Véritas Liberabit Vos
Justo este día en que el Secretario de Relaciones Exteriores de nuestro país Luis Videgaray Caso y su equipo tendrán el primer acercamiento con sus homólogos estadounidenses recién llegados a la Casa Blanca resuena con más intensidad lo que significan estas palabras contenidas en la anterior frase y que encierran lo que nuestro país vivió desde los remotos años de su vida independiente.
Tal como lo llegó a expresar el ilustre historiador Don Manuel Vargas, cuando México nació como país en 1821, ya para ese entonces nuestro vecino había superado por mucho su mayoría de edad y para nada fue ajeno a las luchas de emancipación de Europa que llevaron todos los pueblos de Latinoamérica, pero especialmente hacia México de quién ya conocía sus vastas riquezas petroleras que se ubicaban en las regiones de Texas y los ricos y fértiles campos de la Alta California por solo enumerar algunos de ellos.
Importante misión inició con el primer embajador norteamericano Joel R. Poinsett, quién desde el principio buscaba que no se estableciera la misma línea fronteriza de la Colonia, y buscar así anexionarse los estados del norte, así que empezó a hilar fino aprovechando la inexperiencia política y la buena fe de muchos nacionales para crear por medio de las logias la división entre liberales y conservadores situación que durante todo el siglo XIX fue causal de luchas y guerras intestinas que generó una inestabilidad general causal principal como diría el refrán “que a río revuelto…” la ganancia principal fue para los Estados Unidos.
Por ello no es de extrañarnos que ya para 1836 a menos de 15 años como país independiente ya el Estado de Texas era una estrella más de la bandera norteamericana, a causa de una serie de lamentables hechos desafortunados como fueron las erráticas decisiones del General Antonio López de Santa Anna y el descuido general que el gobierno del centro tuvo hacia las regiones apartadas hacia el Norte.
Diez años después otra desigual Guerra con nuestros vecinos, fundamentas en razones por demás insulsas y enfrentadas ante un ejército dividido por las pugnas internas, no sin antes pasar por episodios llenos de gloria como la defensa heroica del Castillo de Chapultepec donde la sangre vertida por el arrojo y valentía de unos jóvenes cadetes no fue suficiente para contener el embate de un poder que venía por los 2 400 000 kilómetros cuadrados con el que se cerró el Tratado llamado de Guadalupe Hidalgo ( firmado en 1848), y que tanto ha significado para nuestro país.
No conforme a ello en 1853 se dio la venta del territorio conocido como La Mesilla ubicado en el actual sur de Arizona y el suroeste de Nuevo México, una extensión de 110 000 kilómetros cuadrados que fue signado por el Presidente Santa Anna y su homólogo Franklin Pierce, en otro de los hechos trágicos e inenarrables de nuestra historia.
Podríase pensar que aquí culminan los hechos que marcaron nuestra relación con el país vecino en el siglo antepasado, sin embargo es de mencionar lo que al calor de la Guerra de Reforma fue conocido como el Tratado Mac Lane Ocampo, un ventajoso acuerdo donde se concedía a Estados Unidos derecho de paso por tres rutas entre ellas el codiciado paso por el Istmo de Tehuantepec, que si bien fue firmado para beneficio de los liberales, este no pudo llevarse a cabo entre otras cosas para no dar más poder a los Estados sureños que participaban en la Guerra de Secesión.
Esta es una muestra decimonónica de lo que fue nuestro despertar como nación independiente teniendo al coloso norteamericano de vecino, posterior al régimen de Díaz quien supo equilibrar fuerzas y llevar una relación diplomática en un terreno político de conciliación, vino en el siglo XX el llamado Plan de la Embajada o Pacto de la Ciudadela que no fue sino un” cuartelazo” contra el gobierno de Madero y Pino Suarez elucubrado por el embajador Henry Lane Wilson y que concluyó con la llegada de Victoriano Huerta al poder.
Así se forjó una historia de vecinos, llamada en su obra por el escritor norteamericano Alan Riding “Vecinos Distantes” donde compara las idiosincrasias que son separadas por un río, pero que conllevan en si un importante legado de historia y sentimiento de poder, sentimientos que hoy se recuerdan por los adjetivos y consignas expresadas por el ya hoy Presidente número 45 de la Unión Americana y si la historia es la mejor maestra de la vida, nada habrá que resquebraje ya la soberanía ni el andamiaje prístino de nuestra Patria.