Por Daniel Aceves Rodríguez
Era la madrugada del 2 de abril de 1867 las huestes de Maximiliano se fortificaban en la ciudad de Puebla, bastión importante de la resistencia imperial frente a las tropas republicanas, un general, un hombre ya curtido en batallas desde 1854 en que se levantó contra Santa Anna y hoy tenía a su mando un contingente y una estrategia con la cual podría dar un paso decisivo de esta enconada lucha; la victoria fue total, el bando imperial fue derrotado por Porfirio Díaz quien al fragor de ese triunfo pudo llegar después a la Ciudad de México allanando el camino para el posterior arribo de Benito Juárez declarándose así la victoria definitiva del bando liberal y la caída absoluta del Segundo Imperio.
Recordando los motivos que dieron pie al inicio de una carrera de un militar de miras que años después encabezará dos movimientos contra la reelección, uno el Plan de la Noria, otro el Plan de Tuxtepec donde la sociedad mexicana de aquel entonces requería de espacios políticos y de modificaciones en algunos aspectos importantes para el desarrollo social del pueblo y su consiguiente despegue hacia nuevas metas que se exigían en aquellos momentos. Para nadie es desconocido que el general Porfirio Díaz llegó al poder (en 1877) luchando contra la no reelección y cayó en 1911 bajo el lema de <<Sufragio efectivo, No reelección>> enarbolado por Francisco I. Madero en su Plan de San Luis y su libro “La sucesión presidencial”.
Es Porfirio Díaz un hombre de una personalidad polémica en varios órdenes, quien para muchos historiadores tuvo la visión de ir adelante en su concepción de llevar a cabo el ejercicio del poder, es con él y la llamada paz porfiriana, con quien se inicia el primer período prolongado de estabilidad política que tuvo nuestro país desde la consumación de la independencia llevada a cabo en 1821, lo cual trajo como consecuencia un importante progreso económico, sus conceptos de orden y progreso y poca política y mucha administración se convirtieron en los principales objetivos de su gobierno, que pudo lograr con el menoscabo lógico de la vida democrática. El economista Luis Pazos, en su obra Historia Sinóptica de México, nos señala los siguientes datos significativos:
Durante el Porfiriato (1877 a 1911), en materia de finanzas, de haber recibido un país en plena quiebra, logra restablecer la economía, de un Banco que se tenía en 1876 había ya 32 en 1910, la industria minera tiene un crecimiento importante y hay exportación, en 1901 se inician las exploraciones petroleras mediante concesiones a extranjeros, asimismo se habilitan y modernizan varios puertos que da un importante paso a los productos del exterior, y por primera vez en el México independiente se logra un superávit en las finanzas públicas. En el orden de la comunicación mediante las vías férreas, se logra la comunicación a los diferentes lugares apartados del país, de 660 kilómetros que existían en 1877 se elevó a 19,205 kilómetros, llegó la luz eléctrica.
En materia educativa, la población en edad escolar se duplicó y la asistencias a las escuelas se cuadruplicó, pasando de 200 mil a 901 mil 003; se creó en 1885 la Escuela Normal de Profesores y en 1890 la de profesoras, en la cultura se tuvo importante influencia de lo que en Europa predominaba en esos tiempos, especialmente en Francia, también dentro de su régimen se inicia la construcción del Palacio de Bellas artes.
Con estos datos nos damos cuenta de que México requería de un periodo de estabilidad para poder reordenar todo aquello que se había perdido en la vorágine de pugnas e intereses que ahogaron a Nuestra Patria años posteriores a la independencia de México, las continuas disputas entre conservadores y liberales, las intervenciones extranjeras y las consiguientes guerras tenían muy mermada la voluntad y el desarrollo en nuestra nación.
Cierto es que conforme los años se vinieron encima se requería de una visión diferente que atendiera aspectos de una sociedad que había cambiado, de una sociedad que ya no era la misma y que requería importantes modificaciones en materia de justicia social y participación política, esto y más fue lo que condujo a la Revolución Mexicana y la cual indudablemente requiere de la mención de un personaje con importante perfil militar y político, y que en 1911 ante las situación adversa que ya imperaba, tratando de evitar más derramamiento de sangre, renuncia a su cargo y a bordo el buque Ypiranga parte desde Veracruz a su destino en París, donde muere en 1915.
Mención aparte es que dicho personaje, habiendo participado de una manera tan decisiva en el combate contra el extranjero invasor, tanto en la gloriosa Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862 así como en toda la guerra contra Francia y los conservadores llevando parte de la estrategia militar como la ya mencionada en la contundente Batalla del 2 de abril de 1867 que abrió la puerta al triunfo de la República dando paso a lo que se conoce como la República restaurada que permitió el regreso a la presidencia de Benito Juárez; y que haya logrado durante su mandato las generalidades de lo ya mencionado en este artículo, no tenga la oportunidad de que sus restos mortales puedan regresar a su país y sigan estando en un país extranjero, igualmente que en la memoria histórica esté prácticamente dentro del índex de personajes non gratos del País.
Tal vez el revisionismo histórico hoy en boga pudiese considerar en forma objetiva el legado del General Porfirio Díaz Mori, el héroe del 2 de abril.