La verdad… sea dicha
Me parece verla todavía. Cierro los ojos y la veo. Pero la veo tan bien, que al evocar su imagen, dudo de que haya muerto
La pobre murió tísica. Los chicos a quienes ella idolatraba, fueron sus victimarios. Tanto la hicieron sufrir y tanto la hicieron llorar, que la infeliz no tuvo más remedio que morir. Y murió, os lo juro, santamente. Era pequeñita, rubia, suave
Hablaba con los ojos. Sus ojos eran negros. Además de negros, eran tristes, pero de una tristeza de niño enfermo que no tiene juguetes
¡Pobre maestra! Me dan ganas de llorar cuando me acuerdo de ella
Yo la hice penar mucho. Una vez lloró por mí de tal modo que, todavía, después de veinte años, mi corazón se encoge de vergüenza; Sin embargo, mi culpa no era grave. Su temperamento enfermizo y sus nervios sensibles de violín armonioso, agrandaron mi falta. ¿Qué le hice? Fue sencillo. Aprovechando un instante en que ella salió al patio, escribí en un pizarrón, con tiza, lo siguiente:
“La maestra se parece a un fideo” Cuando volvió al salón y leyó esa grosera mofa a su flacura, no pudo hablar. Se puso pálida. Tuvo un acceso de tos. Se fue a su mesa, y con los codos apoyados en ella y cubriéndose el rostro con las manos, comenzó a llorar y a toser. Lloraba de una manera tan melancólica y tan en silencio, que todos enmudecimos. Aquel llanto y aquella tos nos hicieron ver un poco más el fondo de la vida. Por nuestras inconscientes almas infantiles pasó un helado soplo de miedo. Yo temblé. Quedé inmóvil en mi banco, hasta que oí la voz de la maestra. Habíase quitado las manos de la cara, y a través de las lágrimas, nos dijo: -¿Por qué son ustedes tan crueles?
Estoy flaca, es verdad, muy flaca
Hace quince años que trabajo, enseñando a leer y a escribir. Hace quince años que sufro el placer de educar a los niños. Hace quince años que estudio de noche y de día para sostener a mi familia y para evitar que mis pobres padres viejos se mueran de hambre. De tanto trabajar me he puesto flaca
Sí flaca, como un fideo
¿Y ustedes no me tienen lástima? Cuando la infeliz dejó de hablar, muchos chicos lloraban. Otros oían con la boca abierta. Los demás temblaban. “¿No me tienen lástima?” repetía la señorita. ¡Flaca como un fideo!… ¿Quién escribió eso?
Reinó en el aula un silencio profundo. Nadie se atrevió a denunciarme. Pero, cuando las clases terminaron y todos los alumnos se fueron, yo me quedé el último. Mi maestra en el zaguán presenciaba el desfile. Aguardé hasta el final. Entonces me aproximé tembloroso: -Señorita “le dije. -¿Qué? -¿Me quiere hacer un favor? -Con mucho gusto. ¿Qué quieres? -Deme un beso. “Tómalo -Ahora pégueme
-¿Qué te pegue? -Sí. Pégueme fuerte. Dème una cachetada. Hágame saltar los dientes
¡Pégueme! -Pero, ¿por qué? ¿Estás loco? -No, señorita soy un asesino. Yo fui quien escribió aquello en el pizarrón. ¿Se acuerda? -¿Tú? -Sí. Yo. Me tomó en sus brazos. ¡Yo tenía nueve años! Me besó. Me besó una vez. Dos veces. Tres veces. Muchas veces
¡Aún me parece estarla besando! Al día siguiente, pedí a mi madre una monedita para comprar bizcochos. Fui a la botica: -Deme diez centavos de pastillas para la tos. Llegué a la escuela. Penetré triunfante. Y ocultamente, sin que los demás chicos me vieran, le regalé a mi maestra las pastillas. “Tome, señorita. Son buenas para la tos. Me acarició con sus manos húmedas y frías. Me besó en la frente y
Pasaron los años. Cuando volví a mi tierra fui a visitar su tumba. No fue, sin duda, la historia de mi buena maestrita lo que empecé a contaros. ¡Pero es tan bello remover penas viejas! Además, no podría nunca evocar en mi memoria el recuerdo de aquella escuela, sin que se filtrara por las rendijas de mi corazón la imagen de quien me enseñó a leer y a presagiar la vida.
EL EFECTO ELECTORERO
Con esto de las elecciones, los candidatos y sus partidos políticos se han encargado de recordarle a la ciudadanía todo lo que quienes recién han llegado al poder no han cumplido. Es la misma historia de siempre. Las elecciones también sirven para desnudar las fantasiosas promesas que nunca se vuelven realidad, dijera doña Vikki Carr; promesas para que promesas si no son de corazón. Ahora que, también quienes aspiran al poder encuentran en los errores de quienes gobiernan, su principal pretexto para llevar agua a su molino. En ese juego de dimes y diretes, creo, todos pierden, no sólo el probable voto, sino la poca credibilidad que se tiene de los políticos mexicanos. Todos salen a opinar sobre el monstruo llamado corrupción, sobre los desfalcos, y la apatía social de quienes han gobernado o gobiernan actualmente; sobre las sinvergüenzadas de quienes buscan un escaño en el Congreso de la Unión; y para desgracia de la sociedad mexicana, todos, sin excepción, tienen sus pecados tatuados en la frente. Mire usted, amigo lector; por ejemplo aquí en Nayarit, el nuevo gobierno del “Cambio2 no las ha tenido todas consigo, el estatal y el municipal están caminando muy lentamente. La ciudadanía se ha quejado porque hasta el momento no se ha hecho algo importe que dé realce y confianza en los actuales gobernantes; vamos, se dice que los nuevos están muy lejos de lo que prometieron en campaña.
Ahí tiene usted también al Ayuntamiento de Tepic, no hay manera de ponerles un punto a su favor, este debe ser uno de los peores gobiernos municipales que hemos tenido. El problema de los baches en las calles, la iluminación en las colonias, el tema de la recolección de basura, y el calvario con el agua potable en SIAPA, es queja de todos los días. Pero no nomás en Tepic se está sufriendo con los pésimos servicios municipales, la molestia es en muchos municipios del estado. Volviendo al tema electoral, sin duda, las elecciones 2018 han ocasionado un efecto distinto que está provocando el despertar ciudadano, que nos está sacando de nuestro letargo para concientizar el voto, para no sufragar a lo tonto.
Es un efecto que puede generar un real cambio en toda la nación, de tal modo que los poderes políticos podrían quedar en nuevas manos, lo que seguramente ya ha iniciado una revolución de conciencia entre los ciudadanos; en la clase política, en los sectores intelectuales, artísticos y culturales; en los gremios periodísticos, en el mundo empresarial, en la clase social baja, media, y en la cúspide donde están los grandes inversionistas y acaudalados de esta nación, donde se mueve la gran economía. México muy probablemente a partir de julio próximo podría sufrir una metamorfosis, que de darse, todos esperamos sea para bien. Ciertamente, ahora mismo hay una lucha de poderes, en la que buscan mantener sus intereses quienes hoy gobiernan, y de quienes pretenden alcanzar la primera magistratura del país, una lucha que es férrea y que traerá grandes sorpresas que pueden no ser agradables, pero que seguramente darán rumbo, desarrollo y certeza a esta vapuleada nación. robleslaopinion@hotmail.com