La violencia que marcó a Daniel

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No seas maricón”, fue la respuesta que recibió Alfredo Tucurman en Argentina cuando denunció que era golpeado por su esposa y que días después le costó la vida con una cuchillada al corazón; aunque es una noticia que pareciera tan alejada de Nayarit, la violencia mujer-hombre también existe en nuestra tierra, aunque sí la víctima denunciara no habría ninguna diferencia en la respuesta entre Argentina y Nayarit, se le juzgaría de “maricón”, “poco hombre”, “mandilón” y otros calificativos más.

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Quiere decir que aunque menos conocidos y difundidos, el hombre al igual que la mujer es doble víctima o quizá hasta triple, la mujer es violentada en su casa y en muchas de las ocasiones ante la autoridad, pero tiene el apoyo social, quien juzga duro al hombre y cobija a la fémina, protección que el hombre no alcanza en la sociedad, porque luego se dice que él se puede defender, al ser físicamente más fuerte que las mujeres y que sí es violentado es por “dejado” o “por gusto”.

Daniel fue víctima de maltrato y abuso físico durante 10 años en su matrimonio, hasta que ella lo dejó y se fue con un hombre, que él ni sabe quién es pero que desde que lo liberó de ella, le tiene agradecimiento eterno; ahora, a 5 años de distancia mira su pasado y se pregunta por qué soportó golpes, gritas, aventones, castigos de silencio y de sexo.

Daniel recuerda que se hizo novio de Mary cuando casi finalizaban secundaria, “era muy dulce, tierna, eso fue lo que me llamó la atención de ella, su amor y compasión hacia quienes la rodeaban, ella no siguió estudiando y yo seguí en la prepa, ella ya se quedaba en la casa de sus papás para ayudarles en la tienda”. Expresa que le pidió matrimonio a finales de mayo y para agosto entraron al registro civil y a la iglesia, “nunca me imaginé cómo sería mi vida a su lado un año después, comenzó por decirme que no había hecho más de comer y me daba poca sopa o guisado y ya no había cena sino la preparaba yo y lavaba los trastes”.

“De ahí pasó a aventarme, a golpearme con una cazuela y a prohibirme que saliera a trabajar porque yo de seguro andaba de volado con las compañeras, dijo que mejor pondría una tienda y así me vigilaba, lo hicimos pero sólo estuve atendiendo unos meses, me metió a la casa y me dijo que era demasiado atento con las clientas”, dice que él veía esas actitudes como celos por amor, pero nunca se dio por enterado que fuera violencia.

Pero la situación que vivía no fue ajena para un par de compadres y parte de la familia de él, sin embargo la orientación por ambas partes no fue, dice Daniel, la correcta, “ellos me decían y para que te dejas, ponle una arrastrada y verás que se le quita, unos buenos golpes para que sepa quién manda”, mis hermanos me dijeron algo similar. Él recuerda que en su hogar, cuando niño y adolescente su madre fue una figura de autoridad, “mandaba a todos, a mi papá le daba de pellizcos o a veces uno que otro aventón y a mis dos hermanos y a mí, no nos iba mejor además de que aprendimos, y eso lo agradezco, a limpiar la casa, hacer de comer y lavar la ropa”.

En algún periódico leyó que un hombre maltratado había denunciado y mucha gente se había reído de él, por ello omitió hacer más grande su problema y se quedó callado, “por fortuna no tuvimos hijos, ella nunca quiso, me decía que no quería que los niños le preguntaran por qué tenían un papá mediocre”. Las relaciones sexuales se acabaron, “ella ya no quiso nada conmigo. Un viernes de hace 5 años, desperté y no estaba en su cama, ya dormíamos separados, me bañé e hice el desayuno para ambos, la tienda estaba cerrada y no me animé a abrirla aunque los clientes tocaban, además, ni los precios de las cosas me sabía, pensé, sí les vendo más barato cuando regrese ella me va a regañar o a pegar”.

“Pasaron las horas y no apareció, entonces pensé que algo le había pasado y le llamé a sus papás, me dijeron que no sabían nada de ella y que investigarían, preguntaron en varios lugares y no estaba, un vecino taxista se animó y me tocó la puerta, yo no abrí hasta que él me dijo que sabía algo de ella, con temor lo dejé entrar y me dijo que él la había transportado como a las 4 de la mañana, que fueron directo a la central y ahí ella le dijo que nunca volvería y la vio besarse con otro hombre que él no conoció. Ya es libre amigo, haga lo que quiera, me dijo mi vecino y se fue. Un mes estuve aún preso de miedo, ¿y sí regresa?, mejor hago el aseo, ¿abriré la tienda?, una prima junto con uno de mis hermanos me ayudaron a salir a la calle, me motivaron a buscar ayuda y ahora voy a terapias psicológicas desde hace varios años, he comprendido que no era amor ni celos, era abuso, violencia en todos los sentidos.

“Yo espero que nunca vuelva, no le deseo ni bien, ni mal, sólo que no tengo interés en saber de ella o verla, estoy retomando mi vida sentimental aunque soy como los perritos o las mascotas que maltratan, desconfío de todas, pero no me voy a rendir, sé que para mí hay una mujer con la que pueda tener una vida buena, con hijos”. Daniel solicitó el divorcio tanto en lo legal como en lo católico y puso en pie la tienda a la que cambió de nombre, ha adoptado 3 mascotas que le llenan sus días de risas y amor incontenible, oye música y hace ejercicio, dice que ahora sabe, “lo que es vivir”.

Nayarit es uno de las entidades en el país donde, per cápita, se denuncian más casos de violencia familiar, pero más del 95 por ciento son denuncias presentadas por mujeres que fueron violentadas de forma física, psicológica, sexual o económica; entonces, ¿los casos como Daniel son anomalías?, ¡para nada! y es que según un estudio del INEGI, el 78 por ciento de los jóvenes en el país, de entre 15 y 24 años, son violentados por sus novias pero los hombres minimizan el tema y debido a su referente cultural no manifiestan que son víctimas. ¿Cuántos “mandilones”, “Pedros regañados” o “maricones que regañan sus mujeres”, conocemos? Ellos, al igual que las mujeres violentadas, también requieren del apoyo de la sociedad. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com

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