Por Daniel Aceves Rodríguez
Aunque la coincidencia de movimientos telúricos es constante, no podemos negar que es septiembre el mes marcado en nuestro calendario histórico por las fechas que nos hacen nacer como nación, una de ellas la más vistosa y significativa ante los ojos de la Historia oficial es la del 16 de septiembre efeméride correspondiente al inicio de nuestro movimiento independentista donde la pléyade de insurgentes da para las páginas de nuestra Historia un buen material con personajes como Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez, Josefa Ortiz de Domínguez, y posteriormente a ellos Morelos, Galeana, Matamoros, Mina por mencionar algunos; junto a esta fecha destaca por su trascendencia decisiva el 27 de septiembre pero de 1821, episodio que debería de ser de mayor relevancia y festejo ya que es cuando queda formalizada nuestra Independencia como nación libre y soberana bajo el principio Trigarante de Unión, Religión e Independencia, solo que este momento ha sido relegado de los anales de la historia sobre todo por la figura no aceptada de Agustín de Iturbide del que se recuerda más por los famosos chiles en nogada (delicioso manjar con el que las creativas monjas agustinas del convento de Santa Mónica en Puebla aprovechando los productos de temporada como la nuez de castilla y la granada recibieron al Emperador para festejar la Independencia con un platillo incluyendo los tres colores del ejército Trigarante: verde, blanco y rojo) que lo identifica y lo vitorea como el consumador de la Independencia.
A estas fechas se agrega la del 13 de septiembre, gesta heroica, ígnito paradigma para las generaciones y recuerdo perenne de lo que representa el sacrificio en aras de la Patria como el que se dio esa fecha de 1847 cuando los cadetes del H. Colegio Militar hicieron frente al enemigo estadounidense que arteramente atacaba nuestro suelo y que mancillaba el territorio nacional con su vitando deseo de poder; la imagen de los Niños Héroes es y seguirá siendo un ejemplo palmario para manifestar el heroísmo y el amor por la Patria.
No puedo dejar de mencionar que desde hace más de 30 años este mes también debe recordar y honrar a todos aquellos héroes anónimos que cubiertos bajo el polvo, las piedras y las ruinas sacaron fuerza de flaqueza y ante la desgracia de un fenómeno telúrico que partió el corazón de nuestro pueblo en dos ocasiones coincidentemente el día 19 uno de 1985 y otro de 2017 , demostraron que ante la adversidad y el dolor en el mexicano emerge ese sentido de caridad, solidaridad para con el prójimo, dos escenarios distintos ante un mismo acontecimientos los héroes del 85 y los del 2017 estos últimos arropados por las redes sociales y antecedentes de lo conocido y preparado por los que les antecedieron, dieron una muestra de ejemplo, valor y tenacidad que hizo sacudir la conciencia de quienes tal vez lejos del lugar de los hechos veíamos contritos a todos esos jóvenes que día y noche luchaban por darle la mano a quién en esos momentos más lo necesitaba.
Pues así como hay héroes que reciben la munificente loa y reconocimiento histórico, hay personajes que quedan en el ostracismo o que por alguna razón difícilmente su nombre quedará plasmado en esas páginas, hoy hablaré del Insurgente Epigmenio González del cual conozco una calle en Guadalajara y algo más en Querétaro su ciudad natal donde vio la luz allá por 1781, así que muy joven se imbuyó de las ideas libertadoras y participó activamente junto a su hermano Emeterio en las tertulias literarias organizadas en la casa del corregidor Miguel Domínguez, ahí asistían Josefa Ortiz de Domínguez, Miguel Hidalgo, Juan Aldama, Ignacio Allende.
Fue tal la participación de Epigmenio que en su casa fabricaba y almacenaba pertrechos para la rebelión, solo que el 13 de septiembre de 1810 fue denunciado, aprehendido y trasladado a la Ciudad de México desde donde siguió participando en la conspiración, ahí fue descubierto y obligado a delatar a los conspiradores, pero a pesar de los castigos nunca reveló nada. Después de la muerte de Hidalgo se decretó un indulto para todos los insurgentes presos pero él no lo aceptó por lo que fue trasladado a una prisión en Fuerte de San Diego en Guerrero y poco después a Filipinas en Manila donde estuvo preso ininterrumpidamente.
En 1821 consumada la Independencia Epigmenio quedó libre pero por ser Manila aún territorio español no pudo salir de ahí hasta 1836 (ya México estaba en guerra con Texas) ahí sin dinero, enfermo duró otros 2 años para regresar a México (cuando ya estaba en guerra con Francia), así solo, desconocido, olvidado, con todos sus amigos los conspiradores de la Independencia ya formando parte de la Historia, no quiso regresar a Querétaro y se fue a Guadalajara donde Nicolás Bravo Presidente en 1839 le dio un cargo como vigilante en una casa de moneda, falleciendo en 1858 ya en los tiempos de la Guerra de Reforma a los 80 años de edad, un personaje que lucho por una Independencia que no vio y que preso desde otro Continente no conoció ni pudo conocer después de regresar porque ese México distaba ya mucho del que en aquellas tertulias literarias los próceres del movimiento independentista planeaban y donde Epigmenio era parte fundamental, pero el destino le tenía otro escenario, hoy como digo en Guadalajara hay una calle que se llama así.