Véritas Liberabit Vos
Por Daniel Aceves Rodríguez
Definitivamente el 2020 no ha sido un año favorable, la inesperada pandemia del Covid 19 ha modificado no solo la forma de vida de todas las familias, sino que ha determinado una “nueva normalidad” fundamentada en medidas sanitarias donde el cubre bocas, el aislamiento, la tecnología y la sana distancia son las principales premisas de nuestro accionar diario.
Se han vivido meses de tensión, de incertidumbre, de establecer medidas necesarias que han incidido en detrimento en la economía y en jornadas largas de no ver a seres queridos y de recibir noticias no tan agradables que embargan nuestro corazón de tristeza, templando nuestro carácter y haciendo que afrontemos estas adversidades con un espíritu resiliente y una disposición mayor a valorar la vida.
Se dice que la resiliencia es aquella virtud humana donde se tiene la capacidad para superar periodos de dolor emocional y situaciones adversas, sobreponiéndose a contratiempos o incluso resultar fortalecido por los mismos, por esta razón se dice que la resiliencia es una cualidad donde el hombre saca provecho de las adversidades para fortalecerse en su espíritu y reconfortar su vida.
Es preciso en estos momentos del año, cuando pareciera que los problemas y las dificultades ahogan al hombre en una vorágine o torbellino en espiral que va hundiendo más profundamente cada paso que vamos dando, es entonces que llega aparejado con las luces multicolores que iluminan los aparadores comerciales así como los dinteles y fachadas de las casas una época de esperanza y de reflexión, una época que no dura más de un mes pero que en ella lleva implícito una parte medular que da forma a la virtud señalada al principio de este escrito.
Nos referimos al período de Adviento con el cual comienza el periodo litúrgico cristiano, tiempo que nos prepara espiritualmente para una importante fecha como lo es la Navidad que conmemora el nacimiento de Cristo. Este período comprende los cuatro domingos previos al 25 de diciembre, por lo que corresponde a este año las fechas de 29 de noviembre, 6, 13 y 20 de diciembre que son señalados como domingos de adviento.
De acuerdo a la raíz latina de la palabra Adviento significa “venida del redentor”, por lo cual las celebraciones están conformadas con lecturas de referencias bíblicas que tienen que ver con el misterio gozoso de la encarnación del Verbo, así encontramos los Pasajes del Libro del profeta Isaías, los testimonios del Antiguo Testamento sobre Jeremías, así como lo concerniente a Juan el Bautista y La Virgen María, todo ello dentro de un halo de esperanza y buena nueva para el ser humano.
Tal como es la tradición de materializar o darle un sentido más gráfico y una referencia sensible a una expresión trascendente, el Adviento es representado por lo que se conoce propiamente como Corona de Adviento, la cual consiste en una guirnalda cuya forma circular nos representa la unión y la eternidad, su color verde es una manifestación de vida y de esperanza, y acomodadas a su derredor encontramos cuatro velas que representan el Amor, la Paz, la Tolerancia y la Fe baluartes indudables para el recto y feliz camino de nuestra vida. Existe la costumbre de que tres de estas velas son moradas color propio de un tiempo de reflexión y prudente paciencia, y una cuarta de color rosa que es un tono más festivo, que nos señala ya que el tiempo de llegada está cerca.
La tradición marca que cada domingo es encendida una de las velas, junto con la reflexión o lectura consabida, no sin antes entender que mientras mejor prepare mi corazón para ese tiempo, con más dicha gozaré de los frutos generosos que representan esta esperada venida, y que son simbolizados en los detalles rojos y dorados que orlan la guirnalda.
Son tiempos de preparación y de buenos deseos que se enmarcan en una temporada navideña que empieza a inundar con sus señales el ritmo de nuestra vida, son los tiempos de la convivencia (hasta donde la situación se permita) y la reconciliación, es el tiempo de enmendar lo que en el camino dejamos atrás y que por nuestra negligencia o correr impetuoso no nos dimos tiempo de recapacitar o de valorar.
Por eso el Adviento es el tiempo que podemos aprovechar para realizar ese alto en nuestro camino y buscar dentro de nosotros a esa persona que realmente deseamos ser, analizar nuestras metas, y ver si realmente lo que hacemos a diario y por lo que nos afanamos tiene relación directa con lo que queremos lograr, analizar, si no nos descastamos al enfrascarnos en querer resolver lo urgente dejando de lado lo importante y junto con ello perdemos lo más por lo poco.
El Adviento y posteriormente la Navidad es un buen momento para practicar la virtud de la resiliencia, es el tiempo ideal para sortear los escollos y superar adversidades, es la oportunidad de aprender de nuestros errores y proponernos un nuevo plan de vida centrado en la experiencia anterior y en la idea permanente de ser mejor.
Es una invitación a vivir las Tradiciones de esta época con la nueva normalidad y el sentido profundo que se tiene, no solo con la idea comercial o consumista, sino como lo que significa, un tiempo de reflexión y cambio, que puede ser muy útil para nuestra vida, vale la pena intentarlo, deseosos de que el próximo año traiga tiempos mejores.