Por Daniel Aceves Rodríguez
En el libro XVII de la Odisea, Homero su autor nos relata la forma como Ulises después de 10 años de combate en Troya y otros diez años más que duró su azaroso regreso a lo que es su hogar en Ítaca, habiendo sido advertido por su hijo Telémaco que su casa estaba invadida por toda una serie de hombres que pretendían a su fiel esposa Penélope quien desde su partida había hilado y deshilado su labor para así disuadir las aviesas intenciones de todos aquellos que a la ausencia del héroe espartano aspiraban la compañía de aquella mujer; ahí ataviado con ropajes de mendigo, pasaba junto a todo el pueblo sin ser reconocido incluso ni por su gran amigo Eubeo quién se cruzó a su lado sin notar nada especial, no fue sino hasta llegar cerca de un montón de estiércol, donde un famélico perro infestado de pulgas, ya muy viejo y casi inánime, al sentir su presencia tuvo la fuerza de levantar sus orejas, mover un tanto su cola y hacer un esfuerzo por incorporarse; este era Argos el fiel perro de Odiseo que a veinte años de su partida seguía esperando a su amo, ya no pudo incorporarse, aquél perro ágil y vigoroso que otrora fuera un excelente rastreador de presas yacía ahí con la ilusión de que su dueño regresaría algún día, ya no pudo acercarse a su amo, aún en su agonía esta acción fue de beneficio para Odiseo ya que de lo contrario lo hubiera delatado, solo tuvo tiempo para hacerle saber que ahí estaba, esperándolo como lo había dejado, dejando su vida, cumpliendo así su misión, Odiseo lo supo, pasó ante él y no pudo menos que derramar una lágrima, el gran Odiseo que había soportado estoico amarrado a un mástil el melopea canto de las sirenas, así como el embate de los más adustos peligros, sucumbía en su ser interior ante la muestra de amor y fidelidad que le expresaba en sus últimos alientos su agradecido can.
Aparte de Homero que en su magna y mitológica obra nos habla de Argos el fiel can de Odiseo, igualmente la mitología griega nos representa a Cerbero el famoso can de tres cabezas que resguardaba el inframundo fiel compañero de Hades y que fuese raptado por Hércules en uno de sus 12 trabajos impuestos, muy parecido a lo que en Mesoamérica se conoce como Xólotl o Dios del ocaso, de los espíritus, el que ayudaba a los muertos en su viaje a Mictlán, personaje de la estrella de la tarde y del inframundo.
Ya en la vida diaria cada uno de nosotros podríamos referir alguna bonita experiencia que hayamos tenido con este tipo de animales domésticos que ganan nuestro cariño y atesoran la compañía que brindan tanto en momentos felices como en momentos obscuros, la alegría que un perro genera tanto para un niño como uno mayor van marcados en la vida como refuerzo y grato momento que compartieron en nuestro andar y de las cuales se pueden contar un sinfín de historias.
Célebres han sido algunos perros que han pasado a la posteridad por grandes hazañas, mencionaré los casos de tres más conocidos:
El fiel astronauta; un 3 de noviembre de 1957 en plena carrera por la conquista lunar, la URSS hace despegar al espacio su segundo satélite artificial con su tripulante la célebre perrita criolla Laika ( su nombre proviene del vocablo ladrar; en ruso) un animalito de carácter dócil, despierto y mirada bulliciosa que fuera entrenada para esta misión cual avezado cosmonauta; consumiendo gelatina, constreñida a jaulas que iban reduciéndose de tamaño, acciones centrífugas para adaptarse a las turbulencias y ruidos extremos; su destino fue cruel, al cabo de unas horas en el espacio falleció a causa del calor y la deshidratación mayor a los 40 grados, para cuando el Sputnik se desintegrara en la atmósfera un 14 de abril ya Laika no había resistido.
A la pantalla grande se han llevado las historias de dos caninos que por sus hazañas han pasado a la posteridad, uno es el perro Husky de nombre Balto, originario de una región de la gélida Alaska en el año de 1925 la difteria había agobiado a una gran cantidad de niños que poblaban los hospitales de la región, desabastecidos de medicamentos, a casi mil kilómetros de distancia y con la nieve que hacía casi imposible cualquier desplazamiento, un poblador Gunnan Kaasen propuso llevar mediante un trineo arrastrado por perros la dotación de medicamentos requeridos para la salud de esos niños, Balto encabezó aquél centenar de animales que desafiando las inclemencias lograron la hazaña que salvo la vida de aquellos infantes. En memoria de esta acción Central Park de Nueva York conserva una estatua ofrendada a la resistencia, fidelidad e inteligencia.
El otro caso es el de Hachiko célebre compañero del Doctor Isauro Ueno profesor de la Universidad de Tokio quien en 1923 adoptara un cachorro de la raza akita el cual, cada día lo acompañaba a la estación de trenes en Shibuya para dirigirse a su trabajo, esperándolo ahí hasta su retorno, la muerte encontró a su amo en su trabajo un 21 de mayo de 1925, por lo que esa tarde ya no regresó, su fiel amigo lo esperó en ese andén paciente y melancólicamente por más de 10 años, hasta que cansado y exánime falleció, justo al pie de una escultura que los moradores de esa región le habían mandado elaborar un año antes.
Ejemplos podemos anotar miles de ellos, muestras de cariño, ternura, valor, agradecimiento, siempre serán recibidas de un ser que sin importar su pedigrí u origen y no importando nuestro éxito o fracaso, nuestro status o posición económica, siempre estarán ahí esperándonos para recibir de nosotros una caricia o un silbido que llene su propio mundo, un mundo del que nosotros somos sus principales protagonistas.
“No sabrán hablar, pero sabrán acompañar tu silencio¨”
Nota: Si te gustó este artículo acompaña tu like con una foto de tu querida mascota que este 21 de julio celebra mundialmente su dìa.