Véritas Liberabit Vos
El primer acontecimiento que marcó la pauta para la finalización del conflicto fue la toma de Ciudad Juárez por las huestes de Pascual Orozco después de varios días de combate en aquella Ciudad ciudad que por su ubicación geográfica y las situaciones contextuales del momento se convertía en una plaza por demás significativa para las huestes revolucionarias y un mensaje muy poco favorable para las tropas federales a las órdenes de Porfirio Díaz.
Y es que aunque en su estrategia Madero concebía más una lucha por los rumbos del sur del país, sus generales Villa y Orozco apostaban más por las regiones del norte, territorios por ellos conocidos donde se movían a sus anchas y conocían la entraña misma de la sierra, así que esa batalla iniciada un ocho de mayo, culminó a los dos días con la rendición del General Juan N. Navarro quién capituló a manos de los revolucionarios dejando así un mensaje al Presidente Díaz de que quedaba vedada ya una importante región para el paso de armamento, municiones o cualquier tipo de apoyo, era un mensaje claro que ya el poderoso país vecino del Norte hacía mutis ante el inminente triunfo opositor.
Ya la singular entrevista que había tenido con el periodista norteamericano James Creelman en 1908, donde decía que ya el pueblo de México estaba listo para decidir su vida y destino político, había incentivado la actividad de las distintas fuerzas opositoras con la venia del país de las barras y las estrellas, ahora a casi tres años de distancia la caída de una ciudad colindante con Estados Unidos potencializaba la toma de una decisión mayor.
Así el 21 de mayo con la anuencia de Porfirio Díaz en una expresión concreta argumentando el que se evitara mayor derramamiento de sangre, son firmados los Tratados de Ciudad Juárez, entre Madero y Díaz donde se comprometen a dar punto final a las luchas del bando revolucionario como del federal, tomando la decisión de que tanto el Presidente Díaz como el vicepresidente Ramón Corral dejarían su cargo estableciendo un interinato encabezado por Francisco León de la Barra.
En este documento no se estipulaba más sobre los puntos sociales contenidos en el documento signado por Madero y que fue el detonante de la lucha revolucionaria, se centró específicamente en la transición de poder, situación que fue cumplida cabalmente por el Presidente Díaz quién junto a su familia abandonó el lugar que por más de treinta años ocupó y una madrugada fría del 26 de mayo de 1911 abordó uno de esos trenes que durante su mandato promovió en todo el territorio y escoltado por un leal general llamado Victoriano Huerta tomando camino hacia Veracruz donde tenía la idea de abordar un buque alemán que lo trasladaría a su destierro en París, sin embargo el viaje fue muy turbulento ya que cerca de Perote la comitiva fue atacada por una gavilla de asaltantes, que fueron repelidos en forma heroica por la guardia que lo custodiaba, llegando a su destino donde fue despedido con honores al abordar el buque Ypiranga que lo vio alejarse del bello puerto un 31 de mayo para ya no volverlo a ver regresar hasta la fecha, ya que sus restos siguen reposando por aquellas tierras francesas muy lejos de los campos que lo vieron gobernar y ser protagonista de una era muy importante para la nación donde se sentaron bases necesarias para el desarrollo político y social.
Claro ya México necesitaba que fluyera savia nueva por sus venas, y el movimiento revolucionario vino a traer esa esencia de cambio que se requería en un México que despertaba a un nuevo siglo, siglo que marco una pauta ideológica y política durante toda su primera mitad de existencia, donde fue La Revolución Mexicana el primer atisbo de estos aires de cambio, que trajeron una nueva Constitución, y una forma democrática de Gobierno.
Así que el mes de mayo viene a ser el mes complementario de nuestra lucha revolucionaria, si noviembre fue la mecha que inició el combate, mayo corresponde a su culminación, La Toma de Ciudad Juárez, la firma de los Acuerdos el mismo nombre, la renuncia de Díaz y su salida del país cierran un capítulo en la Historia Patria que queda grabado en aquellas célebres palabras expresadas por Don Chucho Flores (Fernando Soler) a Don Susanito Peñafiel y Somellera (Joaquín Pardavé) en la bella película “México de mis Recuerdos” al decir con voz entrecortada “ Se nos va, Don Susanito, se nos va” y Don Porfirio garbosamente se despedía del México de sus recuerdos.