailandia.
“Fue una bomba casera”, dijo Somyot. “Fue colocada en el interior del santuario de Erawan”.
El templo, que está en una esquina muy transitada cerca de los mejores hoteles, centros comerciales, oficinas y un hospital, es una importante atracción turística, especialmente para los visitantes de Asia Oriental. Muchos tailandeses rezan también allí.
El gobierno anunció la creación de una “oficina de guerra” para coordinar la respuesta al atentado, informó el canal de televisión Nation, que citó al primer ministro, Prayuth Chan-ocha.
Las autoridades aumentaron los registros de seguridad en algunas de las principales intersecciones y en zonas turísticas. El tren elevado de la ciudad, que pasa por encima del lugar del atentado, opera con normalidad.
Si bien las sospechas iniciales podrían recaer sobre los separatistas musulmanes del sur, Tailandia lleva una década de intensas y, a veces, violentas luchas por el poder entre facciones políticas en Bangkok.
Pequeñas explosiones ocasionales han sido atribuidas a una u otra parte. Dos artefactos caseros estallaron dentro de un centro comercial de lujo en la misma zona en febrero, causando pocos daños.