LA VERDAD… SEA DICHA
Por Martín Elías Robles
Qué tal, amigo lector; cómo cambia la vida, los pueblos y las ciudades, sólo quedan los recuerdos bonitos de la infancia y la juventud. Hay anécdotas que permanecen guardadas en la mente para siempre, sobre todo si es alguna vivencia de familia. Yo tengo una historia algo chusca que me recuerda los tiempos mozos al lado de mi padre. En 1980 viví unos años en el estado de Tamaulipas, justamente en San Fernando, un pueblo situado muy cerca de la capital Ciudad Victoria, y de Matamoros que es frontera con los Estados Unidos de Norteamérica. San Ferloco, como le decían los parroquianos, era un pueblito, donde sus habitantes se dedicaban a la agricultura, a la siembra de sorgo y maíz.
Una sola avenida principal, su placita y su Iglesia, comprendían su atractivo turístico, además de una escuela primaria y una secundaria, centros escolares a los que mi padre llegó para trabajar, pues tenía doble plaza. Una de las distracciones de los hombres del pueblo era salir los fines de semana al campo a cazar conejos y venados, diversión que se volvía su mayor felicidad cuando lograban cazar o atrapar vivo a un gato montés, un felino salvaje que vive por aquellas zonas áridas del país. Mi padre siempre fue adorador de la naturaleza, le encantaba el bosque, los sitios donde había ríos o lagunas, y admiraba a los animales, por lo que llegó a tener en casa jaulas de liebres y conejos, jaulas de aves exóticas que en aquel entonces abundaban en toda la región tamaulipeca. Un día, uno de sus alumnos le comentó que su padre había cazado un gato montés cachorro, y que lo estaba vendiendo; al escucharlo, mi padre inmediatamente se entusiasmó con la idea de adquirirlo.
Así, llegó una tarde a casa y me pidió acompañarlo para ver al animal, con la promesa de que si me gustaba me lo compraría, también me ilusioné con la posibilidad, por lo que ni tardos ni perezosos acudimos a la casa de su alumno para ver al gatito. Allá estaba al fondo del patio, echado bajo un árbol de mezquite el hermoso animal. Acérquense un poco más para que lo vean bien, nos dijo el papá del alumno; el gato nos vio fijamente, lo aprecié un poco más, era gris con rayas y puntos negros, como tres veces más grande que un gato de los caseros, en verdad impresionante; con cierto temor y mucha curiosidad me le adelanté a mi padre para intentar llegar hasta el animal, cuando de repente el gato hace un rugido fuerte y se lanza para echárseme encima, yo sentí que la sangre se me congelaba, luego el corazón se me aceleró y ya no pude ni gritar, por fortuna el animal estaba amarrado del cuello con una cadena de fierro que le atoró de golpe y ya no pudo llegar a mí. Es cachorrito se lo doy barato, le dijo el señor a mi papá. No amigo, no se lo compro, en un descuido este animal se come a mi Martín, le contestó mi Sergio. De plano ya no quisimos saber de nada.
TODO CARÍSIMO. Qué barbaridad, cada día estamos peor con esto de la economía, las cosas suben y suben de precio, el chivo ya no alcanza para nada. Tengo un vecino que se las ve negras para solventar las necesidades económicas de su familia, pues es uno de los millones de mexicanos que viven de un salario mínimo; hace días andaba muy acongojado pues en su casa se les terminó el gas y había que desembolsar más de 750 pesos para comprar el cilindro, a duras penas ajustó. Al paso que vamos no nos va a quedar más remedio que comer diario tortilla con sal y chile, aunque la tortilla también acaba de subir de precio. Me comentó resignado el amigo.
UNA MÁS DE MEGACABLE. Por más de 3 días Megacable dejó sin servicio a sus usuarios de la zona centro debido a una falla de su cableado en poste, ni internet, ni teléfono, ni televisión funcionaron, causando el enojo de los clientes quienes comentaron que cómo era posible que esa empresa que cobra tanto, y que cada mes gana millones, tenga tan mal servicio, y salgan con que no tienen la pieza para reparar la falla técnica. Ya es tiempo para que las autoridades tomen cartas en el asunto y le impongan una sanción a esta empresa que tiene tantas demandas por el pésimo servicio que ofrece.
EL NEGOCIO. Hace algunos años, aquí en Tepic, tuve una taquería en un local del centro, donde propusimos un estilo único, pues no sólo vendíamos tacos, también armamos un pequeño escenario para presentar a músicos y cantantes de la localidad; algo así como un lugar bohemio donde aparte de trabajar y ganar centavos, nos servía de distracción. Era un espacio para alimentar nuestra alma de artista. Mi padre Sergio fue un gran requintista de la época de tríos, y yo viví dedicado por muchos años a la composición, así que fue un gusto disfrutar de aquellos momentos de los que le platicaré en mi próxima columna. robleslaopinion@hotmail.com