Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Los dos deportistas que marcaron el universo del fútbol en los últimos 15 años, despiden la década instalados todavía en un trono cada vez más inestable. La eclosión de jugadores como Mbappé o Haaland, principalmente, alumbra un cambio de orden que tanto el argentino como el portugués se resisten a abandonar cerrando un 2020 en el que sus figuras han seguido brillando de manera exponencial.
El año del coronavirus ha tenido un significado excepcional en todos los órdenes, también en el deportivo, y ha planteado un fútbol desconocido, con las gradas vacías y los cracks huérfanos de esa hinchada entregada a su excelencia, en un hecho que especialmente significó el argentino. Su «es horrible jugar sin gente» es un resumen perfecto a la situación.
Cristiano Ronaldo ha mantenido en cierta manera inalterable su posición futbolística. ha seguido marcando goles, ha vuelto a ganar la Liga con la Juventus aunque no pudo llevarla más allá en la Champions, cerrando el año continental con el asalto al Camp Nou, donde se reencontró con su viejo rival en un partido del que resultó claro vencedor… Y encara el 2021 con las mismas ambiciones que antaño. Camino a los 36 en ocasiones parece que el tiempo no pasa para el portugués, aunque, desde luego, se entiende que en realidad sí ocurre así.
En el caso de Messi, a pocos días de entrar en un 2021 distinto por cuanto tendrá en su mano la decisión deportiva de su futuro al acabar la temporada, ha sido especial en muchos sentidos. Ha sido el año de sus declaraciones públicas en que no ha dejado a nadie indiferente, avisando una y otra vez de los problemas del club, del equipo, de su desconfianza hacia una directiva y presidente con el que se enfrentó de manera directa. Hasta aquel «me quedo porque no me puedo marchar» que tan marcado dejó a todo el barcelonismo.
El año de Messi será difícil de olvidar. Ocurrieron demasiadas cosas, dentro y fuera del terreno de juego, como para obviar que el crack argentino sufrió un 2020 terrible que se entiende quiere dejar atrás cuanto antes.
Comenzó con el despido de Valverde, del que se despidió sentidamente, que provocó su enfrentamiento con el entonces, enero, secretario técnico Eric Abidal, siguió con su poco entendimiento con Quique Setién y el hundimiento del Barça en una Liga que se escapó tras el confinamiento, continuó con el desastre de Lisboa que confirmó los peores presagios alrededor del Camp Nou…
Y desembocó, el 25 de agosto, con el anuncio de su intención de dejar el club acogiéndose a una cláusula de su contrato que, ya vencida, no pudo utilizar, condenado a permanecer en este Barcelona en terremoto constante.
Futbolísticamente, en primera persona, el capitán azulgrana ha contemplado como su figura se ha convertido en más terrenal. Cumplidos los 33, su desempeño goleador ha caído en picado: de los 51 goles que marcó en 2018 (en 52 encuentros) y los 50 que anotó en 2019 (en 58 partidos), en este último año, a falta del partido que lo cerrará frente al Eibar, sus números han descendido hasta las 27 anotaciones en 52 apariciones.
El Barça ha notado de manera exponencial esa pérdida de goles puesto que después del poker que anotó ante el Eibar en febrero, tras el confinamiento anotó cuatro goles en diez partidos, de los que el conjunto azulgrana solo pudo ganar seis y que explica la pérdida del liderato y del título.
Igualmente ocurrió en la Champions: si marcó un gol que abrió la victoria sobre el Napoli en los octavos de final, su desempeño en Lisboa fue poco menos que invisible, pasando de puntillas en la peor noche de la historia europea del Barcelona frente al Bayern Múnich; de la misma manera que no pudo liderar a su equipo en la eliminación de Copa frente al Athletic de Bilbao.
Messi cierra el 2020 sin aclarar si su futuro seguirá ligado al Barcelona más allá del final de temporada y observando como entre los aficionados del club azulgrana crece la división alrededor de su figura, cuyo ascendente se mantiene de forma indiscutible… pero con las primeras voces que alertan de un descenso de rendimiento que debería, estiman algunos, a comenzar a replantear el futuro del equipo bajo su liderazgo.
Elevado al altar como máximo goleador histórico en un solo club después de superar al legendario Pelé del Santos, Leo cuenta los últimos días de este 2020 colocado en lo más alto pero consciente de estar en la cuenta atrás. Dos décadas después de que, siendo un niño, llegase a Barcelona dispuesto a cumplir su sueño, el futuro empieza a dibujarse de otra manera a su alrededor.
CRISTIANO RONALDO
En el caso de Cristiano Ronaldo su figura también ha comenzado a notar el paso del tiempo… Pero si su trascendencia futbolística puede entenderse en descenso su capacidad goleadora se mantiene inalterable, tanto como lo parece él en primera persona: inasequible al desaliento y dispuesto a seguir peleando por continuar en lo más alto.
El delantero portugués cerró el año manteniendo sus números: 42 goles en 40 partidos y siendo trascendental en una Juventus con la que volvió a ganar el Scudetto en julio aunque no pudo evitar, en agosto, la decepción de verse fuera de la Champions en octavos de final frente al Olympique de Lyon.
Cristiano, el gran rival de Messi durante los últimos 15 años, ha mostrado que su identificación, su entrega, pasión y compromiso con el fútbol sigue siendo el del primer día, como el de aquel joven que comenzó a hacerse ver en Portugal, explotó en el Manchester United, se hizo grande en el Real Madrid… Y sigue dando que hablar en la Juventus.
Es una evidencia que estamos cerca del final de una era. Llegan Mbappé y Haaland liderando una nueva hornada de cracks que, más pronto que tarde, desplazarán del podio a los dos grandes de este siglo XXI. Los cracks que mantuvieron su reto día a día, partido a partido, Balón de Oro a Balón de Oro para convertirse en las dos referencias futbolísticas que durante más tiempo se mantuvieron en lo alto. Y que siguen manteniéndose… Aunque su tiempo se acaba.