La verdad… sea dicha
De vida y muerte
Mañana es Día de Muertos, y cada mexicano lo celebramos a nuestra manera; unos con alegría, otros con tristeza, en una fiesta bullanguera o en un ceremonioso silencio de meditación y paz; pero en México el respeto a los muertos es innegable, aunque a veces las costumbres ancestrales parezcan irreverencias al irremediable destino de los mortales. A la vida y a la muerte se le reprocha o se le agradece de mil maneras, por ejemplo en poemas o canciones, ahí está la de José Alfredo Jiménez, “No vale nada la vida” cuando el compositor plasmó aquello de; “No vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba, por eso es que en este mundo la vida no vale nada”, o aquel poema que Jaime Sabines escribió para menguar las vicisitudes de la existencia, un extraño pensamiento llamado “Sigue la Muerte” (Alrededor de los huesos). Mire usted, amable lector; esta festividad que es de veneración y culto en algunos parroquianos, para otros es todo un negociazo, pues como siempre lo digo, es la ocasión para la venta anual de los vivos muy vivos. Los comerciantes empezarán a recibir gustosos a los visitantes que llegarán por cientos al panteón; y desde luego, con ello, las jugosas ganancias de sus variadas vendimias, algo que no tendría nada de malo, si no fuera porque en estas festividades siempre hay garañones, sinvergüenzas que aprovechan el momento y la gran demanda de productos para aumentarlos de precio. Pero, bueno, en nuestra condición de humanos vivos; dígame usted, por ejemplo, a quién no se le antoja en estos días levantarse temprano, llevarle flores a su difuntito, y cristianamente rezarle un Padre Nuestro, o hasta dos, para después salir del panteón a buscar los puestos de comida, y así degustar unas gorditas con atole de ciruela, o unos sabrosos tamalitos de pollo y puerco refritos en aceite, y bien escurriditos por aquello de evitar el colesterol (que en un descuido y nos manda a hacerle compañía a quienes festejamos). Qué tal unos taquitos de asada con agua de horchata, de esa que nos sirven en unos vasitos como de juguete, pero que la venden más cara que la del deficiente SIAPA Tepic, claro cuando hay.
Sin duda, la ocasión amerita ciertos despilfarros económicos, por lo que sin respingar, igual le echamos el ojo al raspadito de hielo y tierra que sabe tan sabroso, sobre todo cuando el calorcito arrecia sin piedad. En ese digestivo momento tan emotivo y placentero, ya no se recuerda la llegada, y el estresante trayecto por la calzada, que se vuelve casi impenetrable, esa que transitamos a duras penas para comprar las flores que inocentemente adquirimos en el cercano tercer puestecito, según nosotros para tratar de evitar los apretujones y los abusos con los precios, enterándonos algunos pasos adelante que las flores que escogimos, no sólo eran las más caras, sino las más feas; pero así nos gusta disfrutar de los eventos, con sorpresas adicionales. Por obvia razón, en estas fechas nos interesa saber si hay vida después de la muerte, si los muertos regresan, si el cielo o el infierno, si las cinco dimensiones, todo sobre teorías paranormales, metafísicas, o historias raras que se les parezcan; curioso pretexto para intentar descubrir en un sólo día el misterio de toda la vida. En tiempos lejanos, la veneración a los muertos se practicaba con absoluta seriedad; basta con recordar aquellas películas mexicanas de antaño, donde se mostraba nítidamente la manera de cómo el silencio y los cirios encendidos ambientaban la atmosfera de un determinado y tétrico lugar, en el que las mujeres vestidas de riguroso color negro (siempre sin un sólo movimiento corporal) guardaban respeto a sus difuntos. El Indio Fernández, famoso director de cine, logró plasmar la idiosincrasia del pueblo mexicano, dejando en su magistral trabajo la muestra visible de lo que significaba el culto nuestro por los muertos en los años cuarentas. En la actualidad la festividad no termina con la tarde del dos de noviembre, pues la noche extiende su magia, y la oportunidad para que los centros nocturnos de la ciudad, antros, cafés, tugurios y demás negocios, ofrezcan sus promociones del Día de Muertos, atrayendo a los jóvenes para que a su manera, y aunque sea extendiendo sus anteriores festejos del americanizado día de brujas o Halloween, sean participes de tan especial conmemoración. En fin, dispongámonos a vivir estos días místicos y míticos; propongo, también los aprovechemos para pensar en lo importante que puede ser la vida, y lo mucho que a veces la despreciamos con actitudes negativas. Oiga, nada es más importante que nosotros mismos, y por encima de cualquier situación siempre debemos buscar vivir a plenitud sin preocuparnos, que la muerte de seguro nos llegará cuando menos lo esperemos, como un efecto natural de nuestra existencia. “Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado por la más inmutable artillería, y de pronto nos queda sólo un año para irnos, un mes, un día, y llega la muerte al calendario”. Vaya metáfora de Pablo Neruda.
Cafeteando la noticia
Cuándo les pondrán un alto a los usureros que siguen abusando de la gente en Nayarit; y luego las casas de préstamo que cobran intereses altísimos, de plano no hay quién les ponga un freno. Pobre Nayarit, como dice mi amigo el albañil, puro patear al jodido. Hasta pronto robleslaopinion@hotmail.com