LAS BATALLAS DECISIVAS

Véritas Liberabit Vos

Por Daniel Aceves Rodríguez

Lo que Sun Tzu en su libro «El Arte de la Guerra» llegó a llamar la exacerbación del Conflicto.

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Era el 18 de junio de 1940, por la radio inglesa se escuchaba una voz enérgica pero a su vez cargada de un acento de dolor que solo se genera cuando algo muy propio se ha perdido y las tinieblas de la angustia carcomen la entereza, era el General Charles de Gaulle que por la BBC de Londres hacía un llamado a la resistencia de sus compatriotas franceses que veían como las huestes nazis avanzaban por los Campos Elíseos, hollando a su paso todo el orgullo de aquella Ciudad Luz que veía caer todo su esplendor al paso de la blitzkieg y el ondear de la suástica, es en esta alocución donde el General pronuncia una de las frases más celebres referentes al acontecer de una contienda bélica: “Hemos perdido una batalla, pero no la guerra”.

En efecto hay muchas batallas que se pierden sin incidir en el fin de una guerra, sin embargo hay muchas Guerras que se pierden por una batalla, y son estas las que quedan principalmente en la memoria histórica y que son recordadas o consideradas como el cenit que genera la corona de olivo en las sienes del triunfador de la lid.

Dentro de estas batallas decisivas mencionaré tres en lo específico que provocaron el fin de una guerra y trajeron conclusiones decisivas en el acontecer de nuestra vida como Nación, me refiero a la tercia de eventos del siglo XVIII; con uno termina la Guerra de Reforma, con otro culmina el Segundo Imperio, y el último provoca el inicio del Porfiriato; podríamos agregar un cuarto episodio ya del Siglo XX con el que se concluye este régimen de más de 30 años, teniendo así cuatro eventos concatenados de batallas donde al perderse la misma, también se perdió la Guerra.

Calpulalpan (22 de diciembre de 1860), es la última batalla de la Guerra de Reforma o también llamada Guerra de los Tres Años (1858 – 1861) conflicto fratricida entre mexicanos enarbolando unos la bandera liberal otros la conservadora enfrascados en dos ideales o posturas antagónicas e irreconciliables, la preeminencia de dos Presidentes, uno itinerante, el otro en la Capital, con Leyes y pareceres que trastocaban la efímera paz de Nuestro México, es así como en ese paraje del Municipio de Jilotepec Estado de México miden fuerzas el General liberal Jesús González Ortega acaudillado por Ignacio Zaragoza, Miguel Negrete y Leandro Valle con las tropas de Miguel Miramón el joven Macabeo que  ve como su ejército es derrotado en forma crucial para que tres días después un 25 de diciembre el ejército liberal entre triunfante a la Ciudad de México y deje el camino para que Benito Juárez regrese de Veracruz y el 5 de enero de 1861 se reinstale en Palacio Nacional. La Guerra de Reforma había terminado, y la Constitución de 1857 volvía a la palestra que la había acrisolado.

La Batalla del 2 de abril (Puebla 1867) evento decisivo para poner fin al Segundo Imperio el de Maximiliano de Habsburgo (1864/1867), en ella su personaje principal es el General Porfirio Díaz acontecimiento del cual deviene su mote conocido como el Héroe del 2 de abril y que junto a otras hazañas militares lo iban colocando en la palestra a la silla presidencial, es aquí donde acompañado por Mariano Escobedo y Ramón Corona vencen al ejército Imperial capitaneados por Leonardo Márquez “El tigre de Tacubaya” que cae vencido por las tropas antiimperialistas que después de ello tienen campo libre para tomar Querétaro y después la Ciudad de México, el desenlace es conocido: el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía y la restauración de la República por Benito Juárez.

Teocac (16 de noviembre de 1876) la batalla que llevó a la Presidencia a Porfirio Díaz.

Ante la intentona de Sebastián Lerdo de Tejada por reelegirse habiendo sido ya presidente a la muerte de Juárez, Porfirio Díaz emite el Plan de Tuxtepec donde desconoce la legalidad de ese mandato y se levanta en armas contra el intento del Presidente de sofocar su acción, así se encuentran las caras en un paraje de Huamantla llamado Teocac dentro del Estado de Tlaxcala, las tropas gobiernistas dirigidas por el General Ignacio Alatorre (quien ya se había enfrentado a Díaz años antes cuando este se levantó con el Plan de La Noria desconociendo el gobierno de Juárez) ahora con un ejército que no superaba en números al del sublevado pero con mejores armas y más disciplinado se lanzó contra él confiando en su habilidad y calidad de armamento; no se puede negar que las crónicas marcan que fue un combate feroz, con bajas importantes de ambos lados, las fuerzas estaban casi en equilibrio, pero ya el cansancio y el parque empezaba a causar los estragos, solo algo podía inclinar la balanza a favor de uno u otro y esto era la posibilidad de llegada de refuerzos, la cual era casi segura en el bando del Gobierno ya que la orden se había dado. Con las fuerzas casi exhaustas Alatorre ve a lo lejos la polvareda que anuncia la llegada de los refuerzos, la victoria se acercaba con ellos y la suerte de Díaz estaba echada, pero cuál sería la sorpresa, las tropas que llegaban no eran amigas, pertenecían a las del compadre de Díaz, el General Manuel González que junto a un regimiento tlaxcalteca venían a todo galope ganándole la partida al bando rival.

Batalla que permitió a Porfirio Díaz llegar a la Presidencia en 1877 y tras un breve paréntesis de 4 años donde cedió la Presidencia a su compadre Manuel González (1880/1884) como justo regalo por el apoyo recibido la retoma en 1884 para ya no dejarla hasta 1911, donde curiosamente después de otra batalla decisiva La Batalla de Ciudad Juárez (del 8 al 10 de mayo de 1911) decide dejar el poder y marcharse al destierro dejando el campo libre a Francisco I. Madero.

Es cierto son batallas que hacen ganar una Guerra, y aquí hay 4 de ellas, pero la Historia Universal se ilustra con muchas más Constantinopla, Lepanto, Waterloo, Stalingrado, Verdún, Iwo Jima. Es la eterna lucha del hombre contra el hombre por buscar un poder efímero.

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