La verdad… sea dicha
Tardecito, pero sin sueño
Como es la vida; siempre se ha dicho que los mexicanos tenemos muchos problemas para acatar los compromisos laborales y la puntualidad; que un buen porcentaje de ciudadanos siempre estamos buscando la manera de no ir a trabajar, que hay empresas en este país donde realmente sufren por el ausentismo de sus empleados, tal vez haya razón. Pero también hay casos excepcionales de plena responsabilidad. Mire usted, amigo lector; mi padre que en paz descanse, fue un hombre muy comprometido con su trabajo, jamás faltó a impartir clases en la escuela secundaria donde laboraba, durante treinta años nunca llegó tarde, y era de los que acudía gustoso a cumplir con su deber profesional, claro, dicen que este hábito del cumplimiento es algo que se forja desde la niñez. Pero, ciertamente, en honor a la verdad, esta famita de marrulleros laborales la tenemos muy bien ganada los mexicanos. Ahí tiene por ejemplo el tema de la puntualidad, otro de nuestros arraigados errorcitos que parece ser parte inherente de la colectividad; esta irresponsabilidad se da lo mismo en un evento oficial, que en una reunión particular, o en un compromiso social, causando el atraso del inicio formal en la celebración programada, algo a lo que todo mundo estamos acostumbrados: “citaron a las diez, pero ya sabemos que empieza a las once, si bien nos va” comenta la gente por ahí. Así de sencillo pretextamos la impuntualidad, que irónicamente aderezamos con el clásico “tarde pero sin sueño” excusando a quienes nos han hecho esperar. En otra columna le contaré de nuestras virtudes que son muchas, para que luego no se diga que sólo ventilamos lo malo de nuestra identidad como mexicanos.
Los humanos culpables de su propia destrucción
No entiendo cómo los seres humanos somos capaces de destruirnos unos a otros, como nos hemos convertido en los exterminadores de nuestra propia especie. Desde los inicios de la historia, cuando los hombres aparecieron por primera vez en la tierra, y ya durante todos los siglos que han transcurrido donde las guerras antiguas y modernas sólo han dejado una estela de dolor y muerte, en muchos pueblos la tragedia parece ser un lamentable infortunio que les persigue a diario. En el mundo todos los días se repiten los actos inadmisibles de barbarie, las escenas dramáticas de destierros, de familias mancilladas, de mujeres violadas, de hombres asesinados, de niños abusados; esa es la penosa realidad, un mundo donde la avaricia, los intereses políticos y los económicos parecen estar muy por encima de la dignidad humana, de los valores y el derecho a la vida. La historia de exterminio se repite constantemente desde el Imperio Romano donde las traiciones y los torcidos conceptos de la gobernabilidad acabaron con todo un pueblo, hasta las locuras inaceptables de Hitler y sus ejércitos de la muerte que sacudieron al mundo por sus atrocidades cometidas en contra del pueblo judío. El pueblo árabe también ha tenido que sufrir por los apasionamientos religiosos, y externamente por sus riquezas en petróleo, oro negro que despierta el interés de otros pueblos ambiciosos. Pero para atacar a la población civil están sus propios gobiernos quienes bajo el argumento de la seguridad nacional y la paz pública, golpean, amedrentan y matan a una sociedad a la que debieran proteger. El ejemplo más claro de la barbarie se está presentando en Egipto donde un conflicto entre el gobierno y sus ciudadanos opositores ha dejado a más de 600 muertos y más de 4 mil heridos entre niños, hombres y mujeres, algo que no debería estar ocurriendo en nuestros tiempos. Qué tristeza que la humanidad no haya aprendido de las malas experiencias del pasado, qué tristeza que ya no exista ni por asomo el temor a Dios, al Dios de cada quien, esa energía divina que muchas veces llegó a ser freno para cometer actos delictivos contra la humanidad. En fin, sin el afán de ser fatalista, todo parece indicar que los seres humanos seremos los únicos responsables de nuestra destrucción en este planeta llamado tierra.
Cosas de la vida
Es una verdadera tristeza que vicios como el alcohol terminen volviendo a muchas personas en seres improductivos y dependientes, hay gente muy talentosa, exitosa en lo que hace y con una vida feliz que un buen día casi sin saberlo termina enredada en los vicios que dan al trasto con su existencia. Fíjese usted que conozco el caso de una amiga artista a quien el alcoholismo le ha dado muchos problemas, me refiero a la cantante y actriz Robertha; tal vez usted la recuerde porque ella fue protagonista de aquella película clásica del cine mexicano llamada “Rosas blancas para mi hermana negra” cinta que protagonizó al lado de Libertad Lamarque, o tal vez recuerde la película de “Vidita Negra” que filmó junto a Mauricio Garcés. Robertha de nacionalidad peruana un día llegó a la ciudad de México acompañada de su madre (la famosa cantante Fetiche un icono del medio artístico en Perú) buscando una oportunidad, y creo que jamás se imaginó el éxito que llegaría a alcanzar, pues por decirle algo es de las pocas artistas que ha logrado alternar en un escenario con el gran Paul McCartney, compositor y cantante integrante de The Beatles. Bueno pero han pasado muchos años de su exitosa carrera que se dio allá por los años 70s, yo le conocí hace como 7 años cuando vino a la ciudad de Tepic invitada por un amigo común, entonces descubrí su afición a la tomadera, y aunque la señora estaba entrada en años todavía conservaba una voz impresionante, que llegué a imaginar en los grandes escenarios y con un buen trió musical acompañándola en temas como “Angelitos negros” que alguna vez grabó y dio a conocer con éxito, pero su alcoholismo seguramente fue un difícil obstáculo para que decorosamente siguiera en el espectáculo. robleslaopinion@hotmail.com