La dificultad para ubicar e instalar una foto antigua en el calendario cronológico es obvia. Hay muy poca información acerca de los fotógrafos de antes de la mitad del siglo pasado. Quizá en alguna postal aparezca la firma de alguno de ellos pero no nos da exactamente la fecha o los detalles del lugar que se retrataba.
Los que solo somos comentaristas hemos intentado acudir al cronista, al historiador, al investigador o al especialista para conocer datos de cada foto antigua. Es una tarea titánica que no ha fructificado, pero no es culpa del hombre, sino de la ausencia de archivos de texto, de legado literario, o de medios impresos.
De manera que mostramos una fotografía en la red social de Facebook en internet, y tenemos que esperar a que en los comentarios aparezcan opiniones de expertos, que sí los hay, y de personas de edad avanzada que platican lo que supieron de sus padres o abuelos.
Como les he dicho, me tocó la suerte de estar coleccionando fotografías que van desde 1865 aproximadamente hasta 1990. Lo que me halle de plazas, lugares, paisajes, monumentos, calles, parques, iglesias.
Lo de coleccionar fotos de personas o grupos de personas como equipos de futbol, bodas, fiestas, o simples fotografías de galería, lo he tenido que rechazar, pues no me bastarían dos vidas más para dedicarme a ello.
Pese a que me han invitado a participar en innumerables proyectos de fotografías, incluyendo exposiciones y libros, tengo que contestar que no me dedico a esto, que lo hago de manera voluntaria, que no hay quien pueda financiar una tarea metodológica para reunir fotografías e historias adherentes, que sería lo ideal para todo este sueño, casi imposible.
En realidad, algunos de los mejores coleccionistas de fotos antiguas que conozco no se dedican ni desempeñan labores u oficios institucionales en instancias públicas. Son, como yo, aficionados a contemplar el Tepic antiguo y comentar pasajes y anécdotas de hechos y personajes que se han ido dejándonos recuerdos inolvidables, así sean familiares, conocidos o célebres.
Así las cosas, las propuestas para que mi colección de fotos antiguas sean utilizadas en proyectos culturales, siempre vienen acompañadas de promesas de que a fin de cuentas, si funciona dicho plan, se verán los estipendios económicos, que tanta falta hacen en estas sociedades consumistas. Esto es, que me piden que colabore sin ofrecerme réditos.
Los que vienen y me piden eso, y no traen apoyos económicos, les digo: mira, toma las fotos que he publicado en mi muro y utilízalas como gustes. Pero Bernardo -me dicen-, es que necesitamos que a cada foto le pongas una historia. Les contesto que eso es una locura. Es como volverle a pedir a Cristo que de nueva cuenta convierta en vino el mar.
Después de tantas cosas jocosas que les puedo platicar sobre esos “ofrecimientos” que me han hecho para que participe en proyectos de historia gráfica, acabo de platicar con una Gestora Cultural, se llama Lissette Álvarez Cazola, me dijo trabajar por su cuenta, y que quiere completar un libro de fotos e historias breves en el plazo que le falta a este estado para completar sus cien años.
Como en todos los casos, este tipo de proyectos necesitan allegarse recursos monetarios, pues lo que planea Lissette es algo ambicioso. Parece que trabaja bien y que logrará su objetivo. Ojalá. Me dijo que es nayarita y que trabaja en Monterrey. Y que lo curioso es que ha hecho obras de este tipo en otros estados en donde se impulsa un poco más la cultura del libro.
Y, como les he dicho, me buscó a proponerme un plan en que desafortunadamente yo no puedo invertir, mas que mi álbum de fotos y algún comentario sobre la imagen y estampa de esa postal. Me da pena rechazar proyectos en donde me piden que ya que salga el libro se me van a buscar patrocinios y apoyos. La verdad, desconozco ese lenguaje.
Jamás he hecho comercio de las colecciones de fotos antiguas que he rescatado y he editado para presentarlas gratuitamente en mi muro de Facebook. Incluso muchos de ustedes, amigos lectores, han sido testigos de que he anunciado el álbum de 1 mil 500 fotos para dárselos sin costo, con la única condición de que traigan consigo su lap top o su memoria USB. Lo del pueblo es del pueblo.
Hay veces que veo fotos que yo rescaté y edité y le ponen el nombre de otro autor. Eso no me afecta. A veces lo que duele es que se lucre. Esto es, que las instituciones públicas tomen las gráficas sin el permiso que igualmente les saldría gratis de mi parte. Para obviar más cosas de éstas, y reírnos un poco, le diré que hace una semana acaso, miré una exposición de algunas fotos de Tepic antiguo en los pasillos de la presidencia municipal. Un funcionario me condujo a ver una foto más o menos del 1926, en donde se ve una fila de niños esperando dulces y fruta seca que vende un hombre de sombrero y chiquihuite, apostado en las afueras de lo que hoy es el Museo Regional en México y Zapata.
¿Qué te parece, Bernardo?- me dijo orgulloso mi amigo presumiéndome la foto ampliada y enmarcada.
No me contuve y le dije ahí mismo, escuchándome otras personas, la historia de cómo yo había rescatado esa foto, de un libro en inglés que se editó en Nueva York por parte de los ingenieros que vinieron a terminar la vía del ferrocarril de Tepic, Nayarit, a La Quemada, Jalisco, pasando por el Plan de Barrancas. Que yo la publiqué en el 2011 y que varios medios digitales me la habían solicitado para también difundirla. Incluso el ingeniero Chang le dio técnica a color y salió preciosa y muy comentada.
Y resulta que este funcionario, por cierto de área cultural, lo acababa de saber en febrero del 2016. Así ha pasado con las fotos, primero las piden y luego las toman. Y a veces ni las piden. Lo bueno es que el pueblo ha disfrutado su pasado en gráficas. Esa es la intención, que la gente me conozca en la calle y me diga que sus padres o abuelos están encantados de ver las fotos de su tiempo o de sus ancestros.