Por Daniel Aceves
El día 30 de mayo se conmemoró en toda Francia un aniversario más de aquella joven mártir que recibió la distinción de ser nombrada patrona de ese gran país de Europa, lugar con toda la prosapia de haber sido la Francia legado del Rey Clodoveo quién en el siglo V consagrara a todo el reino galo a la religión católica, cuna de Carlos Martel quién en el año 732 detuvo en la batalla de Poitiers el avance musulmán que ya para ese momento había tomado todo el reino español el cual estuvo bajo su dominio durante siete largos siglos; tierra de Pipino el Breve quién junto con el Papa Esteban II fundara en el siglo VII la dinastía Carolingia para así constituir la simiente de la que nacería una flor que daría un fruto inmenso a la historia no solo de esta bella región, sino de todo el mundo.
La fortaleza de este país se desarrolló en con presteza y bonanza, sin embargo siglos después a la muerte del Rey Carlos VI ocurrida en 1421 la nación se vio amenazada por el derrotero que había tomado la Guerra de los Cien Años con su rival ancestral que era el Imperio Inglés, en ese momento las tropas inglesas habían incursionado en una gran extensión de territorio y el peligro de que todo el país cayera en sus manos era latente, cuanto más que el heredero al trono Carlos VII poseedor de un débil carácter no daba muestras de liderazgo para ordenar y dirigir la reconquista y a sus espaldas el Duque de Borgoña en quién el futuro Rey había depositado sus esperanzas hacía tratos con el enemigo.
Solo quedaba un reducto de Francia, reducto que en esos momentos era considerado el último bastión para la resistencia, nos referimos a la ciudad de Orleans, que de caer en manos enemigas, sería la ruina definitiva de este gran reino.
En esos aciagos días surge la figura de Juana de Arco, una joven campesina originaria de la ciudad de Domremy en Lorena, su infancia fue la de una niña caritativa y obediente, de quién se dice a la edad de trece años comenzó a tener visiones, de tal forma que a los dieciséis años esas visiones le mandaron que se pusiera en contacto con el heredero al trono para pedirle la dejara al frente de un grupo de soldados para tomar la ciudad de Orleans y así poder llevar a Reims al futuro Rey y que ahí una vez consumado el triunfo fuese coronado Rey de Francia.
Impensable situación turnada por una joven que ni leer sabía, encontraba los sentimientos y hacía dudar y vacilar a la fe más fuerte en un país católico como lo era la Francia de ese momento, difícil fue entender que Dios se valía de una joven así para realizar su voluntad, finalmente la razón privó sobre todas las opiniones en contra; de tal manera que la obra se realizó, esa casi niña encaminó a su ejército a una memorable batalla que a la postre dio el reinado a Carlos VII, pero, las intrigas, la incredulidad y el egoísmo ensombrecieron el corazón del rey que unido a las traiciones actuó dejando sin apoyo y abandonada a Juana de Arco, quien fue herida, hecha prisionera y dejada en manos de los ingleses, sometida a quince tribunales adjudicándole cargos de brujería, herejía y desobediencia, así ante la complacencia del Obispo francés Cauchón, fue llevada por los ingleses a la hoguera para ser quemada viva.
Cuentan las crónicas que resistió heroicamente su suplicio, su cuerpo fue consumido por el fuego pero se menciona que su corazón permaneció intacto, situación que fue considerada en su proceso de canonización, ya que después de varios años de estudio e investigación, se declaró inválido su proceso acusatorio y en 1909 el Papa Pío X la declaró beata y pocos años después en 1920, Benedicto XV la canonizó llevándola a los altares y tomándola Francia como la patrona de esta tierra a la cual defendió con su fe y su decisión irrenunciable.
Juana de Arco murió mártir y fue necesario luchar para quitar de su nombre las acusaciones que fueron aplicadas a su persona para que ahora muchos años después, se recuerda el legado de esta joven que sin tener ningún conocimiento del arte de la guerra, ni algún otro aspecto que la relacionara, pero sí una fe viva en aquello que recibió y concibió como un llamado divino, que hizo convencer a un Rey de algo que parecía lo más descabellado, arriesgado y fuera de todo lugar.
La historia está ahí, escrita por los vencedores y aceptada por los vencidos, que reconocen en Juana de Arco una mezcla de deseo humano y patriota y por otro la de una joven llamada por Dios como un instrumento para cumplir con ella su voluntad, Francia estaba llamada a figurar en el concierto de las naciones y no a desaparecer como parte de un imperio ante el cual era inminente su rendición.
Recordemos así a esta joven con su traje de soldado, blandiendo en una mano la espada y en la otra su estandarte del reino de Francia con su mirada al horizonte esperando la batalla decisiva.