A finales del siglo XIX, la Compañía Gayou había deslindado 37482 hectáreas localizadas entre la sierra de Vallejo y la banda derecha del río Ameca (Luna Jiménez, 2008, p. 167). Con estos terrenos se formaron entonces las haciendas de San José, San Vicente, San Juan Atotonilco, El Tecomate, El Colomo, Jarretaderas, Garra de Cuero y Proindivis. Estas haciendas, aunque pequeñas en extensión, fueron altamente productivas. Se dedicaron al cultivo de maíz, frijol y tabaco, cultivo muy redituable que atraía durante la cosecha una buena cantidad de peones de los municipios serranos del Estado de Jalisco.
En vísperas de la revolución, nuestra región se encontraba comunicada por una línea telefónica que unía a los poblados de El Colomo, San Juan de Abajo y Valle de Banderas con la ciudad de Tepic. En 1906 Valle de Banderas fue nombrado Sub-prefectura política y habilitado con una casa para comisaría, Registro Civil y cárcel. Contaba con una escuela primaria para ambos sexos y, para celebrar el Centenario de la Independencia, se construyó un local para rastro, se abrió en el lado Norte una zanja de 215 metros para evitar inundaciones y se amplió la Plaza Principal, que recibió el nombre “General Mariano Ruiz”. Otra obra de importancia del porfiriato, fue la terminación del “camino de carretas” entre Valle de Banderas y Bucerías, principal salida al mar, “en el embarcadero de Santa Julia” (López González. 2010, p. 17, 47).
Hechos de guerra: 1914
La Revolución Mexicana inició el 20 de noviembre de 1910. Las incursiones de “tropas revolucionarias” a nuestra comarca fueron escazas y tardías, dada la incomunicación casi total de la costa y la pobreza en que vivían sus pobladores. Cierto, algunas haciendas como El Colomo y El Tecomate fueron prósperas pero sus dueños administraban desde Las Peñas, hoy Puerto Vallarta, o podían huir con anticipación como podrá verse.
El 9 de enero de 1914 José María Bellaso, Cura de Las Peñas, envió un recado a Donaciano Jáuregui, presbítero de San Sebastián del Oeste, disculpándose de no haber podido enviar las cuentas de la Vicaría “con más oportunidad, por estar este Puerto muy alarmado con los rebeldes que están amagando hace algunos días este lugar” (Pulido Sendis, 1991, p. 77).
Tres días después, el Cura del Valle de Banderas, Lucas Aldaz, informaba a don Donaciano Jáuregui lo siguiente: “Estoy atontado todavía del susto que me dieron los rebeldes. Llegaron aquí el sábado 10 del corriente, a las 12 del día; son unos 40 hombres. Yo, más muerto que vivo, me les presenté, le hablé al jefe de ellos y como pude les mandé hacer qué comieran. Pasaron ese día y la noche del sábado, y en la madrugada del domingo se fueron para Las Peñas. Se sabe que quieren volver por aquí y no es remoto que lleguen a esa” (Pulido Sendis, 1991, p. 77).
De acuerdo a Don Salvador Gutiérrez Contreras, este contingente de rebeldes fue parte de aquel que atacó Compostela el 2 de enero de ese año: cerca de cien hombres al mando de un cabecilla de nombre Manuel Palacios, que se habían levantado en armas en las haciendas del Valle de Chila. La plaza de Compostela estuvo defendida por el teniente Tiburcio Zepeda que contó con un sargento, doce soldados, ocho policías y algunos civiles voluntarios que se pertrecharon en el atrio de la iglesia. El combate dio inicio alrededor de las tres de la tarde y terminó al oscurecer, cuando llegó el coronel Paliza con doscientos soldados a reforzar el puesto. Los rebeldes de Palacios huyeron en completa derrota y se supone, que una vez reorganizados, bajaron a la costa seguidos por los soldados federales o “juchitecos” del coronel Paliza.
Unos días antes de llegar al Valle de Banderas, tomaron la hacienda de El Colomo, como lo consignan testimonios orales y un corrido de la época: “Vicente Nava decía / abrazado de un fortín / la hacienda de Maisterrena / nos va a servir de botín”. Don Isabel Arreola, dueño de la hacienda “El Tecomate” en San Juan de Abajo, cruzó el río Ameca con familia y servidumbre para refugiarse en la hacienda del Ojo de Agua. Se cuenta que en el camino enterraron el dinero para alivianar la carga, porque los rebeldes les venían pisando los talones. Estando en el Ojo de Agua se refugiaron en el “malpaís” del lugar, evitando ser encontrados. Otra persona que logró escapar del encuentro fue el Sub-prefecto del Valle de Banderas, Miguel Agraz, quien avisado unos días antes de la llegada de los rebeldes se refugió en Las Peñas.
En esta refriega los “revolucionarios” robaron la hacienda de Tebelchía y a su paso por el rancho de La Palma Sola, regalaron a sus habitantes ropa, sombreros y otras mercancías. Después se dirigieron al Valle de Banderas y de ahí al puerto de Las Peñas, donde armaron una rebatinga de varios días. De acuerdo a las notas periodísticas, se dieron en este suceso algunas particularidades en las que vale la pena abundar:
Miguel Agraz, Sub-prefecto del Valle de Banderas participó activamente en la defensa del puerto de Las Peñas. Hizo frente a los rebeldes perdiendo la vida en la primera balacera uno de sus mozos, por lo que se vio obligado a escapar de una muerte segura.
En la Casa Maisterrena, dueña de El Colomo, los rebeldes encontraron la caja fuerte cerrada y el jefe de ellos, Manuel Palacios, quien se hacía llamar capitán, mandó traer a un herrero para que la abriera. En su interior encontraron tarjetas postales, conservas alimenticias y un talonario de cheques.
El 16 de enero los agresores salieron de Las Peñas diciendo que se dirigían al Tuito. La salida obedeció a que el coronel Paliza, luego de asegurar Compostela, salió tras la gente de Palacios. Cuando los soldados “juchitecos” llegaron a La Palma Sola, reconocieron telas y sombreros producto del botín de las tiendas de raya de Tebelchía y El Colomo. Por esta causa quemaron el caserío, colgaron a varios hombres y ordenaron a sus habitantes abandonar el lugar y concentrarse en Las Palmas, Jalisco, bajo advertencia de muerte.
En el puerto de Las peñas circuló una lista con el nombre de aquellos que participaron en el saqueo de tiendas. Muchos huyeron y otros fueron victimados por encontrárseles prendas o mercancías robadas. Ante el acoso de los “juchitecos”, el grupo vandálico de Palacios terminó por disolverse al parecer en la sierra de Mascota.