Por Daniel Aceves Rodríguez
Uno de los principales orgullos que México tiene en el arte es la aportación que casi durante medio siglo encabezó con un singular y extraordinario grupo de pintores muralistas que abrevaron durante el porfiriato todo el cúmulo de sentires y decires que la sociedad mexicana palpaba y expresaba de cara a un siglo XX que se veía avasallador y competente en un mundo que iba gestando ya el germen revolucionario que traería en consecuencia una serie de movimientos sociales que estallaron posterior a la primera década, entre ellos la primera confrontación mundial bélica en 1914.
Fuentes históricas nos señalan un marcado acento de antecedentes de lo que sería el muralismo en nuestros antepasados prehispánicos específicamente en la cultura Olmeca, de quienes se tienen vestigios preclaros de manifestaciones artísticas de este tipo, agregando las aportaciones en Teotihuacán y en la cultura Maya, llenos de simbologías teogónicas o de naturaleza ritual e histórica que hacen de Mesoamérica una amalgama rica en desarrollo escultórico y pictórico, añadiendo a esto el estilo didáctico y narrativo de murales que durante la Nueva España fue utilizado principalmente en templos y capillas para dar un sentido más evidente al proceso de evangelización y que han quedado como postrer tesoro cultural en gran cantidad de lugares que hoy se visitan turísticamente.
Sin embargo no fue sino hasta principios del siglo pasado cuando en nuestro país tuvo un auge singular el desarrollo del arte muralista siendo fundamental la presencia de dos personajes claves de este proceso, uno de ellos el maestro José Vasconcelos primer Secretario de Educación quien entre otras cosas impulsó de una manera importante La Academia de San Carlos germen importante de la Cultura y desarrollo de las artes plásticas, el otro es Gerardo Murillo conocido con el apodo de Dr. Atl, tomado de su afición por la filosofía y del nombre náhuatl atl que significa agua; este pintor jalisciense que tuvo contacto con el arte europeo con un gusto desmedido por los volcanes mexicanos (tan propios y tan significativos en la geografía patria) impulsó un movimiento de donde surgirían personajes tan importantes de la talla de: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, uniéndose a estos otra pléyade de artistas como Rufino Tamayo, María Izquierdo, Juan O Gorman entre otros.
Pero indudablemente la marcada influencia de los tres grandes Rivera, Siqueiros y Orozco fue un detonante para que México se posicionara durante toda la primera mitad del siglo XX como la cuna más importante del movimiento muralista en el mundo, simbolizado en la técnica y el contenido de las obras realizadas principalmente por estos tres artistas, que si bien su técnica, los métodos e innovaciones utilizadas por cada uno de ellos fueron reconocidas en todo el orbe, su contenido cargado principalmente hacia una orientación antisistema, pro soviético, anti yanqui y reaccionario fue causa de múltiples problemas con los gobiernos emanados de la Revolución que provocaron incluso el encarcelamiento de alguno de ellos o el destierro temporal del país, de igual forma el encono con el vecino país del norte que a pesar de reconocer la invaluable capacidad técnica y artística de estos tres personajes quienes no obstante a ello vivieron algunos años en Estados Unidos pudiendo pintar ahí algunas de sus obras: José Clemente Orozco durante los años veinte pudo pintar algunos murales en el Colegio de Pomona en California, lo mismo que Diego Rivera que en los años treinta pudo ser conocida su obra en el Museo de Arte Moderno, igualmente Siqueiros que durante su exilio en ese país pudo dejar rastro de su obra en Los Ángeles California.
Como bien lo expresamos, el contenido de la obra de estos tres exponentes estaba inmersa de un sentido más pro indígena, exaltando nuestra raíz aborigen pero con un cargado espíritu antihispano, igualmente la postura contra del régimen de Porfirio Díaz plasmando en él un modelo de opresión y señalamiento de abuso ante el campesino y el sector más humilde manifiesto en imágenes de dolor u oprobio que calaban en la carne del pueblo oprimido, claro ejemplo de la influencia tan marcada que sobre ellos tuvo la ideología socialista de Engels, Marx y Lenin que se hacían ver en los trazos pictóricos con un claro mensaje de la hoz y el martillo.
Para nadie fue secreto que David Alfaro Siqueiros se enlistó en las huestes revolucionarias y combatió entre 1936 y 1939 en apoyo al bando republicano español contra de Francisco Franco, y que fue señalado como partícipe y operador principal en un atentado contra el exiliado en México León Trotsky enemigo declarado de José Stalin el cual salió ileso de una lluvia de balas que Siqueiros junto a su cuñado Leopoldo Arenal Bastar y una escolta del propio Trotsky perpetraron en la casa que este tenía en 1940 en Coyoacán, igualmente la militancia comunista y su admiración a la orbe soviética por parte de Diego Rivera fue fundamental y clara influencia en su obra pictórica.
Orozco por su parte fue un artista que plasmó más la condición humana en un carácter profético o naturalista, sus frescos sobre la condición humana como es “El hombre en llamas” que podemos observar en el Hospicio Cabañas de Guadalajara nos remonta al Prometeo mitológico que se rebela de su condición.
Importante aportación al arte del mundo tuvo México en cada uno de estos artistas que hoy recordamos en este espacio y cuya obra podemos apreciar en diferentes lugares de nuestro país y el extranjero.
Por cierto María Izquierdo fue una pintora que tuvo el valor de enfrentarse a estos Muralistas ante su monopolio y actitud misógina, pero esta, será otra historia…