Véritas Liberabit Vos
En efecto el día 17 de julio de 1928 los congresistas guanajuatenses le ofrecían una comida al Presidente electo Álvaro Obregón quien asumiría por segunda ocasión el mandato que ya había ostentado de 1920 a 1924 y que por una modificación actual en la Constitución se permitía la reelección no continua de un candidato; así las cosas asistido por un séquito importante de sus correligionarios y recibido por los políticos del Bajío, Obregón llegó sonriente a la que sería su última cita con el destino, ingresó al entonces restaurante La Bombilla ubicado en San Ángel en la capital de la República de tan buen humor que a pesar de ser proclive a las fotografías en esta ocasión no quiso ser muy benevolente con las mismas y bromeó un poco al decir que no se tomaría más fotos hasta terminado el evento, ya que lo habían invitado a una comida no a una sesión fotográfica; ya no cumplió su promesa, puesto que esas serían sus últimas tomas gráficas, no así un dibujo o caricatura que vendría a ser clave en este atentado fatal.
La comida transcurría como estaba prevista, el ánimo y el espíritu de triunfo permeaba en el ambiente, un ambiente que señalaba la continuidad de un gobierno que vislumbraba culminar en 1932 ya en un México postrevolucionario con una mirada más a la modernidad, pero volviendo al momento, la mirada que si llamó la atención al futuro Presidente fue la de un joven de buenas maneras que abstraído se esforzaba en dibujar una caricatura o imagen del próximo mandatario, que lleno de contento pidió a ese joven que se acercara para ver de cerca el dibujo que estaba realizando; mientras los comensales departían y se enfrascaban en charlas entre los más cercanos a sus sillas, aquél joven que se hacía llamar Juan, recorrió algunas mesas, pasó detrás de unos arreglos florales que engalanaban el ágape y se colocó justo a espaldas del General mostrándole con su mano izquierda aquel papel con su caricatura, pero con la otra mano desfundó un revolver Star automático calibre 35 del cual pudo disparar a quemarropa sobre la humanidad de Obregón que ávido en lo que veía no pudo darse cuenta de lo que se perpetraba, el reloj marcaba las 14:23 horas.
Las crónicas hablan de cinco balas percutidas quedando una en el revolver que supuestamente utilizaría el agresor para suicidarse, otros estudios posteriores han marcado una diversidad de hechos donde se analiza la necropsia y con base en sus argumentos se revela que el número de impactos sobre el cuerpo de Obregón fueron muchos más ( remito a la obra de Francisco Martín Moreno “México Acribillado” Editorial Planeta 2012) lo que da paso y fortalece la hipótesis de que hubo más de un tirador solitario y varios móviles para este atentado; lo cierto es que ante la sorpresa y mirada atónita de los comensales quedó un momentáneo autor material del mismo, un joven de 25 años de nombre José de León Toral quién no se alejó del lugar, fue inmediatamente detenido y llevado a los separos de donde nunca salió hasta su ejecución por fusilamiento el 9 de febrero de 1929 en Lecumberri no sin antes seguir un penoso juicio donde a pesar de haberse declarado culpable como asesino solitario donde actuó movido por un sentimiento de conciencia liberador para sus creencias, se involucró a un número de personajes sobre todo del ámbito católico que había sido duramente perseguido en esos años con los Gobiernos de Obregón y Calles lo que dio paso al conflicto conocido como Guerra Cristera, uno de estos personajes que fue condenada a veinte años de prisión fue la religiosa Concepción Acevedo de la Llata mejor conocida como la Madre Conchita a quién se acusó de instigadora y autora intelectual de dicho asesinato.
El magnicidio de Obregón marca un parte aguas en la Historia de México, ya que dio fin a esa época de caudillos donde imperó la barbarie en la forma de culminar gobiernos o aspiraciones políticas, así podemos enumerar entre otros los asesinatos de Madero y Pino Suarez en 1913, la muerte de Zapata, de Carranza, de Pancho Villa y de las víctimas de Huitzilac donde falleció el General Francisco R. Serrano rival de Obregón, así como la muerte de Arnulfo R. Gómez igualmente aspirante al gobierno en ese momento.
La muerte de Obregón permitió a Plutarco Elías Calles consolidar su poder extendiendo su fuerza por seis años más con sendas Presidencias de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez etapa de la Historia conocida como el Maximato, ya que así se le conocía a Calles como el Jefe Máximo de la Revolución Mexicana.
Dos datos curiosos derivados de esto; por decisión familiar los restos del Presidente electo serían inhumados en su natal Nainari Sonora, y fue sus restos mortales trasladado en tren, solo que debido a las fuerte lluvias el río Santiago se desbordó y averió un puente, situación que generó que el cadáver permaneciera en Tepic, y por lo tardado de la travesía y el calor se decidió embalsamarlo en esta ciudad, (anécdota local).
Por otro lado cuando en el país alguien preguntaba ingenuamente ¿Quién mató a Obregón? La respuesta que se recibía era muy circunspecta y sibilina: Shhhhh ¡Calle! se y Pórte se bien! (anécdota irónica).
Lo cierto es que México vivió ese año el único magnicidio de su historia, curiosamente sesenta y seis años después otro sonorense pero siendo candidato a la Presidencia caía abatido en campaña también por un asesino solitario, pero esa, esa será otra Historia.