De los billares que me acuerdo en Tepic

Se tiene el dato de que bubo un salón de billar en el Hotel “La Bola de Oro” a finales del siglo diez y nueve y a principios del siglo veinte. Estaba en la vieja casona que aún está de pie en la calle Lerdo haciendo esquina con la Veracruz.

Después de la revolución de 1910 se pondría de moda un salón de juegos que estuvo en el Casino de Tepic, por la calle Lerdo y Durango.

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Se hablaba también de un salón de juegos y billares que se ubicaba en lo que era el “Círculo Social Azteca”, en la entonces calle México, hoy Avenida México,  en la esquina de cuando la actual calle Amado Nervo se llamaba Benito Juárez. Esa etapa fue a finales de la década del treinta y principios del cuarenta.

Algunos otros billares en Tepic se establecerían en la zona de “Las Siete Esquinas”, por la calle Miñón, que hace esquinas con las calles Colima y Ures. Había grandes salones en casas antiguas. Por muchos años allá fue la zona roja, hasta que por los cincuenta la zona roja se cambió a la calle Cerrada de Zaragoza, pasando la actual Prisciliano Sánchez.

Al quedarse vacíos los grandes locales que habían sido salones de baile, los propietarios pusieron negocios de billar. De algo así nos habla don Edmundo Gabriel del Toro Gallardo en su libro “Tepic, Una Imagen Inmortal”.

Otro billar famoso a mitad del siglo pasado fue “Billar el 80” que estaba en la esquina de Bravo y Veracruz. Terminó siendo cantina. El escritor del libro nos habla de “Billar Las Américas” y “Billar México” pero no nos dice la ubicación de éstos.

Nueva época

El primer billar al que me asomé en realidad no era billar sino cantina. Pero a los vagos de la secundaria federal nos permitían jugar en una destartalada mesa de pool. Nos cobraban por tiempo  pero no nos vendían cerveza.

Nuestros padres, en esos tiempos de finales de la década del sesenta, eran muy estrictos para las prohibiciones. El billar en mi casa estaba más que prohibido. De modo que al gustarme más el juego, tuve que emigrar a un billar de la calle León entre Mina y Miñón, con “Don Píter, porque el encargado era don Pedro. Ahí, escondido, me explicaron el juego de la carambola, que a pesar de que se parece al pool, son disciplinas bastante diferentes. La carambola ha estado en mi vida desde 1970.

Siempre a escondidas de mi padre, conocí el “Billar Sidralí” en la calle Veracruz entre Hidalgo y Zapata. Me gustaba mucho la carambola, me sentía cómodo pensar y jugar como billarero. Aprendía de viejos jugadores como Don Francisco Arias, “Don Panchito” que era coime en ese lugar. Había duelos candentes entre Lencho González contra don Pedrito El Coca Cola de Guadalajara. Otro jugadorazo para la carambola que admirábamos los jóvenes de entonces era a don Adalberto Pérez, “El Zurdo” o “El Chulis”.

Había muchos billares, pero el Sidralí era el único especializado en carambola.

Luego abrieron “Billares La Rotonda” en un sótano de la calle Zaragoza entre México y Veracruz, propiedad del ingeniero Aurelio “El Alemán” Aguirre. Eso fue a mediados de los setenta, y vino el famoso jugador mexicano Joe Chamaco a la inauguración.

Actualmente el billar Sidralí funciona en segundo y tercer piso de un nuevo edificio por la calle Veracruz, cerca de donde estuvo originalmente. La Rotonda ha tenido una reciente remodelación y quedó muy funcional, aunque los caramboleros no lo tienen de su lugar preferido.

A mediados de los noventa, surge un club muy céntrico en una edificación nueva y amplia. Por la Querétaro entre Zaragoza y Amado Nervo se abre el “Club Recreativo Billar Mónaco”, propiedad de don Lupe Hernández, que luego supimos administraba hace mucho, un billar que estaba en la esquina de Lerdo y Durango, frente al Casino de Tepic que ya había cerrado.

El Mónaco no tendría mucha fama en sus inicios, pues la competencia contra El Sidralí por los caramboleros era insuperable. También había fracasado otra intentona contra el Sidralí por allá en los setenta, al abrir “Billarama” por la Hidalgo casi esquina con Puebla. Billarama no sostuvo su competencia contra el Sidralí y terminó siendo un salón de música “disco”.

En la actualidad, los billares que se han modernizado en equipo y en instalaciones son El Mónaco y el Sidralí. También La Rotonda tiene tres mesas profesionales.

La forma de pensar de un billarero de mi época y un joven de hoy es distinta. Ya no tienes que esconderte. Lo malo es que hay muy poca escuela de billar en Tepic. No han surgido maestros pese a que se tienen muy buenos jugadores que incluso han ganado torneos nacionales en categorías libres.

El que más ha impulsado y promovido este deporte de la carambola de tres bandas es el doctor César Herrera, que casi con su propio peculio ha organizado cuatro torneos nacionales en El Mónaco, avalados por la Federación Mexicana de Billar. A estos torneos han venido a participar los mejores jugadores de México. El actual campeón panamericano Rodolfo Covarrubias, ha sido también campeón de Tepic. Otro jugador de nivel internacional, Luis Miguel Ávila también es campeón de Tepic.

Cuando avala la FMB los torneos, no se permite fumar en todo el salón durante las partidas oficiales. No se puede jugar en bermuda, o de camiseta, o en chancletas. Los jugadores que participan en estos torneos ya saben que la sugerencia es pantalón color oscuro, zapato negro y la camisa deberá tener solapas o dobleces  en el cuello.

Aquí los torneos nacionales duran tres días, dos de eliminatorias y un domingo para los 16 jugadores que han pasado a finales. Los premios son de una bolsa principal aportada por el club organizador, y lo que se acumule del pago de inscripciones. Un campeón de torneos nacionales en Tepic llega a ganar entre los 18 a veinte mil pesos.

Próximamente la carambola será olímpica. Este bellísimo juego está de moda en Europa y Asia. Ya se transmiten todos los torneos internacionales por internet, hay un canal de paga.

Escuché a un viejo jugador de carambola alguna vez que seguía practicando billar y que cada día le gustaba más este deporte. Así yo, aunque ya no juegue o no tenga el nivel que alcancé antes, la carambola me sigue gustando y acudo frecuentemente a los billares en donde juegan mis amigos.  Vaya aquí un reconocimiento a una gran familia, aficionados todos a la carambola, jugadorazos, e impulsores de este agradable pasatiempo: los hermanos Antonio, Arturo, César, Eduardo y Oscar, de apellidos Herrera López.

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