Los datos se tenían desde 2016, pero no fue hasta la detección de las ondas gravitacionales cuando los expertos los miraron desde otra perspectiva para concluir que un evento cósmico registrado ese año fue el nacimiento de una kilonova y que se había observado desde los primeros instantes.
En agosto de 2017 se anunció la primera observación, por el observatorio Ligo, de un evento cósmico a través de su luz y ondas gravitacionales: la fusión de dos estrellas de neutrones, una explosión que se denomina kilonova.
Ahora, un equipo internacional de astrónomos, con participación del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), ha difundido el hallazgo de un evento similar captado en 2016, pero que había pasado desapercibido, ha informado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en un comunicado.
A partir de los datos del evento de 2017 los astrónomos comenzaron a ajustar sus suposiciones sobre cómo debería aparecer una kilonova ante un observador terrestre.
Así, un equipo dirigido por Eleonora Troja, de la Universidad de Maryland (EU), reexaminó los datos de un estallido de rayos gamma detectado en agosto de 2016 y halló evidencias de una kilonova que pasó inadvertida durante las observaciones iniciales.
“Observamos nuestros datos antiguos con nuevos ojos y nos dimos cuenta de que habíamos capturado una kilonova en 2016. Era una combinación casi perfecta: los datos infrarrojos para ambos eventos tienen luminosidades similares y exactamente la misma escala de tiempo», indica la experta citada en el comunicado.
Las similitudes entre los dos eventos sugieren que la kilonova de 2016 también resultó de la fusión de dos estrellas de neutrones, un suceso que produce elementos como oro, platino o uranio.
La información recopilada en 2016 no contiene tantos datos como la del evento captado por el LIGO un año más tarde, pero su detección temprana por el telescopio de Canarias permitió observarla «prácticamente desde los primeros minutos», explica en el comunicado el investigador del IAA-CSIC Alberto Castro-Tirado.
Esa circunstancia «aportó ideas nuevas sobre las etapas iniciales de una kilonova», señala el investigador español y segundo firmante del estudio.
Por ejemplo, el equipo observó por primera vez el nuevo objeto que quedó después de la colisión, que no fue descubierto en las ondas gravitacionales al no estar operativo en 2016 el detector LIGO.
El remanente de aquella colisión «podría ser una estrella de neutrones hipermasiva altamente magnetizada, conocida como magnetar, que sobrevivió a la colisión y luego se derrumbó en un agujero negro», indica la nota.
“La intensa señal infrarroja de este evento observada con el Hubble frente a la emisión óptica detectada con el Gran TelescopioCanarias, lo convierte posiblemente en la kilonova más clara que hemos observado en el Universo distante, concretamente en una galaxia espiral a 2500 millones de años luz», dice el experto.
Este trabajo abre la puerta para reevaluar eventos pasados, así como para mejorar el enfoque de las futuras observaciones.