Noviembre de 1919
Está registrado. El del poeta tepicense Amado Nervo ha sido el sepelio más concurrido de la historia de México, y se tienen testimonios directos tanto fotográficos, periodísticos y literarios de tal acontecimiento. El finado Carlos Monsiváis dijo que ni los entierros de “Cantinflas” o de Pedro Infante se compararon al de Nervo, ni en número de cortejos, honores, ni aún en sentimentalidad.
El reconocimiento popular en España y Latinoamérica, sobre la vida y obra de Amado Nervo, se vio reflejada en la grandeza de sus funerales, los cuales duraron alrededor de seis meses. Todo comenzó en Montevideo, Uruguay, donde el Congreso de ese país lo designó “príncipe de los poetas continentales”. En México la recepción fue aún más impresionante, la comitiva funeraria llegó el 14 de noviembre a la capital, donde se estima que asistieron 300 mil personas a contemplar el cortejo.
Por esas fechas, sus poemas fueron recitados por miles de personas y en las librerías se agotaron las ediciones de sus obras.
Este tipo de reacción se entendería en la época actual, en dónde la televisión y las redes sociales pueden elevar al instante la fama de una persona, pero esto ocurrió en 1919, cuando más de un tercio de la población nacional era analfabeta ¿cómo era conocido?, ¿de dónde venía su fama?
Esto se debió a la conexión que estableció Nervo con los hispanoparlantes a través de declamadores que en ceremonias y aún en reuniones familiares repetían sus poemas.
La cátedra de Juan Villoro en Tepic
Al narrar “Los funerales del Éxtasis”, Juan Villoro señaló, que cuando los restos mortales de Nervo llegan a la rotonda de los hombres ilustres, un tercio de la Ciudad de México se vuelca a rendirle honores; dichos funerales duraron medio año, comenzando en Montevideo, Uruguay donde muere el poeta el 24 de mayo de 1919 y concluyendo el 14 de noviembre del mismo año en México.
“Este largo cortejo es particularmente singular, no hay en la historia un antecedente náutico semejante, un barco, el Uruguay pintado de negro por luto lleva los restos de Amado Nervo y una tripulación de 218 hombres, de los cuales 33 son soldados que representan a los 33 héroes orientales que fundaron la República Oriental del Uruguay”, explicó el escritor mexicano.
Agregó que Uruguay tomó como propio el funeral y creó una extraordinaria puesta en escena; dijo, que cuando el cortejo llegó a Montevideo se le rindieron honores al cadáver embalsamado, posteriormente se unió al cortejo la embarcación “9 de julio” enviada por Argentina, que llevaba 328 personas, “van además muy lento en el mar, imaginen la escena de un barco pintado de negro y avanzando lentamente entre las aguas, eso da una idea de la dimensión épica del suceso”, enfatizó.
El escritor mencionó, que toda esta apoteosis ocurre por la extraordinaria influencia de Nervo en las distintas zonas de la cultura, puesto que fue un poeta fabulosamente leído y recitado, que la gente se sabía de memoria.(Boletín UAN)
La crónica del ensayista Eduardo García Guerrero
El deceso del tepicense Amado Nervo conmocionó a toda América Latina. El gobierno uruguayo le organizó funerales de ministro de estado y se dispuso que sus restos fueran depositados en el Panteón Nacional.
Su féretro estuvo expuesto durante dos días en la Sala de Actos de la Universidad de Uruguay.
En el trayecto de la Universidad a la necrópolis de Montevideo, la gente arrojaba flores desde los balcones, al paso del cortejo.
En el cementerio, en una ceremonia presidida por el presidente de Uruguay en persona, Baltasar Brum, tuvieron lugar numerosas oraciones fúnebres oficiales, de parte de ministros de Uruguay, Argentina, Brasil e Italia. El cadáver quedó depositado en la cripta donde se encuentran los restos de José Artigas y demás prohombres de Uruguay.
De vuelta a México
No fue sino hasta fines de octubre, que quedaron terminados los arreglos para el traslado del cuerpo.. El ataúd, con los restos del poeta, fue embarcado a bordo del crucero Uruguay. La República de Argentina envió al crucero “9 de julio”, para que formara parte del cortejo fúnebre y, en el transcurso de su navegación lo acompañaron, en algunos segmentos del viaje, buques brasileños y venezolanos. El presidente de Cuba, Mario García Menocal, solicitó que el cortejo entrara a La Habana, para rendirle un homenaje al bardo mexicano. Una vez atracado en Uruguay en los muelles de la capital de la mayor de las Antillas, se llevó a cabo una ceremonia luctuosa en la que varios oradores elogiaron la memoria de Amado Nervo y numerosas damas colocaron guirnaldas de flores sobre su ataúd. A la comitiva se unió también el buque escuela Zaragoza, enviado por el gobierno mexicano a La Habana.
La comitiva naval zarpó de La Habana el 9 de noviembre.
Los honores
El convoy llegó frente a Veracruz el 10 de noviembre a las tres de la tarde. El espectáculo que entonces contemplaron los veracruzanos fue grandioso; al ver avanzar con tanta majestuosidad las cuatro naves, formando un cortejo digno de un rey o un emperador. Cada nave que entraba a puerto, disparaba una salva de 21 cañonazos, mismos que eran contestados por las baterías del fuerte de San Juan de Ulúa.
Ése día, debido al mal tiempo no se pudo hacer el traslado de los restos a tierra.
Al día siguiente, 11 de noviembre, a las diez de la mañana y en presencia del licenciado Salvador Diego Fernández, representante del gobierno mexicano para recibir los restos, y con la presencia de las oficialidades de los cuatro barcos, el capitán del Uruguay hizo entrega formal de los despojos mortales. El acto fue sumamente conmovedor: El capitán del Uruguay, terminó su discurso con estas palabras:
“Ahí lo tenéis, os entrego lo único que se puede entregar del poeta muerto: Sus restos mortales. En cuanto al Amado Nervo inmortal, no puedo entregároslo, porque también nos pertenece; porque pertenece a las glorias literarias de Hispanoamérica”.
Sus restos permanecieron un día más en Veracruz, donde fueron velados en una capilla ardiente instalada en el Teatro Principal. Esa misma noche se efectuó una velada literaria en su honor.
Al día siguiente, el féretro fue embarcado en un tren especial a la Ciudad de México. Durante todo el trayecto fue objeto de manifestaciones populares de duelo, la mayor de ellas a su llegada a la capital, donde fue sepultado con todos los honores en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Por fin, después de casi seis meses de haber fallecido, el poeta descansaba en su patria, ésa patria a la que tanto amó, a pesar de tantas desilusiones y desencantos, a pesar de tanto luchar por hacer de ella una mejor nación. En este caso, sus predicciones, cuando escribió el poema Mi México, se cumplieron:
Nací de una raza triste,
de un país sin unidad,
ni ideal ni patriotismo;
ni optimismo