Véritas Liberabit Vos
Recordemos que pocos años después de haber sido proclamada nuestra independencia, el territorio nacional tenía una dimensión aproximada de cinco millones de kilómetros cuadrados, incluía hacia el sur casi todo Centroamérica hasta antes de Panamá y en el norte los actuales estados de Arizona, California, Nevada, Nuevo México, Utah, parte de Colorado y Wyoming y claro Texas (con sus extensos territorios ricos en petróleo y sus amplios campos agrícolas y mineros).
México era así un país nuevo con un vasto territorio lleno de riquezas cual cuerno de la abundancia tal como fue descrito por el ilustre geógrafo el barón de Humboltd, desgraciadamente esta naciente y floreciente nación careció de una guía férrea y ordenada en lo que a la aglutinación y guía del país requería a la rápida caída del Imperio de Iturbide, las diferencias de opiniones entre los grupos conservadores y liberales gestaron la separación de las provincias de Centroamérica en julio de 1823, mientras las facciones centralistas y las federalistas se ponían de acuerdo en la forma de gobierno para México.
La Constitución de 1824 que adopta un sistema Republicano y Federal sentó algunas bases, más sin embargo la inestabilidad generada por las continuas pugnas de poder y ambición fueron permitiendo que a su sombra se gestaran movimientos en los Estados del Norte que tendrían consecuencias fatales para nuestro país. Entre 1829 y 1835 la lucha entre liberales y conservadores ideológicamente orquestada por las logias provocaba la caída de Vicente Guerrero, el ascenso de Anastasio Bustamante, y el surgimiento del general Antonio López de Santa Anna quién tendrá una participación relevante en esta etapa de nuestra historia con resultados no muy favorables.
Como resultado de esta lucha interna a finales de 1835 se elabora una nueva Constitución conservadora conocida como la de las Siete Leyes que deroga el régimen federal y establece una República centralista, esto dará pie a que las políticas expansionistas de una nación con un Destino Manifiesto desde 1776 en que se había independizado de Inglaterra encontró una excusa en este giro al centralismo y promovió entre los colonos que ya desde hacía años radicaban en esos territorios texanos a buscar su independencia, se sembró en campo fértil ya que más del 80 % de los habitantes de Texas eran colonos provenientes de Norteamérica y ese sueño acariciado desde entonces estaba cerca.
El desenlace fue predecible, bajo el pretexto de que el Gobierno mexicano apoyaba el federalismo con la nueva ley, los colonos se sublevaron, hubo un incidente por la muerte de un texano a manos de un soldado mexicano lo cual desencadeno la guerra, el general Antonio López de Santa Anna inicio una sanguinaria cacería que sofocó las insurrecciones de Zacatecas no así en Texas donde posterior a algunas victorias es derrotado en la batalla de San Jacinto hecho prisionero y reconociéndole la independencia al Estado de Texas, el final era lógico en 1845 Texas pasa a ser una estrella más de la Bandera Norteamericana
La Historia nos enseña y nos hace reflexionar, pero depende de cada uno de nosotros que tanta experiencia pueda uno obtener de lo que ya caminaron nuestros antepasados, bien dice un autor: “Quién no conoce la Historia, está condenado a repetirla” y por eso en muchas circunstancias y pasajes se expresa que los mexicanos no tenemos memoria histórica, yo difiero un poco de esta premisa, más bien me voy por aquel pensamiento de un ideólogo de aquellos años quién con gran dolor de su corazón al ver caer a nuestro pueblo bajo el rigor de un país poderoso que aprovechaba las circunstancias, la diferencia de edades y futuro de miras como país, dejando a la posteridad lo siguiente: “Pobre México tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos”.
Página triste de la Historia patria, que nos muestra a una nación que por las luchas intestinas no encontraba su rumbo, sin embargo el legado de muchos héroes que lucharon por ella es mayor y digno ejemplo de emulación y orgullo que nos insta al trabajo diario honesto y cabal.
Por cierto aunque las crónicas marcan que esta lapidaria frase la dijo el regiomontano Nemesio García Naranjo, la mayor parte de las referencias la adjudican al General Porfirio Díaz, pero esto, esto será otra Historia…