Por Daniel Aceves Rodríguez
Aunque minimizada por la Historia oficial, en el siglo XX posterior a la Revolución mexicana, nuestro país vivió un acontecimiento bélico de importante y trascendente magnitud que en un principio fue más estudiada y analizada en el extranjero que en nuestro propio suelo, pero que por la manera en que se llevó a cabo y el número de participantes en ella, es considerada como una de las epopeyas más importantes dentro del orden social, pero principalmente dentro de los ejemplos de fe y resistencia; me refiero al Movimiento Cristero o también llamado La Cristiada fundamentado por el célebre grito de batalla “Viva Cristo Rey” que tuvo lugar de 1926 a 1929, época que brindará un importante número de aquellos a quienes hemos dado en llamar Héroes Olvidados.
Ubicándonos en el tiempo y el contexto histórico que se vivía, el gobierno de Plutarco Elías Calles (1924/1928) incrementó la intransigencia hacia las expresiones externas de culto por parte de los grupos religiosos así como la limitación del número y origen de los sacerdotes fundamentándose en una ley que fue bautizada como “La Ley Calles” que ponía en un serio predicamento no sólo a quienes libremente expresan su credo, sino también a las fuerzas de seguridad que contra su voluntad se veían obligados a acallar voces o actos de personas que tenían y profesaban su misma fe.
Ante tales injusticias y excesos los católicos se unieron en lo que se llamó la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (L.N.D.L.R) donde confluyen las principales asociaciones de católicos como la ACJM entre otras que en diversas ciudades se organizaban para hacer frente común a dichos abusos; así contando con el mayor respaldo popular iniciaron primeramente con manifestaciones pacíficas donde se exhortaba a no contestar agresiones, se entregaban volantes donde principalmente se hacía ver que estas disposiciones iban contra todos sus derechos legales de culto.
Las acciones por parte de la autoridad eran cada vez más cruentas exacerbadas por actos de defensa como un boicot hacia comercios que la Liga organizo y que puso en jaque al gobierno callista el cual arremetió con más violencia y saña hacia fieles o ministros de culto no importándole edad o sexo; ante tal panorama y tornándose cada vez más difícil la situación se decidió por parte de la dirigencia eclesiástica el cierre de los templos y la suspensión de los sacramentos (en forma pública) ya que de diversas maneras al igual que en el tiempo de los primeros cristianos el culto quedó remitido literalmente a las catacumbas.
Desde ese momento inició en nuestro país otra conflagración bélica, otra lucha fratricida ahora era un gobierno influenciado por una idea jacobina y un pueblo resuelto a defender su fe, encabezando un movimiento por Dios y por la Patria llamándose Cristeros; movimiento que teniendo impacto en todo el país algunos Estados se caracterizaron por tomar más fuerza, mencionamos a Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Colima, Zacatecas; en esta ocasión hablaré de cuatro personajes del Estado de Jalisco: Anacleto González Flores, Luis Padilla Gómez y los hermanos Jorge y Ramón Vargas González que fueron fusilados el 1 de abril de 1927 en los patios del Cuartel Colorado de Guadalajara Jalisco.
Anacleto González Flores “El Maestro” originario de Tepatitlán excelente orador predicaba que el triunfo llegaría por la fuerza de la razón, enardecía corazones y encaminaba conciencias con su dinamismo e inteligencia, ocupó el puesto de jefe de la Unión Popular delegación de la Liga en
Jalisco, sus obras como “ El Plebiscito de los Mártires” y “Tú serás Rey” fueron un compendio ideológico de persuasión y mística de combate estratégico; Anacleto al ver que los acontecimientos habían superado sus previsiones y la fe del pueblo, comprendió que su lugar estaba en la vanguardia del peligro y del ejemplo, junto a su compañero de la Asociación Miguel Gómez Loza da los toques finales para desde principios de 1927 coordinar la jefatura del movimiento en Jalisco, estrategia que a los pocos meses había redituado importantes triunfos a la causa cristera y por ende el consiguiente encono por parte del gobierno hacia su persona y la sentencia de buscarlo a como diera lugar y poder acallar su liderazgo y exaltación a la causa cristera.
La actividad no cesaba, y la coordinación del movimiento ya fuera en enfrentamientos directos, llevando cartuchos y provisiones, repartiendo proclamas, reuniéndose en secreto, la lucha no cesaba y el riesgo inminente para la seguridad de González Flores que con su pluma seguía escribiendo en aquél órgano informativo llamado Gladius donde día a día motivaba a nuevos adeptos.
Su seguridad estaba cada vez más en peligro así como las aviesas intenciones o delaciones que se podrían dar; así llegamos a la noche del 31 de marzo de 1927 resguardado bajo el cobijo de la familia Vargas González donde los tres hermanos Ramón, Jorge y Florencio eran seguidores del Maestro y esa noche le habían dado posada en su casa ubicada en Mezquitán 407 en el corazón de la capital tapatía.
Hasta ahí sombras furtivas se colaron por las azoteas y al clarear del día apresaron al Maestro Anacleto junto a los tres hermanos, que fueron despedidos entre lágrimas por su madre que presentía el fin que tendrían; entre golpes y consignas fueron llevados a la Inspección de Policía y de ahí al Cuartel Colorado donde estaba ya encarcelado Luis Padilla Gómez presidente del Comité de la ACJM capturado también esa misma madrugada, ahí dejaron libre a Florencio por creerlo menor de edad pero a los otros cuatro los martirizaron para que delataran a los demás integrantes, en especial a Anacleto que aparte de recibir el castigo fue suspendido de los pulgares, golpeado y herido en las plantas de los pies con una navaja y fracturado un hombro con la culata de un fusil .
Al ver que era infructuoso poder extraer palabras, se improvisó un consejo de guerra sumario y se les condenó a muerte «por estar en connivencia con los rebeldes”, llevados al paredón para ser fusilados: Jorge Vargas de 29 años, Ramón de 22; Luis Padilla de 27 y Anacleto González Flores de 38 años, no sin antes pronunciar ante sus verdugos “Por segunda vez escuchen este grito las Américas: Yo muero pero Dios no muere ¡Viva Cristo Rey! Era un viernes santo, la Cristiada apenas iniciaba.
En el año 2012 se estrenó una película “La Cristiada” donde narra principalmente el martirio del niño José Sánchez del Río; el niño mártir de Sahuayo, pero esa, esa será otra historia.