Véritas Liberabit Vos
Los visos marcados por el futuro Presidente en lo que a su política exterior se refiere develan una oportunidad ideal que encamine a ese país asiático para apuntalar un liderazgo en la órbita mundial ante la postura pragmática que ha asumido Trump en temas tan importantes como el cambio climático, los tratados comerciales, el control nuclear o la carrera inter espacial.
Si bien es cierto que desde su campaña Trump ha atacado a diestra y siniestra a varias naciones emitido exabruptos, condenas y dictámenes como las expresadas contra los mexicanos sobre la construcción del muro fronterizo o la revisión o anulación del Tratado Trilateral de Libre Comercio (NAFTA), contra Hillary R. Clinton y el partido Demócrata, de igual forma sobre China llegó a mencionar frases totalmente duras como el de ser un país que se dedica a “tomar nuestros puestos de trabajo y tomar nuestro dinero”, ha acusado a Beijín de manipular su moneda para hacer exportaciones más competitivas, de controlar a Corea del Norte para ataques informáticos hacia Estados Unidos, así como la intención de imponer altos aranceles a las importaciones chinas, amén de la ya por sí criticada llamada de felicitación que recibió por parte de la Presidenta taiwanesa Tsai Ing -Wen el pasado 2 de diciembre y que abrió la puerta a un cúmulo de críticas por parte de la diplomacia china que primero tomó como una “chamaqueada” como lo diríamos en México hacia un inexperto futuro Presidente por parte de la dirigente taiwanesa, pero que posteriormente fue aderezada con los comentarios de su consultor económico que en pocas palabras dio a entender que no le importaba en nada lo que pensaran los Chinos al respecto, sabiendo o no que desde 1979 ningún mandatario estadounidense había tenido tratos directos con Taiwán reconociendo totalmente a la República Popular China, la situación no se detuvo ahí ya al poco tiempo les aumento la resaca al manifestarse en contra de negociar con “Una Sola China” en franca alusión al reconocimiento de la China Continental y la Isla de Taiwán dando así un giro al status quo imperante con gobiernos predecesores.
Sin duda toda esta carga de epítetos jamás habían sido dichas por un dignatario norteamericano desde que el 21 de febrero de 1972 Richard Nixon visitara a Mao Xedong en Beijín abriendo así la ruta para que después de la consolidación en el poder del bloque comunista la República Popular China y Estados Unidos convirtieran su relación comercial en la segunda más grande del mundo, siendo ahora los principales socios comerciales con intereses comunes en cuanto a la prevención y supresión del terrorismo, la proliferación nuclear y la lucha contra el cambio climático; uno conformando la economía más grande del mundo con la tercera población del orbe y China la segunda economía en poder y la primera en población mundial, correspondiendo a ambos ser los mayores consumidores de petróleo y de vehículos; posición que se ha ido hilando a través de todos los gobiernos posteriores a Nixon y que tal vez sea con Obama que se ha llegado al nivel más bajo de relación pero que en ningún momento deja de significar la preponderancia en esta importante zona donde Washington es el principal mediador.
Sin embargo algunas acciones de Trump han sorprendido a la clase política al afirmar que se saldrá del Tratado de Colaboración Transpacífica (TPP) una anfictionía de 12 países (incluido México) donde a pesar de la importancia no aparecía entre ellos China, claro mensaje de la égida de Estados Unidos que le restaba liderazgo al país asiático, esta unión representaba un no despreciable 40% de la economía mundial con implicaciones muy decisivas en lo que respecta a medio ambiente así como condiciones legales y patrimoniales referente a lo laboral, y que por razones particulares echó abajo Trump y como en poder no hay vacíos, este será ocupado de inmediato por el (RCEP) qué es la Asociación Económica Regional Amplia encabezada lógicamente por China.
Lo mismo ocurrirá con el desconocimiento que desea realizar de los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático al cual al parecer Trump lo toma como una simple charada o un concepto que no amerita la implementación de esfuerzos mayores ya que a su sentir es un fantasma que intenta inhibir a la industria pesada tan mencionada y promovida por él.
Es indudable que lo anterior unido a la desconfianza ya manifestada hacia la OTAN organización por antonomasia regida y dominada por los Estados Unidos junto al ya evidente flirteo que ha tenido con su homólogo Vladimir Putin, hacen pensar que uno de los más beneficiados ante este panorama es indudablemente China, sin embargo todo esto son solo aproximaciones de una realidad deductiva coligada por las acciones que se han reafirmado desde el 8 de noviembre en que aún el mundo tal vez no salga de su asombro y las consecuencias de la llegada a la Casa Blanca sean aún un enigma.
No queda más que parafrasear a Julio César cuando después de muchas vacilaciones se decidió atravesar con su ejército el Rubicón: “Alea iacta est” (La suerte está echada).