Véritas Liberabit Vos
Por Daniel Aceves Rodríguez
El historiador y geógrafo griego Herodoto, considerado como el padre de la Historia en Occidente, escribió allá por el Siglo V antes de Cristo al referirse a la actitud porfiada de ciertos generales en su accionar durante las Guerras Médicas la siguiente expresión “ los Dioses, decían los antiguos, vuelven ciegos a quienes quieren perder” y lo aplicaba para aquellos personajes de esa guerra entre Grecia y Persia donde obnubilados por la soberbia no veían las consecuencias de sus actos aun teniendo enfrente todos los indicios para una derrota o dejando a un lado todos los consejos o advertencias de quienes con una razón menos influida eran capaces de percibir una situación distinta.
Pudiera creerse que estas líneas escritas hace más de dos mil quinientos años estuvieran anquilosadas por una actualidad que rebosa en tecnología y ondea rampante en un mundo globalizado y de rápido accionar, sin embargo con el transcurso del tiempo su significado cobra mayor realce y su efecto se repite como si ese análisis sobre el accionar humano pergeñado por el autor helénico hubiera sido escrito para nuestros días.
Es así como el Presidente del país más poderoso del mundo, cegado por una ambición que no tiene límites quisiera ver a través de un prisma que distorsiona la realidad y lo infunda en una actitud de brutales consecuencias; que han convertido hoy a la capital de los Estados Unidos en un paraje que pudiera compararse a una ciudad blindada y en un estado de queda para lo que vendrá este miércoles 20 de enero, el tercer miércoles de un sufrido proceso de transición presidencial para los Estados Unidos.
Los resultados que se fueron develando de la elección del pasado 3 de noviembre donde la democracia norteamericana con su sistema tan particular de votación paulatinamente fue pintando de color azul demócrata al País de las barras y las estrellas, condicionó de una manera especial la posición contumaz de un Donald Trump que desde los primeros indicios de una posible derrota empezó a buscar toda una serie de estratagemas para denostar los visibles resultados de la elección, guardando para sí una esperanza que solo el concebía de poder revertir en la mesa la decisión del escrutinio nacional, que si bien hacía cuatro años había tenido de su lado, hoy el pueblo norteamericano y los votos electorales le estaban dando la espalda ante un candidato Joe Biden recipiendario de todas las esperanzas anti Trump.
El año 2020 envuelto en una pandemia dolorosa jamás esperada que había afectado tanto el corazón de la economía como la tranquilidad y salud de los habitantes, terminaba para los Estados Unidos con una convulsa indecisión sobre el resultado final de las elecciones que a pesar de estar ya en los cálculos y estadísticas, aún no era oficialmente dictaminado, y se esperaba a los primeros días de enero para hacerse oficial.
Es así como se llega al primer miércoles de enero, ese día 6 donde el Congreso ratificaría el triunfo en las elecciones del demócrata Joe Biden y poder convertirse así en el Presidente número 46 de la Unión Americana, donde a pesar de todas las medidas de seguridad y las más avanzadas técnicas de inteligencia y contraespionaje, bastó un llamado de Trump para que las huestes supremacistas, vandálicas, terroristas y trogloditas, avanzaran sobre el Capitolio y ante el asombro e incredulidad de todo el mundo irrumpieran de forma violenta y decidida a imponer el terror y tratar a la fuerza de impedir que se hiciera oficial el nombramiento de Biden argumentando un fraude electoral y una amañamiento para favorecer al candidato demócrata. Un hecho por demás lamentable y vergonzoso que dejaba rota y mancillada la idea de democracia y libertad de un País que a los ojos del mundo era el portaestandarte de dichos valores acuñados en la Constitución de 1776 en el espíritu de George Washington, Tomás Jefferson y Benjamín Franklin entre otros.
Esta acción generó que el Presidente fuera acusado formalmente por la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos de “incitación a la insurrección”, situación que lo colocaba directamente para ser considerado a un juicio político ( recordemos que ya Trump el año pasado había sido objeto de otro” impeachment” o Juicio político por los nexos e intervención con el Gobierno de Ucrania para la ayuda en su elección), «Sabemos que el presidente de Estados Unidos incitó esta insurrección, esta rebelión armada contra nuestro país. Debe irse. Es un peligro claro y presente para la nación que todos amamos», estas fueron las palabras con las que la presidenta de la Cámara baja, la demócrata Nancy Pelosi inició el debate para solicitar el pasado miércoles 13 de enero el sentar en el banquillo de la Corte a Trump por los hechos de la semana anterior, la propuesta fue aprobada con una votación de 232 votos contra 197, lo que es ya histórico para un Presidente de ser sometido dos veces a juicio político, que se llevará a cabo ya después de que Trump deje su mandato, lo que lo inhabilitaría de por vida para ocupar algún cargo político o postularse para cualquier elección.
Ante esta situación por demás extraordinaria la Capital del País se prepara para una toma de posesión llena de zozobra, con una democracia herida en su raíz, con una ciudad vigilada por miles de efectivos de la Guardia Nacional, centenares de francotiradores apostados en techos, cornisas, bardas, policías que resguardan unas calles semivacías, con un histórico Capitolio mancillado que dará una bienvenida fría al Presidente 46 que tomará posesión en un año amenazado por el Covid y por la sombra de un espejismo blondo que envuelve a la Casa Blanca en un espíritu de soberbia y poder.