Caldero Político
No es invento de esta columna, así opinan la mayoría de los mexicanos. Esas y esos vetustos dirigentes ejercen una relación perversa con el poder lo que a lo largo de los años les ha permitido forjar una antidemocracia evidente que los ha convertido en representantes emblemáticos de lo antiguo, de lo vetusto, de lo arcaico, pero que dicen ser parte del ‘moderno sindicalismo’ de esta era. ¡Puras patrañas!
Se enojan con la crítica
Además, fíjense bien amigos: esos personajes tan repudiados no admiten la crítica, no ejercen la autocrítica, pero se adaptan hábilmente a cualquier escenario, situación o ideología para seguir al frente de sus comisiones. En Nayarit hay ‘líderes’ que han encabezado a sus grupos ¡por más de 30 años! Y si acaso no desean reelegirse aspiran a heredar el poder.
Otra verdad: un despotismo ilustrado caracteriza su comportamiento pero el fraude no radica en engañar a sus representados, sino en que han traicionado sus principios. La realidad nos demuestra que solamente la muerte o la cárcel son capaces de arrancarles su liderazgo a mujeres y hombres enquistados en sindicatos y organizaciones bien conocidas.
Más de estos temas fue publicado en el más reciente libro de Francisco Cruz Jiménez: “Los amos de la mafia sindical”, donde revela ocho historias de larga duración que muestran no sólo a los ocho dirigentes más poderosos del país, sino las perversiones y deformaciones de una burocracia sindical que se queda con la enorme fortuna de las cuotas de sus agremiados, sobre las que no hay transparencia ni control, y pintan la triste y compleja historia de una realidad. EN LA MULLIDA COMODIDAD
Mal informados pero llenos de privilegios y canonjías los trabajadores dominados por los caciques disfrutan de la cómoda posición de allegarse lo que sus líderes caciques les consiguen, sea cual sea el método.
Cada uno de los caciques del magisterio, de la burocracia, de las universidades (aquí en Nayarit tenemos varios ejemplos), cobra cuotas, vende contratos, monopoliza rubros enteros del quehacer económico, aviva crisis a su conveniencia y todavía se hacen las víctimas cuando la contraparte no cede a sus ambiciones y caprichos. Los patrones blandengues son una comodidad para lucrar a sus costillas y del pueblo, pero odian a los que los mandan a bailar a Chalma.
Sin embargo, siempre hay políticos que les venden y compran protección. Aún con eso, cada empleado debe aportar sus centavitos para el engrandecimiento monetario y material de estos líderes corruptos dotados de grandes residencias, vehículos último modelo, pulseras, relojes y anillos de oro, cuentas abultadas en los bancos nacionales y extranjeros, terrenos, ranchos, viajes, un sinfín de excesos que lastiman a la propia clase trabajadora y a los demás segmentos sociales sumidos en la pobreza. Pero el trabajador da dinero con la esperanza de mejorar y hay casos en que los propios sindicalistas sirven de peones o albañiles para construir las faraónicas fincas de sus líderes.
No rinden cuentas y esfuman los ingresos
La Vox Populi añade que los caciques llegaron para a nadie rendirle cuentas, y nadie que se las pida. Con su fuero son resistentes a la Secretaría de Hacienda y a la del Trabajo; están blindados ante el IFAI; no los perjudica el Poder Judicial, con sus excepciones muy contadas y en el Poder Legislativo hasta los admiran y cooperan aflojando el cuerpo.
No es raro, porque como diputados y senadores hay caciques incrustados pese a permanecer en sus cargos sindicales cerca de 30 años, y muy orondos hablan de ‘democracia’ y de libertad. Abusivos y perniciosos dañan al país.
En pocas palabras ellas y ellos –los líderes caciques-, se alían incluso hasta con el llamado ‘Cuarto Poder’ para sobrevivir publicando sus ‘hazañas’, o bien crean y financian con sus sindicatos (con dinero de los trabajadores) sus propios medios. Dicen esos caciques estorbosos que son los dueñ@s de México y cantan victoria.
Para ejemplificar, a Nayarit le queda como anillo al dedo porque hay varios especímenes de la calaña que reportamos. Usted ya los conoce.
Es evidente que la sociedad ya no soporta a los caciques y manifiesta su rechazo a la eterna necesidad (cinismo) de éstos de ‘comandar’ (en su propio beneficio) las luchas de los trabajadores, saqueándolos y explotándolos sin rendir cuentas del dineral que manejan, sin transparentar los ingresos que han logrado en decenas de años ni en informar el qué, quién dónde, cuándo, el ABC de la honradez en los recursos y propiedades que manejan. Quizá algo han aportado a la clase trabajadora que los mantiene al frente, pero dudamos que las fortalezas sean más que las debilidades y excesos que se notan por doquier.
VEREMOS Y DIREMOS.