CON LOS AÑOS YA VIVIDOS

LA VERDAD… SEA DICHA/Martín Elías Robles

     Qué tal, amigo lector; permítame narrarle algunas de las historias que he tenido en suerte conocer o vivir de cerca durante este apasionante viaje periodístico que realizo con gusto todos los días, para entregarle de manera puntual mi columna. Es increíble como los seres humanos tenemos un destino sorprendente. De repente descubrimos que la vida da muchas vueltas, para bien o para mal, y que en este mundo nada es fortuito, los tiempos de la existencia se cumplen a cabalidad. Hoy le invito a que me acompañe en la remembranza de estas historias de vida:

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     EL GRAN “VIRUTA”. Me dirigía presuroso por uno de los andenes del Metro en la Ciudad de México, cuando divisé bajando por unas escalinatas a un sereno anciano que creí reconocer a primera vista; me le acerqué sin hablarle, y cuando lo tuve de frente, constaté que se trataba nada menos que del comediante “Viruta”, aquel talentoso cómico que hizo pareja con Gaspar Henaine “Capulina” en infinidad de películas mexicanas, hoy clásicas. Iba solo, pensativo, con esa firme estampa de seriedad remilgosa que le caracterizó siempre; con su inseparable traje oscuro, su sombrerito de tipo inglés, y sus zapatos negros, boleados, pero modestos. Muy delgado, como siempre había sido. Descubrí a un hombre muy mayor, quizá algo enfermo, no lo sé, pero su figura débil que se acentuaba con su lento caminar me dio la impresión de una persona que requería de la ayuda no sólo económica, sino también moral; percepción que algunos años después constaté cuando me enteré que Marco Antonio Campos “Viruta” los últimos días de su vida y su vejez los vivió en la pobreza total. Pero ese día en el colectivo Metro, no me atreví a hablarle; era una gran personalidad a la que yo admiraba, por lo que temí no me contestara el saludo. Me adelanté, y él se perdió en la muchedumbre. Hoy francamente me arrepiento de no haberlo abordado, hubiera sido algo fenomenal; aunque ya sabemos que, el hubiera, no existe.     

     LOS TRIGO, Y SU APEGO CON NAYARIT. Hace un tiempo le envié una felicitación con motivo de su cumpleaños a la señora Viola Trigo, una excelente amiga y talentosísima artista que es cantante y actriz, además de una buena aliada de Nayarit, pues en muchas ocasiones ha venido a la tierra Cora para participar en la feria. Usted, amable lector, me preguntará que por qué le cuento esto; la verdad es que a los seres humanos la vida, a veces sin esperarlo, nos ata a determinados lugares que nunca hubiéramos imaginado tan siquiera conocer, tal como le sucedió a la señora Trigo, quien tuvo la desgracia de perder a su esposo el compositor Guadalupe Trigo en un accidente ocurrido en estas tierras nayaritas. De tal modo que cada vez que viene a Nayarit el recuerdo de aquel incidente le entristece de manera especial; aunque asegura la fina señora, que aquí se siente más cerca de su esposo. Por cierto, Guadalupe Trigo fue un extraordinario compositor de la trova latinoamericana, quien allá por los 70s compuso la canción “Mi Ciudad” un tema que ha sido grabado por los cantantes más importantes de este país, y que se convirtió en el himno de la Ciudad de México. La canción dice en uno de sus versos: “Mi ciudad es chinampa en un lago escondido, es cenzontle que busca en donde hacer nido, reguilete que engaña la vista al girar. Baila al son del tequila y de su valentía, es jinete que arriesga la vida en un lienzo de fiesta y color”. Ni hablar, un bellísimo tema que he escuchado en la voz de Lola Beltrán, y más recientemente con Luis Miguel, aunque con Viola Trigo suena nostálgico, personal, y de una originalidad única. La señora Viola Trigo, además de su canto maravilloso, también ha incursionado en la política, pues hace años contendió por la entonces Jefatura del Gobierno del Distrito Federal, a través de un partido izquierdista, aunque con menos suerte que la obtenida para dar a conocer su enorme talento como intérprete de la música mexicana. 

HAY QUE LEVANTAR EL ÁNIMO. Tengo un amigo muy especial entrado en los 75 años que por azares del destino se ha quedado solo, sin familia, y sin propiedad alguna; él renta un pequeño cuarto en una casa del centro de la ciudad donde le da de patadas a la soledad. Para poder subsistir, un buen día se puso a arreglar zapatos en un negocio que atiende a través de su ventana. Don José pone tapitas  y tacones a los zapatos, y cuando se requiere de un trabajo mayor como coser el calzado, pues decidido toma el encargo del cliente y va con quien tiene una máquina para no fallar con el compromiso.  Don Pepe, aficionado al dominó, pero que no le gusta la tomadera, tiene muy pocos amigos, es un hombre solitario al que los hijos parecen haber olvidado. 

Cuando me ha invitado a que le acompañe a comer en su pequeño terruño, me cuenta de mil cosas, de la vida, de las mujeres, de sus hazañas, pero de la familia es un tema que no se toca, y que yo respeto. Lo admirable de mi buen amigo es que no se achicopala ante nada, tiene una fortaleza de mente y espíritu que ya quisieran muchos jóvenes. Un día se enfermó y fue a parar al hospital, pero como no le dijo ni a su casera a dónde iba, pues no supimos de él por quince días. La señora de la casa pensando en que no regresaría su inquilino, levantó el camastro y la humilde mesa  de trabajo para limpiar el cuarto y poderlo rentar nuevamente.

 Afortunadamente José llegó justo antes de que se rentara el cuartito, reclamando su derecho al espacio y quedándose nuevamente a vivir ahí. Así lo volví a ver una tarde en que le saludé con mucho gusto luego de que en su casa me invitara unos tacos de sardina con salsa casera y un refresco, de esos que dicen son la chispa de la vida, anuncio en el que estoy empezando a creer, pues a don José le atendieron de un infarto al miocardio y por fortuna salió muy bien librado a pesar de su edad y su gusto por la bebida gaseosa. Como le digo, amable lector, hay mil maneras de enfrentarnos a las cosas difíciles de la vida; uno es quien decide si termina  apachurrado en una mecedora, o se levanta todos los días con el ánimo de salir adelante haciendo a un lado los obstáculos, como lo hace mi buen amigo José. robleslaopinion@hotmail.com

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