La gran diferencia entre los ingresos de un hombre en comparación a una mujer es una realidad que vulnera los derechos de ellas y limita su crecimiento.
En los albores de 2018, las voces femeninas de Hollywood volvieron a sonar, esta vez sobre las desigualdades salariales que había entre ellas y los varones, en apariencia, por desempeñar un mismo trabajo, aunque dicho sea de paso, en ese ambiente, la popularidad y trayectoria de un actor y una actriz juegan un papel preponderante a la hora de establecer los tabuladores, pues esto define el impacto en la taquilla y explica de alguna manera por qué ellos y ellas pueden recibir un ingreso mayor. El caso de las celebridades que hicieron su queja pública respecto a esta situación se solucionó de manera favorable para algunas, como Jennifer Lawrence, Charlize Theron o Claire Foy, actriz de la serie The Crown: todas ellas obtuvieron menos ganancias económicas de sus coprotagonistas (aun cuando estelarizaban las producciones y destinaban el mismo tiempo y esfuerzo a las mismas). Tras alzar la voz, las famosas han logrado no sólo incrementar sus sueldos, sino también poner en evidencia el tema y dar un ejemplo público a profesionistas de otros ámbitos (médicas, abogadas, publicistas, maestras…), que buscan demostrar su talento en un mundo laboral remunerado, mientras que otras más asumen roles como cuidadoras de familia sin recibir ningún tipo de paga y, por supuesto, la mayoría de las veces sin que su esfuerzo sea reconocido.
El origen en cuestión
Hablar de las razones de la brecha salarial no es sólo referirse a recibir una paga similar por la misma actividad, su fuente tiene que ver con las oportunidades para acceder a la educación, con el papel social que se le da a las mujeres, así como a factores culturales en donde se privilegia la presencia y capacidad de los hombres en el campo laboral y se estimula la permanencia femenina en el hogar.
A ello se suman otros contrastes; por ejemplo, quienes ganan menos por día de trabajo a tiempo parcial o un factor de edad, llegan a percibir hasta 32% menos, que quienes lo hacen por jornada completa o tienen menos de 35 años, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El panorama
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2016 dos de cada tres mujeres ocupadas (66.9%) son subordinadas y remunera- das, de ellas, 37.7% no cuenta con acceso a servicios de salud como prestación laboral, 41.9% trabaja sin tener un contrato escrito; sólo una de cada dos asalariadas subordinadas (55.2%) goza de vacaciones pagadas, 62.6% recibe aguinaldo y 16.9% reparto de utilidades. Según la la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), son más las mujeres que se gradúan en lugar de los hombres. El problema, más bien, tiene que ver con la inserción a los puestos; ellas suelen tener mayor carga de trabajo de cuidados, y por tal motivo no se pueden desarrollar y capacitarse de la misma forma que los hombres, quienes, por ejemplo, pueden ir después de la oficina a un diplomado o maestría, mientras las mujeres van por los niños, a la tienda y a hacer la cena. Así, muchas ven coartados sus anhelos de desarrollarse en el campo laboral para cumplir con las labores domésticas, sin que reciban un salario, mucho menos tiempo y espacio para su crecimiento personal; para ser exactos, según información del INEGI, 7.5% del género femenino no recibe remuneración por su trabajo en México.
Cambios para mejorar
El llamado de ONU Mujeres es a crear mayor conciencia sobre la disparidad, igualdad y el empoderamiento de las mujeres, ya que de continuar así toma- ría 70 años cerrar esta brecha que no distingue nacionalidad ni sectores laborales, pues como ha señalado Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva el organismo: “El impulso para construir condiciones de igualdad de género es una manera directa de evolucionar la justicia económica, lograr un desarrollo sustentable, promover sociedades pacíficas, justas e incluyentes, facilitar el crecimiento económico y la productividad sustentables, sostenible e incluyente, acabar con todas las formas de pobreza y garantizar el bienestar de todas las personas”.
Se trata de fortalecer la educación, procurar mayor participación, crear una cultura de trabajo en donde se promueva el respeto a los derechos humanos y laborales; buscar la promoción de las capacidades y el talento para que puedan conquistar mejoras económicas y escalar hacia puestos más importantes, lo que beneficiará no sólo a las mujeres sino a toda la economía del país.
Sabías que…
43% la tasa de participación económica de las mujeres en México.
24% del PIB es contribuido por ellas, a través del trabajo no remunerado, lo que equivale a un subsidio invisible de las mujeres a la economía de México.
70 años se necesitarían para eliminar por completo la desigualdad salarial en el mundo.
23% es el porcentaje de la brecha salarial de género a nivel mundial.