Por Daniel Aceves Rodríguez
En la mañana del 23 de noviembre de 1927 en el interior de las instalaciones de lo que es hoy el edificio de la Lotería Nacional de la Ciudad de México; fueron fusilados el Padre Miguel Agustín Pro Juárez, su hermano Humberto Pro Juárez, el Ingeniero Luis Segura Vilches y Juan Antonio Tirado Arias, la orden expresa venía directamente del presidente Plutarco Elías Calles, el motivo: ser responsables de un atentado en contra del expresidente y en ese momento candidato General Álvaro Obregón, esta sentencia fue llevada a cabo por el General Roberto Cruz en la entonces inspección de policía.
Diez días antes, el domingo 13 de noviembre el General Álvaro Obregón y alguna de su comitiva viajaba por la calzada de los Filósofos en el bosque de Chapultepec haciendo tiempo para posteriormente llegar a la plaza de toros a presenciar una corrida, en un determinado momento, un auto Essex se empareja al Cadillac del sonorense y ante la mayor sorpresa recibe el impacto de dos bombas caseras que son lanzadas desde el vehículo que se había acercado; las bombas solo generan rompimiento de vidrios y algunos destrozos del vehículo pero la integridad de Obregón queda intacta, los guardias de éste persiguen al coche agresor y tras una serie de disparos a unos metros de distancia queda impactado con una persona herida en su interior: Nahúm Lamberto Ruiz que al poco tiempo fallece, los demás integrantes lograron huir.
La noticia empezó a correr en toda la ciudad y el atentado no fue impedimento para que el General Obregón dejara de asistir a la corrida de toros donde el sonido local de la plaza de toros La Condesa avisara de su presencia y del beneplácito por que hubiera salido ileso del atentado, recibiendo las multitudinarias muestras de afecto, en un momento, se acerca a él Luis Segura Vilchis destacado ingeniero topógrafo de la Compañía de Luz y Fuerza, quien le expresa su más sentido apoyo y su rechazo a tan incalificable acto, y aún más, le hace entrega de su tarjeta personal, poniéndose a la orden para cualquier servicio que le pudiese prestar.
Dos detalles empiezan a dar luz sobre este atentado; Nahúm Ruiz en su lecho de muerte aparentemente da una pista sobre los hermanos Pro, Humberto y Agustín, este último sacerdote de la Compañía de Jesús muy apreciado por los feligreses, el otro punto, es la matrícula del auto Essex que revelaba a su propietario Luis Segura Vilchis; cuando Obregón se enteró de esto dijo que era prácticamente imposible que fuese cierto, ya que este nombre coincidía con el de la tarjeta del personaje que tan amablemente lo había tratado la tarde del domingo en la plaza de toros.
Al poco tiempo los hermanos Miguel y Humberto junto a Juan Antonio Tirado Arias todos ellos militantes de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa eran acusados de haber fraguado este complot contra Obregón y sin un juicio, eran prácticamente condenados a la ejecución, al enterarse de ello el ingeniero Segura se entrega voluntariamente confesándose responsable absoluto del atentado, de haber fabricado las bombas caseras y de haberle comprado dicho vehículo al Padre Pro.
Estos argumentos no sirvieron de nada, el sentido anticlerical que privaba en aquellos años, cegó la inteligencia y la prudencia delos actuales gobernantes y en menos de cuatro días se decretó que los cuatro acusados fueran llevados al paredón sin el menor juicio o investigación previa.
El hecho de que esta ejecución haya contado ya con fotógrafos dentro de la zona de paredón, permitió que fueran testigos con sus placas de la manera en que el Padre Pro encaró su martirio; material valioso que ha sido base de obras teatrales, películas y documentales que dieron mayor énfasis a la lucha de un movimiento nacido de un pueblo católico mexicano que reaccionó bravíamente cuando las leyes emanadas del gobierno de Calles, atentaron en contra del actuar y sentir propio de su esencia católica, y que decir de la forma en que se realizaron los funerales, situación solo superada días después por la visita del entonces multilaureado y famoso piloto norteamericano Charles Lindbergh que hizo olvidar un poco esas escenas tan vívidas y el grito de ¡Viva Cristo Rey! Al unísono de las balas que salían de los rifles del batallón de fusilamiento.
Recordemos que para aquellos años y como consecuencia de la llamada Ley Calles, la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa buscaba de una manera teológica culminar con la causa que privaba a los fieles de sus manifestaciones de culto, y en ello tal como el autor Jorge Gram nos lo menciona en su novela titulada “La Guerra Sintética” el Dr. Magallanes protagonista principal buscaba afanosamente y encontraba una justificación de esa acción en los tratados del Doctor Angélico Santo Tomás de Aquino y en los jesuitas del siglo XV Roberto Belarmino, Francisco Suárez y Juan de Mariana que ante las circunstancias específicas muy particulares y extremas daban por sentado la posibilidad del tiranicidio, eran las formas, eran los tiempos, era la manera de responder y defender su fe.
Dos cursos diferentes de la historia: el Padre Pro fue beatificado por Juan Pablo II en 1988, Álvaro Obregón vio frustradas sus aspiraciones de volver a ser Presidente de México al ser asesinado el 17 de julio de 1928 en el restaurante La Bombilla siendo ya presidente electo, recordamos así un pasaje poco conocido de la Historia de México pero que marcó una línea en el devenir de lo que sería el México postrevolucionario, pero esa será la siguiente historia.