En Los Tiempos De…
San José del Valle, antes Papachula
El sitio que ocupa San José del Valle se llamó Papachuia, que significa el que otea, el que vigila. Este nombre se aplica al cerro conocido como La Calavera, donde se encuentra actualmente el panteón. El cerro se localiza en el centro del valle y desde su altura se aprecia hasta el último rincón de la planicie. Desde este cerro, los indígenas locales vigilaban a los grupos que llegaban por sal a las lagunas de El Quelele y el Chino. Aquí fue Papachuia, el punto estratégico desde donde se vigilaba, tanto a los amigos como a los enemigos.
Después de la conquista española, aparece con el nombre de San Juan Papachula, con capilla y doctrina de clérigos. Pero la historia más sobresaliente de este lugar, inicia con el establecimiento de la propiedad de las monjas de Santa María de Gracia de Guadalajara.
En 1583, Don Hernán Gómez de la Peña, regaló al Colegio de Santa Catalina de Guadalajara una propiedad en el Valle de Banderas. Consistió en una huerta de cacao que producía 60 cargas al año “y una estancia con pocas yeguas y vacas”, que se extendía hacia terrenos de Santiago Temichoque, hoy Valle de Banderas.
Hacia 1623, a Papachula se le identificaba también con el nombre de “Las Monjas” o “Las beatas de Guadalajara, y estuvo dedicada a la crianza de ganado mayor.
Hacia 1694, después de varías compras, la propiedad de Papachula o Las Beatas abarcaba todo el lado nayarita del río Ameca. Es decir, las tierras con las que después se formaron los ejidos de San Juan de Abajo, San José del Valle, Porvenir, San Vicente, La Jarretadera, Bucerías y la Cruz de Huanacaxtle. Por la costa, sus límites se extendían desde la desembocadura del río Ameca hasta Punta de Mita.
En “Las Monjas” se criaba mucho ganado que se enviaba a Compostela y de ahí a la ciudad de México. Para darnos una idea del ganado que manejaba la hacienda en aquel tiempo, basta leer un litigio donde “las beatas” acusaban a Diego de Aguirre, dueño de San Nicolás Ixtapa, de haberse metido a sus tierras y tener en ellas como 2000 cabezas de ganado y caballada que les destruía sus pastos.
Hacia 1850, Papachula pertenecía la familia González Villalaz que lograron concentrar todas las tierras de la región, excepto las que pertenecían al pueblo de Valle de Banderas. Para entonces había cambiado su nombre por El Colexio, y ocupaba todas las tierras a uno y otro lado del río Ameca.
De Papachula a San José, el cambio de nombre
A finales del siglo XIX, la Compañía Gayou deslindó casi todas las tierras localizadas entre la sierra de Vallejo y el lado Norte del río Ameca. Con estos terrenos se formaron las haciendas de San José, San Vicente, El Tecomate, El Colomo, Jarretaderas, Garra de Cuero y Proindivis. Los terrenos fueron vendidos a Isabel Arreola, Fernando Guerra, Salvador Peña, José Sotero Gil, Justo Amaral, José María Encarnación, Emiliano Ramírez y Félix Ponce. En el predio que compró José María Encarnación se encontraba un sitio conocido como La Capulinera y otro La Concha donde se asentaba la pequeña ranchería.
Hacia 1923, algunas propiedades había cambiado de manos. Al parecer, José María Encarnación vendió a otro José: José Lepe. Es en esta fecha cuando aparece por vez primera el nombre de San José y es probable que se deba a alguno de sus dos propietarios. De 1934 a 1937, durante el reparto ejidal, el nombre de San José se había quedado definitivamente. Por su condición de anexo de Valle de Banderas, durante esta etapa se le agregó el añadido de “del Valle”. En ese entonces, San José era una pequeña población de pocas familias y pocas casas como lo atestigua la señora Amparo Gómez Villalvazo:
“No había casas de teja más que la hacienda de Godínez. Ahí donde está la escuela eran puras casas de raja y tejas. Cuando yo llegué aquí estaban los Peña, mi comadre Victoria, Regino y todos, Pablo Cárdenas, estaban los Godínez, los Lepe y los García, Úrsulo García, y gente que venía de cabos a trabajar. Ya a poco se vinieron los chileros. Todo eso eran casas de palapa” puras casa de palapa, nomás la hacienda y el almacén eran de teja.
Cuando se trataba de decir misa, la decían con Godínez. Un día, el padre Galaviz dijo que no era justo que siendo tan grande San José, no tuviera una iglesia aunque fuera de ramada. Entonces iba mi madre, la finada Cuquita Castillón y todas ellas, iban a pedir cooperación para hacer la iglesia. Por lo que dijo el padre, todos cooperaron y hicieron una casita de teja.
Una vez, mi madre no encerró la puerca que estaba engordando para venderla. Y, allá abajo, mataban los puercos que iban a hacer daños a las parcelas. Apenas iba mi madre aquí con Pablo Cárdenas, cuando le mandaron decir que habían herido a la puerca. Y mi madre, en vez de venirse por la puerca, se fue con el Señor San José y le dijo: “cómo te voy a creer, yo no metí mi puerca por venir a juntar dinero para que te hagan tu casa” Mira San José, si no me alivias mi puerca ya no voy a salir a pedir para ti”.
Bueno, la inyectaron con penicilina en ese tiempo” y se alivió la puerca. Cuando mataron la puerca, ¡pesó 115 kilos! Entonces fue Chiliano con mi mamá y le dijo: “oye, vengo a preguntarte a qué santo le encomendaste tu animal, tenía siete postas en el hígado la puerca”
A ninguno-dijo mi madre- fue con una regañada que le puse al Señor San José
Hoy, en San José del Valle la importancia de la tierra y la ganadería sigue siendo vital. Muestra de ello, son las exposiciones ganaderas que se han retomado con mayor fuerza en los años 2015 y 2016. Este día, el Gobierno Municipal que encabeza el licenciado José Gómez Pérez, rinde un sincero homenaje a aquellos hombres y mujeres que han contribuido con su trabajo y dedicación al crecimiento de este de este poblado, que tiene como patrono a uno de los más destacados santos de la Iglesia Católica: el Señor San José.