Crónica basada en un libro escrito por la propia hija de la señora Rebeca Méndez Jiménez
El encuentro con Paulino Flores
Paulino Flores es un cronista popular en San Blas. Trabajó en Migración y su padre fue Guardián del Faro. Es jubilado y le dedica mucho tiempo a las historias y leyendas del puerto donde nació. No lo conocía personalmente, pero me era familiar ya que participa frecuentemente en mi muro de Facebook con sus comentarios siempre enriquecedores. Un día me habló y me dijo aquí ando en el centro de Tepic y no tardamos en vernos. Me regaló el libro por ser navidad. Me mostró fotos, (que después las guardé en mi teléfono), de mi tía Rosa Macías de joven, y de un viejo amigo mío, “Laos”, que aparece con un rol protagónico importante en la novela. Paulino regresó a San Blas en el mismo rato.
El inicio de la aventura
De acuerdo a lo plasmado en el libro de su autoría, Blanca Leticia Suárez Méndez, que vivía en Chihuahua, vuelve a saber de su señora madre Rebeca Méndez hasta el año 2009, luego de muchos años de no saberse una de la otra. Recibe una visita de una tía que vivía en el estado de Jalisco, y le platica que al visitar San Blas, Nayarit, escuchaba una leyenda que se relacionaba con una mujer que todo indicaba era su mamá Rebeca. Y para ello la tía mostró una fotografía.
Blanca Suárez Méndez encontró esta noticia en momentos en que pudo reflexionar: “Sumergida en mis recuerdos de pronto regreso al presente y me pregunto qué estoy haciendo. Mi vida rutinaria y monótona se ve modificada abruptamente por una prima de mi madre, la cual no había visto en mi vida aunque sabía de ella”. De pronto, sin haberlo prevenido y sin dinero, ya están viajando a Guadalajara a encontrarse con otros parientes. La tía trajo su carro de Ahualulco, Jalisco, y se dirigieron a San Blas, Nayarit, dado que ése era el objetivo.
Ya en San Blas, 2009
En una muy amena narrativa, Blanca Suárez nos habla de haber recorrido el pueblo sanblaseño, preguntando por una señora de unos cuarenta años de edad que se vestía de novia y que caminaba hacia el muelle, y un taxista le contestó que sí, que sí la conoció en el año 1988, ¿y sabe? Era muy impresionante verla los domingos después del mediodía, se vestía de novia y caminaba hacia el muelle, ver aquello era entre triste y espectacular, lo hacía cada domingo, pero cada vez que la veía me daban ganas de llorar, se podía sentir su gran tristeza, su soledad, el abandono, ay, no sé, a algunos les parecía divertido, pero a mí no, le dijo el taxista.
Aparece Laos en las pláticas
La hija de Rebeca siguió preguntando por su mamá, y el dueño del hotel donde se hospedaban tía y otras dos amigas que se acompañaron desde Guadalajara, les habló de un tal Laos, (Ladislao), quien vivió un tiempo con Rebeca. Laos amaba a Rebeca aun a pesar de que ella ya mostraba síntomas rebasantes en su comportamiento, pero Laos también admiraba a su novia “Rebe” porque “estaba bien buena”, les decía a sus amigos. La hija Blanca Leticia escribe esto en su libro, para enfatizar que Rebeca Méndez, en su juventud, llamaba la atención por las formas perfectas de su cuerpo y lo delgado y apacible de su rostro. Era pequeña. Cabía, dice la autora del libro en una concavidad de un escritorio, como por ejemplo, para protegerse de la balacera en Tlatelolco que le tocó vivir cuando su familia residía en el entonces Distrito Federal en 1968. Rebeca estaba embarazada de su hija mayor Blanca, y a doce días de la matanza, nace Blanca, narrando ahora las peripecias del peligro de poder haberse perdido madre e hija.
Encuentro de Blanca y Rebeca en Guadalajara 2009
Recopilando datos, dan con doña Rebeca en un hotelito de Guadalajara cercano al barrio de San Juan de Dios. Doña Rebeca pagaba su cuarto y sus alimentos, fabricando muñequitas vestidas la mayoría, de novias. Ya había avanzado su esta mental distinto a los demás. No le gustaba estar encerrada. Un día, en Guadalajara, recordando 1995 cuando vivían juntas madre e hija, se escapó porque la hija quiso ayudarla y le recomendó que no saliera de su casa porque era peligroso, según los sicólogos. La gran sorpresa fue que Rebeca había escapado y había trepado al techo llamando la atención de vecinos y transeúntes.
–Mamá, ¿cómo le hiciste para subirte hasta allá?-
-Le copié al gato, hija. Ahorita vengo-, fue la sabia respuesta de la mujer.
Llegó hasta la XEW
El ambiente familiar desde la infancia de doña Rebeca Méndez era de artistas, músicos, actores y cantantes. Hasta agrupaciones musicales se formaron, entre tíos, hermanos y otros parientes de los Méndez. Llegaron hasta la XEW, lo mejor de entonces en la radio. La dura abuela de la autora del libro, la mamá de Rebeca, era la mandona de todas las casas de toda esta gente. Nada se hacía sin las decisiones de la abuela. Hasta los matrimonios formaba o desbarataba. Rebeca fue actriz, y logró triunfos relevantes; el pasillo hacia su camerino se llenaba de flores de sus admiradores. Uno de ellos, de clase media alta, fue el papá de Blanca.
Concluyó sin concluir
Concluyó sin concluir es para dar a entender que no les diré más asuntos sobre todo de la segunda parte del libro, porque sería falta de ética. Hay un pasaje donde la hija Blanca pregunta a su mamá Rebeca:
-Ma, ¿por qué te vestías de novia?-
-Pues esperaba a mi amor para casarnos, esperé y esperé pero la muerte ya no devuelve a nadie.
-Entonces, ¿Esperabas a Laos?-
Me volteó a ver y me regaló una sonrisa muy pícara.
-Eso es un secreto
-¿Y para qué vestida de novia?-
-Uno con los años cambia, pero si (Laos) me viera vestida de novia, sabría que lo estoy esperando y así, no se iba a equivocar.
El libro
Este libro me dicen que solamente está a la venta en las Ruinas de la Contaduría del Cerro de Basilio en San Blas. Estoy seguro que necesitará reeditarse varias veces. Como se los dije, hay noventa y tantas páginas de magia blanca, velos de novia, “la chica de humo” le decía mi amigo Laos. Rebeca Méndez Jiménez surge de las notas escritas de su hija como un personaje idílico, maravilloso, en donde su vida real no alcanza la divinidad y la pureza de su ser que adquiere al convertirse en la recordada “Loca del muelle de San Blas”.