Hábitos “normales” en una relación de pareja que en realidad son tóxicos

Cuando te ves inmerso en una relación tóxica, a veces ni siquiera te das cuenta de que estás en una

El amor dista mucho de una relación tóxica: el amor no duele, no se condiciona, no es un lastre y debe regalarse a diestra y siniestra, recordando la capacidad que tenemos de amarnos libremente los unos a otros.

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Sin embargo, bajo el estandarte del amor, a veces se permiten actitudes y conductas que en realidad hacen mucho daño y provocan que una relación se convierta en una tóxica.

Una baja autoestima puede desencadenar que aceptes a una pareja tóxica y vivas una historia que, más que de amor, parecerá de terror.

Debes estar muy alerta para descifrar si en verdad tu relación de pareja es una sana y no un campo de batalla, donde vas a morir una y otra vez si no terminas con la codependencia que se origina en una relación tóxica.

Algunas actitudes y conductas que pueden parecer normales, pero en realidad no son sanas, y generan una toxicidad entre la pareja.

Por ejemplo, una común es llevar un conteo de errores. Si tu pareja te echa en cara cada que puede los errores que has cometido en el pasado y te lo sigue reprochando a la primera oportunidad que tiene, es señal de que estás en una relación tóxica.

Nadie se salva de equivocarse y estar con alguien que te recrimina una y otra vez tus fallas y lo que provocaron no es sano. Una vez que se otorga el perdón, los errores deben quedarse en el pasado, y con temple y madurez evitas cometerlos otra vez. Pero si cada discusión se convierte en una serie de reclamos de actos pasados, algo no anda bien.

Tener una conducta pasiva-agresiva también es señal de toxicidad en una pareja. Muchas veces, en lugar de decir que estamos enojados o que algo nos lastimó, pretendemos darle “pistas” al otro para que entienda nuestra molestia y dolor. En lugar de sostener una conversación honesta y madura, buscamos hacer sentir mal al otro con acciones y comentarios agresivos, pero con tono y actitud amables. Si no puedes dialogar con tu pareja de una forma abierta y clara, ahí tienes otra señal para considerar que tu relación es tóxica.

Los chantajes son otro signo. No es válido tratar de manipular a otro para que se quede a tu lado. Es tu pareja, no tu rehén. Los chantajes provocan culpa y no puedes retener a alguien haciéndolo sentir menos.

Hacer responsable a tu pareja de tus propias emociones es otra forma de desencadenar una relación tóxica. Nada en esta vida es personal y lo único que podemos gobernar es a nosotros mismos, por lo tanto, no es responsabilidad de tu pareja cómo te sientes o no.

Es verdad que podemos reaccionar, pero la reacción que tenemos es responsabilidad propia. Tus emociones no pueden estar supeditadas al actuar de tu pareja y no se vale echarle la culpa si te sientes mal. Las emociones son propias y nadie, más que uno mismo, decide sobre las mismas.

Los celos y la posesión son siempre parte de una relación tóxica. Desde un simple enojo por “voltear a ver a alguien”, hasta violar la intimidad (por ejemplo, revisar su celular o correo electrónico), es una conducta celosa con la cual sólo se demuestra inseguridad y se desatan pleitos desproporcionados, porque creemos que el otro es de nuestra posesión y se nos olvida que no es posible ser dueño de alguien más. No existe ni siquiera una conducta celosa sana. En el amor, el respeto y la confianza son primordiales y no hay cabida para celos.

Comprar soluciones para resolver problemas de pareja también es una conducta que puede acarrear toxicidad. En lugar de solucionar un conflicto, se compran regalos o se pagan viajes o cualquier cosa por el estilo, que restan importancia al verdadero problema y no existe un diálogo real que permita resolver lo que en realidad anda mal.

Involucrarte con una persona tóxica puede tener consecuencias que podrías arrastrar por mucho tiempo. Debes ser honesto contigo mismo y si tu relación presenta este tipo de hábitos y conductas, sería bueno que analizaras si vale la pena o no seguir con ella o tener el valor de renunciar libremente a una toxicidad que normalmente tiene un resultado muy doloroso y reconstruirse tras una relación tóxica no es sencillo.

Y como diría mi abuela: “Más vale solo, que mal acompañado.”

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