Los héroes olvidados (Novena parte)

Véritas Liberabit Vos

La Epopeya Cristera ha sido cuna de toda una pléyade de Héroes olvidados, algunos de ellos formando parte ya de los altares como los 25 Santos que en el año 2000 Juan Pablo II canonizó pudiendo enumerar dentro de este grupo a Cristóbal Magallanes, Luis Batiz, Agustín Caloca, José María Robles, Toribio Romo, Sabas Reyes por mencionar solo algunos que habiendo recibido la palma del martirio fueron preclaro ejemplo de la defensa de su fe.

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Posteriormente a ello el 16 de enero de 2016 fue canonizado el niño José Sánchez Del Río “Joselito” por lo que para el santoral mundial de los 31 Santos que México tiene 26 de ellos se consideran cristeros, cantidad no menor que habla de la trascendencia de un acontecimiento de tal magnitud y de difícil parangón a nivel mundial tanto en su desarrollo particular como en sus consecuencias generales.

En esta ocasión hablaremos de dos personajes, uno de ellos este niño cristero cuya historia es todo un cantar de gloria y por otro lado la de un General que fue reclutado en primera instancia por un interés meramente económico, pero que al poco tiempo lo convertiría en uno de los más fuertes seguidores de la causa y un defensor a ultranza de ese espíritu indomable en defensa de la fe, nos referimos al General Enrique Gorostieta Velarde.

José Sánchez del Río: de espíritu inquieto y formando parte de la ACJM de Sahuayo a la edad de trece años de edad se unió a los grupos de cristeros donde solamente daba apoyo, ya que por su corta edad no podía ser soldado; en una ocasión en el campamento donde se encontraba fue atacado sorpresivamente por las tropas federales cerca de Cotija Michoacán y viendo que al jefe del mismo le había sido muerto su caballo, José le cedió el suyo diciéndole “Mi General, aquí está mi caballo, sálvese usted, yo no hago falta y usted sí” El General viendo la insistencia del niño, le tomó la palabra y le dijo que lo esperara ahí, que no se moviera, que vendría por él; al irse el General José tomó un fusil y comenzó a disparar hasta que se agotó el parque y fue aprehendido y llevado ante el jefe rival que trató de disuadirlo reclutarlo para su causa.

Lo mantuvieron preso llevándolo de Jiquilpan a Sahuayo, de nada sirvieron los intentos de su padre por buscar la forma de que liberaran a su hijo, ni los ruegos de su madre; los carceleros se ensañaban con él esperando que se retractara de sus ideas y creencias y blasfemara o renegara de su fe.

Cinco días después de su aprehensión el 10 de febrero, sin ningún juicio de por medio, Josecito fue martirizado, desollándole las plantas de sus pies y luego haciéndolo caminar hasta el cementerio local, para luego ser puesto al borde de una tumba abierta, ahí sus verdugos volvían a increparlo de que renunciara a los cristeros y blasfemara de Dios, única forma de librarse de la muerte; a lo que el niño respondía con Vivas a Cristo Rey, ante tal negativa fue apuñaleado ahí mismo y rematado con un tiro en la cabeza.

Enrique Gorostieta Velarde: Fue un General que participo en los últimos años del Porfiriato y posteriormente en los gobiernos de Francisco León de la Barra, Francisco I. Madero y de Victoriano Huerta donde se conoce participó en la defensa de Veracruz en 1914, a la salida de Huerta y con los acuerdos de Teoloyucan en agosto de 1914 se sabe salió del país a un exilio regresando a México en 1921.

En julio de 1927 los dirigentes de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) lo contrataron para tomar el cargo de jefe militar de los Cristeros, situación de la cual se dice no estaba en un principio tan convencido sobre todo por la devoción religiosa, que al poco tiempo cambió radicalmente al descubrirla en la enorme fe de sus soldados. Asistido de esta mística, pudo aglutinar a las dispersas fuerzas alzadas y formar un apoteótico ejército Cristero al cual reorganizó, entrenó y disciplino tan es así que puso en jaque a un gobierno con un poderío mucho mayor que al verse casi derrotado por las huestes cristeras tuvo que valerse de argucias para llegar a una negociación y a la firma de unos acuerdos que a la postre fueron totalmente desventajosos y de traición para la causa Cristera.

Oponiéndose a estos acuerdos y casi logrando el triunfo fue traicionado y acribillado en una emboscada a escasos 19 días de la firma de los acuerdos cuando ya la luz de la esperanza parecía brillar en los umbrosos caminos de esta guerra intestina, las crónicas marcan que su cuerpo fue exhibido en Atotonilco con la leyenda: “Vean como su líder no lo salvó el Cristo Rey, al que tanto imploran”.

Así escribió J. Vértiz este epitafio:

Poned un crepón fúnebre al pie del asta rota

Que los clarines trémulos inicien un adiós

La guardia está de luto… su enseña ya no flota

La enseña que no supo de vientos de derrotas

Fue a desplegar sus ínclitos jirones ante Dios.

Marchósenos el Jefe que resumió en sí mismo

La gesta fulgurante de aquella juventud

La gesta prodigiosa de trágico egoísmo

Que desafiara en México al monstruo del abismo

Reposa para siempre… reposa en su ataúd.

Era credo viviente del guerrero

Un credo de combate magnífico y leal

Firme, gallardo, rápido y limpio como acero

Por eso lo despiden la salva del cristero

El canto de los mártires y el Himno Nacional

Redoblen los tambores con sones apagados

Un íntimo sollozo desgarre el corazón

Recíbanlo con júbilo los mártires cruzados

Y guarden reverentes, los campos desolados

¡El eco moribundo del último león!

La Cristiada está llena de emotivas hazañas de personajes como Victoriano Ramírez apodado “El Catorce”, Dionisio Ochoa y los Cristeros del Volcán de Colima, Lauro Rocha, El Padre Vega, Miguel Gómez Loza y la valiosísima participación de la mujer ejemplificadas en las Brigadas Santa Juana de Arco, pero esa, esa podrá ser otra historia.

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