Por Daniel Aceves Rodríguez
Los dimes y diretes expresados en esta semana entre los Presidentes de los Estados Unidos y Rusia además de sorprendentes, están colocando las relaciones de estas dos superpotencias en su punto más álgido no visto desde los tiempos de la Guerra Fría que abarcó los años de 1947 a 1989.
Y es que lo expresado por Joe Biden el pasado miércoles en la entrevista hecha por la cadena ABC News referentes al informe recibido por el servicio de inteligencia donde se hace referencia a que el Presidente ruso Putin autorizó una campaña para interferir en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, tanto en el año 2016 como en las recientes de 2020 para favorecer la elección y reelección de Donald Trump respectivamente.
El Presidente Biden cimbró todas las posibles estructuras de la concordia y diplomacia al tachar a su homólogo con el calificativo de “asesino” señalando que deberá pagar el precio por esta osadía de intervención y que se está estudiando una serie de sanciones una vez que se hagan las conclusiones finales del informe, lo cual será en estas próximas semanas.
Realmente el análisis político mundial no pudo menos que leer por más de una ocasión este mensaje directo enviado por el nuevo ocupante de la Casa Blanca que de un solo movimiento se desliga y desmarca de la posición tomada por su antecesor Trump tan dado a los exabruptos coyunturales y textuales de twitter pero que siempre mantuvo una postura a distancia sobre el status ruso.
La contra ofensiva no se hizo esperar, si algunos rescoldos del siglo pasado esperaban una respuesta al estilo de Nikita Krushev como la realizada en la ONU en 1960 cuando zapato en mano pidió inmediata y atrabiliariamente la palabra ante las acusaciones del ministro filipino que señalaba la doble moral de los soviéticos ante el colonialismo o la permanente actitud hostil de un Leonid Brezhnev que solidificó el culto a una personalidad dura y áspera de poco trato y de consecuencias no muy amigables ante los Presidentes de aquella época, la actitud de Putin fue contundente pero tomada con un cierto grado de filosofía.
Putin utilizó o parafraseó un refrán coloquial infantil donde dijo que Joe Biden simplemente ve sus propios rasgos en el líder ruso y espetó que Estados Unidos en un Estado criminal, con una lista de vergonzosos episodios en su historia, desde la esclavitud hasta las bombas atómicas arrojadas sobre la población indemne en Japón, quedando demostrado que occidente enseña su real cara de ser “rusófobo”, una fuerza no confiable, hostil e irónicamente dio a entender sobre la capacidad mental del nuevo Presidente al que le deseó que estuviera bien de salud.
Los efectos de estos dicterios que confrontaron de nueva cuenta a estas dos potencias que casi por 50 años dominaron el Siglo pasado el escenario geopolítico mundial con las demostraciones de despliegue de fuerzas, embates, dominio, expansiones y situaciones tensas como fueron desde el principio la creación de alianzas militares plenamente identificadas como rivales ideológicos, por un lado la OTAN encabezada por los Estados Unidos y el Pacto de Varsovia generada por la URSS, de ahí en cascada se derivaron acontecimientos que pusieron en vilo la seguridad con serias repercusiones en la vida civil y democrática, siendo los más significativos: El bloqueo de Berlín (1948), la Guerra Civil China (1946) , La Guerra de Corea (1950), La Crisis del Canal de Suez (1956), y los dos prototipos que evidenciaron esta rivalidad y con todavía más repercusiones El Muro de Berlín (1961) y La Crisis de los Misiles (1962) aquella vez que se dijo que el mundo estaba en peligro nuclear., amén de todas las series de intervenciones de la URSS en los movimientos guerrilleros de los años sesentas a principios de los ochenta, como las intervenciones estadounidenses en Grenada y Panamá por mencionar solo algunos, donde el armamento y la búsqueda de dominio hacían florecer aquella máxima latina “civis pacem, para bellum” si quieres la paz, prepárate para la guerra.
Épico en esta confrontación fue aquél discurso pronunciado por el Presidente Ronald Reagan un 12 de junio de 1987 justo en la histórica Puerta de Brandemburgo en el Muro de Berlín, donde ante un Presidente soviético Gorbachov ya en pleno desgaste de un sistema que había dejado pasar sus mejores años y que se enfrentaba a los cambios radicales de un próximo Siglo XXI que oteaba una globalización y cambio de sistemas, ahí el Presidente Reagan con toda la energía le pidió: Sr. Gorbachov, abra esa puerta, Sr. Gorbachov, derribe ese muro”; el mundo se asombró, pero pasaron poco más de dos años y aquél muro cayo.
Hoy cuando el orbe requiere más una ayuda mutua en donde las potencias mundiales se unan para derivar esfuerzos ingentes ante esos embates de la naturaleza como es la pandemia del COVID que ha trastocado la vida de todo el mundo, cuando las naciones deben unir sus capacidades para luchar determinantemente contra las desigualdades, la violencia y el terror, pareciera que los corazones y los sentidos de los jerarcas máximos se obnubilan y se cierran para crear barreras o diques que separen en lugar de unir, el momento actual no necesita ese tipo de conflictos centrado en intereses personales y de poder.
La situación actual nos ha enseñado que ante lo desconocido, ante lo intempestivo no podemos solos, hoy es el momento de unir conciencias, cerebros y tecnología ante un enemigo común, no abrir más frentes que desgasten y que limiten o resten, el mundo actual no necesita otra Guerra Fría, esperemos que la cordura prevalezca ante el rencor.