Véritas Liberabit Vos
Las diez y nueve medallas ganadas por el país anfitrión entre ellas la tan anhelada presea áurea en futbol (única que les faltaba en su grandioso palmarés balompédico) así como la del voleibol varonil fueron un bálsamo que mitigó e hizo olvidar las razones por las cuales su Presidenta Dilma Rousseff no participó ni en la ceremonia inaugural ni en la clausura de tan importante evento, así como la rechifla que provocó el corto tiempo de aparición de quién hoy ostenta la representación del país Michel Temer al dar las efímeras palabras de inicio.
Esta semana Brasil llevará por segunda ocasión a un Presidente en funciones a comparecer ante el Senado en un juicio político conocido como impeachment donde los integrantes de la Cámara Alta investidos de jueces decidirán la destitución formal y su inhabilitación para ocupar cargos públicos durante ocho años, recordemos que desde el doce de mayo Dilma Rouseff está suspendida temporalmente de sus funciones de jefa de Estado y de Gobierno por 180 días mientras llega la finalización de este proceso.
La primera experiencia que tuvo este país de un juicio político fue hace veinticuatro años cuando Fernando Color de Melo fue conducido con el mismo sino que la actual mandataria, solo que el un día antes de la comparecencia dimitió, no así en el caso actual, donde la presidenta ha dicho que llegará hasta las últimas consecuencias.
Por esta razón ahora los ojos del mundo están fijos en este país sudamericano ya no por un evento deportivo, sino porque dentro de la peor crisis económica que Brasil no vivía desde 1930, ahora los más de 204 millones de habitantes experimentan un proceso provocado principalmente por dos aspectos fundamentales, primero; la crisis desencadenada por caso de corrupción en PETROBRÁS (petrolera estatal) del que se dice recibió jugosos sobornos y apoyos para su campaña de reelección en 2014, así como de las obras públicas, además del affaire conocido como Lava Jato, y en segundo lugar la crisis económica desatada por la caída de los precios internacionales de los recursos naturales no renovables, una mala gestión económica que unida a la crisis fiscal detonó en un aumento galopante del desempleo, el cierre de una gran cantidad de empresas y el impacto en la atención a sectores prioritarios como salud y educación.
Sin embargo las razones específicas de sentar ante el tribunal a la Jefa de Estado es la acusación en los llamados “crímenes de responsabilidad” donde más que específicamente por corrupción es por haber realizado un manejo alterado de las cuentas, utilizando fondos de bancos públicos para cubrir durante los años de 2014 y 2015 programas de responsabilidad del Gobierno, maquillando así el déficit presupuestal, violando de esta manera normas fiscales establecidas por la constitución que ella dijo defender y respetar.
Ahora la ex militante de la guerrilla izquierdista, la ex Ministra de Energía y Minas con Inácio Lula da Silva, la primer mujer al frente del quinto país más grande del mundo, volverá a ser enjuiciada ante un tribunal, ya en los albores de los años setentas fue condenada a tres años de prisión por su participación como militante y feroz activista de La Organización Revolucionaria Marxista Política Obrera (POLOP) que se oponía a la dictadura militar que había llegado al poder en 1964, y de la cual era una férrea opositora.
Se ve difícil que el Senado pueda revertir una situación donde la balanza está cargada hacia la decisión que ya se vislumbra en el ambiente que es el de la deposición, lo que está en juego ya no es solo una cuestión legal, es la estrategia política de los actores involucrados en ella, es hacer valer la democracia del pueblo brasileño que ha visto como las medidas impopulares en pleno auge de la crisis económica han llevado al país a una recesión rampante y a un descrédito político que los ha sumido cada vez en una espiral descendente de su Producto Interno Bruto y en una escandalosa cifra de más de diez millones de desempleados.
Han sido trece años en el poder del Partido de los Trabajadores (PT) y el gran país que es Brasil sufre las consecuencias de gobiernos populistas , por esto es que a pesar de la posible defensa que establezca Rousseff, de que mencione que no hay argumentos y que es víctima de un golpe de estado disfrazado, de los 81 senadores se sabe que casi 54 de ellos independientemente de lo que se desahogue en el juicio ya tienen tomada su decisión, se busca dar un giro en las políticas del país, y ya la izquierda tuvo su tiempo y las consecuencias saltan a la vista; veremos en esta semana el desenlace, pero parafraseo al colombiano García Márquez en una de sus obras, considero que el resultado es la crónica de un cese anunciado.