1.- Sobre el templo de la Cruz de Zacate de Tepic, Nayarit
En la ciudad de Tepic, es muy común oír hablar sobre los milagros que le ha regalado a la población la famosa Cruz de Zacate, que se localiza en el templo del mismo nombre, y que es una visita obligada, seas creyente o simple turista.
Cuenta la leyenda que en 1619, el cronista Domingo Lázaro de Arregui, quien fue vecino y cura de aquí, consignó que Tepic tenía 56 habitantes, de los cuales 40 eran indígenas y 16 españoles; se dedicaban al acarreo de sal en recuas de mulas y todos ellos eran muy pobres.
Además, estos tepiqueños se consideraban los súbditos más leales del reino, y por esa declarada lealtad habían solicitado al rey los exceptuara del pago de tributos, ya que, alegaban, debido a su significativa “lealtad y obediencia” eran dignos de mejor suerte.
En ese año, un acontecimiento cambió la vida de aquellos habitantes: un vecino del pueblo encontró una cruz dibujada en el suelo y cubierta de zacate; Arregui es el primero en proporcionar la noticia:
“…entre el pueblo de Tepic y Xalisco, como dos o tres tiros de arcabuz hacia la serranía que llaman Xalisco (cerro de san juan), el año de seiscientos diez y nueve, andando un mozo arreando una bestias se le pasó la yegua en que iba corriendo y no quiso pasar, y reparando él después de haberla dado de las espuelas y hecho otras diligencias para que pasase, vio en el suelo una señal de una cruz en esta manera, que un pedacillo del campo como de diez o doce varas de ámbito en la tierra, estando algo más esponjadita se levantaba más que lo a ella vecino, había diferencia en la yerba a los demás de aquellos campos, porque siendo ella toda muy alta y espesa, esta era menuda, corta y clarisespesa, y crespa, y divisa en cuatro ángulos por dos vereditas muy limpias que hacían una cruz muy proporcional de casi tres varas cada vereda de largo y de más de una vara de ancho; y en lo que parecía la cabeza de la cruz hacía más ancha vereda, ni más ni menos como el letrero que se pone sobre las cruces”.
Domingo Lázaro de Arregui relató también que el mozo dio aviso a las autoridades civiles y eclesiásticas, así como al corto vecindario, para dar fe del hallazgo, y algunas vecinas comenzaron a recoger de aquel verde zacate y aplicarlo en bebidas para encontrar el alivio a sus viejos males, mientras que la tierra donde había nacido se la aplicaban para aliviar otros padecimientos físicos, por lo que al recobrar la salud señalaron a la cruz de zacate como una manifestación divina capaz de realizar milagros.
Aquel piadoso vecindario construyó una ramada provisional y cercó la milagrosa señal, celebrándose una misa religiosa como acción de gracias; la noticia de este hallazgo se esparció por todo el valle de Matatipac, y la aparición de aquella milagrosa cruz fue considerada una bendición, y “con ella buenos sucesos con que corre nombre que hace milagros; y lo que palpablemente lo parece es que todos los días sacan tierra, y deben de haber sacado en veces muchas cargas, y no hace falta en la composición del lugar ni se parece más que si no sacaran”.
Domingo Lázaro de Arregui investigó entre los vecinos más viejos de Tepic, para ver si sabían que en aquel sitio existía ya una cruz de zacate, y la persona más anciana le comentó que nunca se había sabido de la existencia de aquella cruz, por lo que Arregui concluyó en su escrito que “ella está tan bien señalada que mueve a devoción mirarla”.
Lo milagroso de ella, es que se dice que jamás se le ha dado mantenimiento ni en tiempos de lluvias ni en tiempo de secas, ni en tiempos de fuertes fríos. Por eso se le visita, por curiosidad o culto. (Con apuntes de Alejandra Yépiz)
2.- Una curiosa lista de vecinos de Tepic, cuando Beltrán Nuño de Guzmán la llamaba Villa del Espíritu Santo
POR ALLÁ DEL 1530, BELTRÁN NUÑO DE GUZMÁN, CONQUISTADOR DEL OCCIDENTE DE LA NUEVA ESPAÑA, LLEGABA A TIERRAS DE TEPIC PARA DAR VECINDAD A ÉSTOS EUROPEOS.
FUENTE: CRÓNICA MISCELÁNEA DE LA PROVINCIA DE XALISCO POR EL PADRE FRAY ANTONIO TELLO:
“Fueron, pues, los primeros vecinos de Compostela, los siguientes: El capitán D.
Cristóbal de Oñate, de los condes de Oñate en Vizcaya; el capitán D. Juan de
Villalva, de Vitoria; Alonso de Castañeda, montañés; Juan de Samaniego, de la Guardia de Logroño; Álvaro de Bracamonte, de Paladinos de Ávila; Alonso López
y su padre, de Zafra; Juan de Arce, montañés; Bartolomé Pérez y su hijo Rodrigo
estremeños, Domingo de Arteaga, vizcaíno; Pedro Ruiz de Haro, de Peñaranda;
Mateo Pascual, castellano viejo; Tomás Gil, castellano viejo; Andrés Lorenzo,
castellano viejo; Mateo Sánchez, castellano viejo; Alonso Álvarez de Espinosa, de
Medellín; D. Álvaro de Bracamonte, D. Francisco de Peña, el contador D. Diego
Arias Navarrete, D. Juan de Bracamonte, D. Pedro de Bracamonte, D. Fernando
Tovar, Juan Ruiz, de Torre Milano y Pedroche; Alonso Valiente, castellano viejo;
Juan Flamenco, Alonso Lúcas, Luis Alonso Chacón, sevillano; el tesorero Pedro
Gómez de Contreras, de Pedroche; Francisco de Estrada, de Santo Domingo de la
Calzada; Juan Sánchez de la Torre, de Almedranejo; Juan Royon, portugués;
Gerónimo Pérez de Arciniega, vizcaíno; Diego de Villegas, estremeño; Juan
Pérez, de Colio; D. Álvaro de Tovar, de la casa del duque de Lerma; Manuel
Fernández de Hijar, de la casa de Aragón; Francisco Balbuena de Estrada,
Rodrigo de Carbajal Ulloa, Francisco de Torquemada, Marcos de Carmona,
Alonso Pérez, Martín de Rentería, Diego López Altopica, Diego de Villegas,
Antonio Ruiz Benavente Maldonado, Fernando de Haro, Gerónimo de Orozco,
Pedro de Brizuela, Alonso de Roa, Pedro Arias de Bustos, Alonso de la Puebla:
señor cura señaló D. Nuño de Guzmán al Lic. D. Miguel de Lozano”.