Simples Deducciones
Dejó de comer porque antes de irse Víctor le dijo que conforme pasa el tiempo, el cuerpo se engorda y más en las mujeres cuando ya tienen hijos, Mónica y Víctor tenían ya un pequeño de año y medio de edad, Aarón que fue el amor consolidado, según consideró ella, en su vida matrimonial.
Ambos se hicieron novios en los primeros meses del tercer grado de secundaria, ella nunca tuvo otro novio más que él, jamás vio en su futuro a otro hombre, Víctor le representaba el amor total, la seguridad y además las familias estaban contentas de que fueran pareja, al grado de que cuando decidieron unirse, “para calar”, les regalaron un pequeño departamento al oriente de la ciudad, que para Mónica parecía un reino.
Con amor hizo cortinas, a las fundas de almohadas les bordó las iníciales de ambos, dejó de estudiar y se consagró a él, Víctor se convirtió en licenciado en administración de empresas y a través de su papá, consiguió un empleo decoroso, prestaciones e incentivos. Nunca fue grosero o agresivo recuerda Mónica, sólo se comenzó a ausentar, el pretexto fue una carga excesiva de trabajo.
Aunque Mónica no tenía amigas, sus hermanas comenzaban a preguntar el por qué nunca salían a cenar, por qué Víctor no la llevaba a las cenas o fiestas del trabajo y ella no tenía respuesta, ella vestía con ropa a veces de segunda comprada en algún tianguis, mientras él le daba dinero para que fuera a pagar el abono a una tienda “bien” donde camisas y pantalones de marca eran las compras en las ventas nocturnas, no sólo eso, había comprado carro de agencia al que ella nomas subió 3 veces porque todo lo hacía a pie o en camión.
Llegó el día en que él, se llevaba dos camisas al trabajo, otro par de zapatos bajo el pretexto que debía cambiarse para reuniones y que no era propio que todo el día se le viera con la misma ropa, lo curioso es que ya no las regresaba, hasta que el closet quedó vacío y así fue como una tarde llegó a buena hora, besó a su hijo dormido y le dijo a Mónica que, “Moni, ¿sabes que nada es eterno verdad?, mira, siempre serás la madre de mi hijo, nunca me voy a negar a darte pensión o apoyarte sí él se enferma, pero vine a decirte que ya no viviremos juntos, yo he encontrado a alguien que me hace vivir la vida, que es fina, preparada, que sabe vestir bien y huele rico todos los días, una verdadera mujer”, en ese instante Mónica oía esas palabras en un alejamiento total de entendimiento, no sabía qué significaba eso, para ella todo estaba bien.
Y por primera vez se atrevió a levantar la mirada y preguntar, ¿cómo?, pero, ¿quién es ella?, con frialdad y crueldad él le explicó que llevaba dos años con Amy, “hasta su nombre es lindo, me guía en la empresa, sabe de lo que hablamos, reímos, vamos al cine y ella sabe qué película veremos, cierto no hace todo lo que tú haces o sea, ella no se le dan las labores del hogar, pero es un beneficio, porque no huele a cebolla y ajo como tú, mira no quiero seguir hiriéndote, aquí tienes esta tarjeta, ahí tiene el número confidencial, espero sepas usarla porque ahí te voy a depositar los 16 y 1 de cada mes, voy a ser espléndido, te lo mereces”, fueron las palabras que escuchó Mónica de su marido justo antes de irse de la casa.
Mónica no rogó, no lo persiguió, sólo se dejó caer en el piso y ahí se quedó, aún no sabe cuánto tiempo, fueron los lloridos insistentes del pequeño Aarón que la volvieron a la dura realidad, desde ese día vive cargando culpas, aún no se ha desprendido de la idea absurda que Víctor volverá, que él sabrá hacer una comparación y ella saldrá ganando, tampoco sabe que afuera hay un mundo que la espera, y que a sus casi 40 años el reflejo que le devuelve el espejo, de una mujer de 50 puede cambiar para bien.
Su familia ya se cansó de decirle que él no volverá, que ese día que terminó la relación, “la otra”, estaba en la camioneta de él esperándolo, ella al volante, que entre ambos han comprado una casa en un coto privado y que ya tienen 2 niños, que Víctor no la extraña ni a ella ni a Aarón, al que ve a través de la familia de él 2 o 3 veces al mes y ha cumplido su palabra, puntual deposita la pensión, acepta Mónica.
La decepción, el dolor y la tristeza se han acentuado en ella a raíz de que su hijo, ahora adolescente, viajó con su papá y “la otra”, a México, “de vacaciones con sus medios hermanos también, regresó diciendo que ella es muy guapa, educada e inteligente que lo trata como un hijo más y me enseñó las fotos de todos juntos paseando, sólo ahí volví a ver a Víctor, se ve igual que aquel día, fuerte, cuidado y con sonrisas que yo nunca le conocí”.
Tras todas las recomendaciones familiares de que salga, se corte y pinte el pelo, que busque un trabajo, que se ponga mejor ropa, Mónica ha comenzado a ver esa posibilidad, mordida por el coraje de lo que su hijo expresó de “la otra”, “guapa, educada e inteligente”, no sabe ni cómo se maneja el Internet , “pero le ando haciendo la lucha en este celular”, quiere buscar cortes de cabello a ver cuál le cuadra mejor, lo malo es que ella sigue aferrada a que él regresará, “nacimos el uno para el otro y el tiempo me dará la razón”, dice esas palabras mientras observa un pantalón de mezclilla nuevo (nunca ha usado uno), que le llevó a mostrar la vecina que vende ropa y asegura dejarlo en pagos pequeños.
Su hermana me dice algo cierto, “a veces no es necesario que la gente muera para dejar de vivir, Mónica es un ejemplo, ella sigue viviendo sin saberlo”. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com