El chisme y la libertad de expresión

Realidad y ficción, simples coincidencias

¿Qué relación tiene el chisme con la libertad de expresión? Me creería usted si yo le dijera que son lo mismo. La libertad de expresión no es más que un enunciado jurídico que reconoce al chisme como una condición natural del ser humano. No obstante que en diferentes etapas de la sociedad se ha considerado pernicioso, hemos terminado por reconocerle como parte fundante de las organizaciones democráticas y libres. Los tipos penales de calumnia, difamación e injurias no son más intentos por frenar la libertad de expresión en su modalidad de chisme.

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El chisme es el conjunto de datos o información contenida en una persona que se comunica, exterioriza o reproduce a una o varias personas, por considerarla satisfactoria para los receptores o bien para el emisor. La fuerza preponderante que guía los pasos del científico, más que un deseo de descubrir algo, es un instinto de contarlo, de esparcirlo.

Cuando Arquímedes salió corriendo desnudo de su bañera gritando ¡eureka! ¡eureka! (¡lo he descubierto!), no sintió en él esa euforia por el simple descubrimiento, sino por un binomio indivisible que se integra por “un conocimiento”, y por la posibilidad real de poder “contarle” al mundo que sabe la respuesta. ¿Qué chiste tendría saber un chisme relevante y no poder contarlo? ¿Qué chiste tendría conocer el secreto más oculto del rey, del presidente o del hombre más rico o más famoso del mundo si no lo pueden contar?

Por eso los sacerdotes católicos experimentan una vida de sacrificios, porque les están vedadas las satisfacciones que más reducen el estrés del humano: el sexo y el chisme.

Cuando alguien se acerca a usted, sea su más íntimo amigo o un simple chismoso por convicción y le expresa: te voy a decir algo, pero no se lo digas a nadie; lo que está haciendo es liberarse de una carga emocional muy pesada que consiste en guardar el chisme. Ahora usted tiene que soportar la carga de saber algo y no poder contarlo. ¿Verdad que es difícil?

Las redes sociales crearon la posibilidad de ejercer y disfrutar el chisme de manera masiva, incontenible y reconfortante. Saber los problemas de los demás, sus fracasos y demás circunstancias de la vida privada sin recurrir a la acción de preguntar, y si añadimos la necesidad del humano de interconectarse con los demás, ha provocado que se construya el mercado más grande de toda la historia: el de las comunicaciones.

Consumimos y vivimos el chisme, nos nutre, nos satisface; también nos destruye, nos controla y nos somete. Revisamos a diario las redes sociales una y otra vez, esperando que haya algo nuevo, sin tomar en cuenta que no ha pasado un tiempo considerable desde la última ocasión que lo revisamos.

Y si le digo que hay toda una teoría del chisme, ¿me creería? Si le digo que el chismoso de su trabajo, de su cuadra, de su colonia, tiene una explicación científica que describe las principales razones por las que el ser humano actual se impuso, incluso, a las otras especies de humanos como los neandertales, ¿lo tomaría en serio? ¿Se acordó de alguien? No dudo que después de leer esta nota usted expulsará una breve sonrisa cuando se encuentre con su chismosa favorita, o se va a carcajear si usted es esa persona.

Usted y su forma de chismear es producto de la revolución cognitiva como modelo de pensar y de comunicarse de hace entre 70,000 y 30,000 años. Yuval Noah en su libro “De animales a dioses” explica que “la teoría más ampliamente compartida aduce que mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de manera sin precedentes y de comunicarse utilizando un tipo de lenguaje totalmente nuevo.”

También nos dice que la capacidad de comunicarse la tienen todos los animales, por tanto, no es esa simple capacidad lo que hace especial al humano. Es cierto que las primeras comunicaciones se referían, por ejemplo, a advertir que un león estaba cerca, o bien dónde estaba el río más cercano, lo que permitía deliberar y discutir tales cuestiones.

“Una segunda teoría -nos dice el autor- plantea que nuestro lenguaje evolucionó como un medio de compartir información sobre el mundo”; pero que dicha evolución no se dio para razonar acerca de los leones o peligros que acechaban, sino que “nuestro lenguaje evolucionó como una variante del chismorreo”, porque ante todo el Homo sapiens es un animal social que requiere indispensablemente de la cooperación para la supervivencia y reproducción. Para el sapiens es más importante saber “quién de su tropilla odia a quién, quién duerme con quién, quién es honesto y quién es un tramposo”, que saber el paradero del león y de los demás riesgos a los que pueden estar expuestos.

“El chismorreo –continua diciéndonos el autor- se suele centrar en fechorías. Los chismosos son el cuarto poder original, periodistas que informan a la sociedad y de esta manera la protegen de tramposos y gorrones.”

Por eso cuando descubra o conozca a un chismoso, de cualquier tipo, siéntase cómodo, está con una manifestación viva de la evolución del lenguaje y del ser humano, que ha ayudado a liberar sociedades enteras de la esclavitud, de los falsos dioses y de las aberrantes religiones.

Por último, déjeme contarle un chisme: la prensa y los periodistas, así como los ciudadanos solemos excedernos en opiniones que emitimos a diario, pero estos excesos siempre serán preferibles a vivir en un estado controlador, fascista y tirano, que prohíba expresarnos y que limite nuestra capacidad de pensar y en consecuencia de evolucionar.

Volar es para las aves lo que el chisme para el humano. Opine ¡Nunca deje de opinar! Igual y en una de esas tiene razón.

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