Altar a la patria

Véritas Liberabit Vos

“A los defensores de la Patria 1846 – 1847”

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Vibre el clarín de la guerra, resuenen las fanfarrias, redoblen los tambores una marcha triunfal, y lleven de la patria a todos los confines, tu nombre sacrosanto Colegio Militar, tu nombre sacrosanto Colegio Militar; con este bello y marcial coro inicia el himno del Heroico Colegio Militar de México que hoy 13 de septiembre es recordado con orgullo y entereza al evocar los nombres de los llamados Niños Héroes que dejaron un testimonio de heroísmo y lealtad en aquella tórrida batalla librada contra el enemigo invasor estadounidense en el año de 1847.

Cercano a uno de los accesos al Bosque de Chapultepec en la primera sección se erige en forma majestuosa un bello monumento formado por seis columnas que en su parte superior contiene águilas y se rematan con llamas de fuego, tres columnas a cada lado que simbolizan a cada uno de los Niños Héroes: Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Juan Escutia y Vicente Suárez, en el centro una escultura de mármol por demás impresionante en su lenguaje no verbal, se observa a la Madre Patria sosteniendo en sus brazos el cuerpo inerte de un cadete que deja ver en su rostro exánime los rasgos de una juventud en ciernes cuya vida ha sido cortada de tajo, por otro lado la imagen de pie de otro cadete en una posición de gallardía y defensa adoptando y expresando la prontitud de espíritu para defender su causa; este es el llamado Altar de la Patria donde reposan los restos de estos seis héroes nacionales junto con los del General Felipe Santiago Xicoténcatl del Batallón General de San Blas que de igual forma combatió con denuedo ante las tropas enemigas.

México puede jactarse con orgullo de tener entre sus páginas de Historia este pasaje por demás ilustrativo, del mayor testimonio que puede haber para la niñez y juventud, de la mayor orla y sentimiento patrio con que se puede ilustrar un ejemplo que doblega voluntades e impele a realizar las hazañas más increíbles ante las mayores adversidades, nuestra Historia tiene ante la mancha negra de una injusta invasión norteamericana llena de una voraz insidia una fachada blanca, una alborea muralla formada por las almas limpias de unos cadetes “casi niños” que no obstante las indicaciones dadas un día antes por su Director Mariano Monterde de abandonar las instalaciones por el inminente ataque al último reducto el Castillo de Chapultepec; que era donde estaban las instalaciones del Colegio Militar, decidieron ante toda desventaja quedarse ahí y hacer frente al enemigo que ya había logrado el triunfo en batallas como la de Padierna, Churubusco y  Molino del Rey y que ahora se lanzaba decidido contra aquella fortaleza donde era escaso el parque y los soldados pero era inmenso el corazón y el valor.

El desenlace lo sabemos todos, fue una heroica defensa llena de capítulos que son dignos de mención como lo es la valerosa defensa por parte del Batallón de San Blas que dio férrea pelea con la gallarda actitud del General Santiago Xicoténcatl que jamás permitió que la bandera de su batallón cayera en manos enemigas y la defendió con su propio cuerpo, situación parecida con el cadete Juan Escutia que con su cuerpo arropó al lábaro patrio arrojándose al desfiladero para que la enseña nacional no fuese mancillada, la forma como el cadete Agustín Melgar lucho hasta el último momento, una a una pueden irse contando las historias particulares que esta desigual batalla en un solo día genero para la Patria, donde de los pechos juveniles broto cual capullo floreciente la sangre de Niños Héroes que regó ese suelo que fue defendido hasta los últimos suspiros de vida y que quedó como postrer testimonio para que sea conocido por todas las generaciones venideras, porque sé que podrá hacer muchos pasajes de nuestra Historia algunas de las cuales podrían pasar indiferentes ante la mirada diáfana de cualquier espectador, pero estoy seguro que la hazaña de los Niños Héroes ha constituido una parte fundamental en los corazones de todos los mexicanos y nos ha situado en una disyuntiva crucial que desde niños llevamos grabada en nuestra alma de saber que hubo jóvenes con sueños e ilusiones como los que tuvimos a esa edad, pero que su destino los puso justo en el momento preciso de una guerra contra un enemigo invasor, no era una ilusión o solo una frase, el enemigo estaba ahí, en nuestro suelo y avanzaba directo a ellos, era el momento  en que debían tomar una decisión, continuaban con sus sueños de niños o se cubrían de gloria tomando el fusil y defendiendo a su Patria, la decisión fue esta última, a pesar de la derrota el orgulloso enemigo reconoció la valentía y el arrojo de estos cadetes que al ver sus cuerpos traspasados por las bayonetas y las balas, con su sangre limpia cubriendo su cuerpo, mencionaron, “pero eran casi unos niños”.

Hoy recordamos con todo honor a quienes ofrendaron su vida en el Altar de la Patria, aquellos gigantes guerreros que escribieron con letras de oro esta dolorosa etapa de México donde se perdió más de la mitad de su territorio en manos de la insidia extranjera, hoy las notas del Himno del Heroico Colegio Militar resonarán con más vigor y con más fuerza esa estrofa final:

“Y en un gesto sublime de amor y de cariño, bendice a los efebos que supieron morir, bañados por las ráfagas de luz esplendorosa, que el ángel de la gloria enviara del cenit.”

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