La decisión del gobierno de Honduras de desplazar su relación con Taiwán para iniciar un acercamiento total con China ha sido recibida como una muestra más de la creciente influencia del gigante asiático en América Latina, con el aumento de la tensión entre China y Estados Unidos como telón de fondo.
El canciller hondureño, Eduardo Enrique Reina, explicó el miércoles que el cambio de postura está motivado por las necesidades económicas del país centroamericano y su intención de captar más inversión y financiamiento del gigante asiático, a sabiendas de que China lleva décadas inyectando millonarias sumas de dinero en proyectos de infraestructura de los países latinoamericanos.
El replanteamiento diplomático de Honduras a favor de China es el segundo tanto en política exterior que se anota la República Popular China tras su rol en el restablecimiento de relaciones diplomáticas hace una semana entre Irán y Arabia Saudí.
El canciller hondureño argumentó que la prioridad a China viene respaldada por la posibilidad que esta nación ofrece de contribuir al progreso del país centroamericano. Con Taiwán, dijo, se ha tenido una “relación histórica positiva”, pero “vemos que desgraciadamente la relación no nos permitía ir a otras posibilidades de mayor crecimiento e inversión”, dijo a The Associated Press.
“La presidenta (Xiomara) Castro, bajo este análisis profundo que se hizo, tomando en cuenta que China es uno de los países más grande del mundo y una de las economías más importante, busca las posibilidades que sirvan para el desarrollo”, reiteró. Es algo que la mandataria tenía en mente desde antes de ser presidenta, tal como anunció en campaña electoral en 2021, pero a lo que no se le había dado prioridad hasta ahora.
Al respecto, la embajada de Taiwán en Honduras, en una declaración oficial manifestó que sigue manteniendo una “fraternal amistad” con el país centroamericano, al cual ha venido apoyando a lo largo de 82 años para lograr su desarrollo sostenible.
Reina justificó que Honduras es un país con muchos problemas desde el punto de vista económico, con muchas necesidades financieras y falta de desarrollo social. Y con su decisión de distanciarse de Taiwán sigue ahora los pasos de El Salvador, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.
Esa posición ha sido cuestionada entre analistas hondureños por las repercusiones que pudiera traer en la relación del país con Estados Unidos, aliado de Taiwán, que ha fomentado por años infructuosamente que los países de la región permanezcan alineados a Taiwán y no a China. El gigante asiático ha defendido siempre que Taiwán está bajo su control, mientras que éste ha reclamado su propia soberanía.
El canciller Reina descarta que la decisión vaya necesariamente a interpretarse como una estrategia dañina y recuerda que hay más de 171 países en el mundo que tienen relación con Estados Unidos y China Continental, entre ellos, la mayor parte de América Latina.
En Centroamérica, solo Belice, Guatemala y, hasta ahora, Honduras carecen de ellas.
“Estados Unidos sigue teniendo relación con China, al igual que muchas naciones, yo creo que Estados Unidos debe entender y respetar las necesidades que tiene Honduras y las decisiones que tomamos de manera soberana”, reflexionó el canciller hondureño ante AP.
Pero para David Castrillon-Kerrigan, investigador docente especializado en China de la universidad Externado de Colombia, la decisión de Honduras supone que Estados Unidos “está definitivamente perdiendo influencia en todos los frentes, especialmente el económico, pero también el diplomático, político y cultural” frente al gigante asiático. “Para países como Honduras, no reconocer el gobierno de Beijing equivale a perder oportunidades”, razona Castrillon-Kerrigan.
Aun así, Guatemala y Paraguay han salido al paso para ratificar que mantendrán su postura de apoyo a Taiwán. «La República de China (Taiwán), nación con la que sostenemos excelentes relaciones político-diplomáticas y de una sólida amistad, es para Guatemala la única y verdadera China, con la que nos vinculan estrechos lazos históricos y de hermandad”, dio a conocer el gobierno guatemalteco el miércoles.
Paraguay, en la misma línea, defendió que “hace mucho tiempo que somos los únicos en Sudamérica que mantenemos relaciones con Taiwán; nos movemos en base a principios y valores compartidos con Taiwán”, se pronunció el ministro de Relaciones Exteriores, Julio Arriola, ante el avance de China en la región.
El gobierno de Beijing lleva dos décadas inyectando recursos a los países de América Latina a través de proyectos de inversión en infraestructura y sectores energéticos, una estrategia que le ha servido para cosechar una posición más influyente y aumentar el apoyo de países aliados.
Entre 2005 y 2020, han llegado a la región 130.000 millones de dólares de capital chino, según el Instituto de la Paz de Estados Unidos. Pero además, el comercio entre ambas partes ha avanzado tanto que se espera que llegue a 700.000 millones en 2035. Un impulso económico para el que Estados Unidos no ha podido igualar el ritmo.
En Honduras, en concreto, la inversión china tomó forma con la construcción de una represa hidroeléctrica, construida por la estatal china Sinohydro por 300 millones de dólares financiados por el gobierno chino.
La otra cara de toda esa inyección de dinero de China en América Latina, tal como también ha ocurrido en África, es que los recursos han venido aparejados de altos niveles de endeudamiento públicos por parte de los países y que los proyectos construidos por empresas chinas mantienen después compromisos como el de reparación y mantenimiento con ellas mismas, lo que eleva la factura final de los proyectos.
“En un poco como el vendedor de drogas que le dice a un potencial consumidor que la primera dosis es gratis”, compara June Teufel, docente de Ciencias Políticas de la Universidad de Miami, quien relaciona esa estrategia de inversión como una especie de arma diplomática de China. “Ha conseguido que otro país abandone a Taiwán, que es algo que viene queriendo desde hace mucho tiempo: privar a Taiwán de todos los aliados que aún le quedan”.