DÍA DE LOS INOCENTES, OTRA TRADICIÓN

Véritas Liberavit Vos

Por Daniel Aceves Rodríguez

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: « ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, —le respondieron—, porque así está escrito por el Profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’».

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 Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

Con estas palabras el Evangelio de San Mateo nos va narrando el camino de aquellos Sabios de Oriente cada uno en lo particular recibieron la señal y por sus cálculos partieron de tierras lejanas para llegar al lugar indicado portando tres regalos significativos que representan tres de las básicas cualidades de Jesús; mirra por ser un Hombre, el oro por su dignidad de Rey y el incienso por su magnificencia divina como Dios, la tradición mexicana los ha colocado transportándose en un caballo, un camello y un elefante para de una manera didáctica dar un símbolo a su origen continental de cada uno de ellos, los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar son parte de la tradición oral que adereza a las escrituras y les da una familiaridad propia.

Herodes al enterarse que aquellos hombres no habían regresado para darle la buena nueva e informarle  sobre aquel Rey que había nacido y que representaba para él un mayor poder; montó en cólera y emitió un edicto tal como también lo señala el evangelista Mateo

“Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.»

Concretándose así uno de los pasajes más tristes de la escritura, al ver como miles de niños inocentes eran degollados en los brazos de sus madres o arrebatados para sufrir la condena, todo por la vesania insidia de un Rey aterido por el miedo y engolosinado de poder, la Iglesia desde el siglo IV instituyó el día 28 de diciembre como el Día de los Santos Inocentes en memoria de este triste hecho.

Paralelo a ello se realiza otro de los puntos fundamentales donde se presenta la egregia figura de San José, como protector del Niño Dios; el relato del Nuevo Testamento, muy breve, narra cómo un mensajero de Dios se aparece en sueños a José y le ordena que huya a Egipto junto con la Virgen María y el Niño Jesús, pues el rey Herodes lo estaba buscando para matarle. San José obedece; y al cabo de un tiempo indeterminado, muerto ya Herodes, se le ordena volver de un modo similar. 

Este fundamento teológico ha dado la pauta al mexicano para de igual forma llenar de tradiciones culturales y significativas estos pasajes bíblicos que son empleados con un sabor local y propio dentro del vasto ingenio e inventiva tan característica de nuestra nacionalidad; primeramente el sentido jocoso a la fecha del 28 de diciembre con una extendida tradición de engaños, burlas o noticias falsas que hacen caer a quién por descuido o desconocimiento no se percata del día del calendario, “Inocente palomita que te dejaste engañar, sabiendo que en este día de nadie te puedes confiar” se escucha por doquier entre risas y festejos con un reciente sabor navideño fiel tradición de nuestra formación sincrética, muy diferente al “fool´s day” de los norteamericanos que lo celebran en el mes de abril.

Lo que no tiene parangón con ningún otra región es la interpretación de la Huida a Egipto con el Niño Dios oculto y que ha pasado a convertirse en nuestro bello, rico y tradicional festejo del Día de Reyes, donde se mezclan los dos pasajes del Evangelio antes expuestos, todo ello trasladado a una Rosca de harina que nos representa el amor de Dios que por su forma circular sin aristas es total y para todos, en su interior está el Niño Dios, oculto, protegido por San José del odio herodiano, y por encima las joyas de las coronas de cada Rey Mago ilustrada por los brillantes colores de las frutas secas, ates y acitrones que la orlan, sin olvidar el peligro inminente representado por el filoso cuchillo que intenta degollar a todos aquellos infantes por inmolar; la gratitud de todos aquellos que alrededor de la mesa atestiguan es el delicioso sabor del pan que nos llena de alegría y convivencia, siendo el mayor honor para aquellos que tengan la dicha de encontrar al Salvador, convirtiéndose así en sus Padrinos que el día 2 de febrero lo levantarán de su pesebre con un bello arrullo, otra de nuestras únicas y ricas tradiciones, pero esa será ya otra historia.

Sigamos festejando nuestras tradiciones navideñas que son únicas.

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