Por Daniel Aceves Rodríguez
De la pluma e inspiración del gran bardo nayarita Amado Nervo son algunos de los siguientes renglones dedicados a los seis cadetes que ofrendaron su vida un 13 de septiembre de 1847.
Como renuevos cuyos aliños
Un viento helado marchita en flor
Así cayeron los héroes niños
Ante las balas del invasor
Fugaz como un sueño, el plazo
Fue, de su infancia ideal;
Más los durmió en su regazo
La Gloria, madre inmortal
Pronto la Patria querida
Sus vidas necesitaron
Y uno tras otro la vida
Sonriendo le entregó…
Como fiel homenaje podemos observar que cercano a uno de los accesos al Bosque de Chapultepec en la primera sección se erige en forma majestuosa un bello monumento formado por seis columnas que en su parte superior contiene águilas y se rematan con llamas de fuego, tres columnas a cada lado que simbolizan a cada uno de los Niños Héroes: Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Juan Escutia y Vicente Suárez, en el centro una escultura de mármol por demás impresionante en su lenguaje no verbal, se observa a la Madre Patria sosteniendo en sus brazos el cuerpo inerte de un cadete que deja ver en su rostro exánime los rasgos de una juventud en ciernes cuya vida ha sido cortada de tajo; por otro lado la imagen de pie de otro cadete en una posición de gallardía y defensa adoptando y expresando la prontitud de espíritu para defender su causa; este es el llamado Altar de la Patria donde reposan los restos de estos seis héroes nacionales que son un paradigma de heroísmo, epónimo para todo acto que rebosa en la entrega a uno de los máximos ideales por las que se puede ofrendar la vida: El amor a la Patria.
Oteando un poco más en esta imponente estructura podemos también encontrar que junto a los restos de los seis cadetes reposan ahí en una urna de cristal y plata las cenizas del Coronel Felipe Santiago Xicoténcatl cabeza del H. Batallón de San Blas a quienes se encomendó un día antes reforzar el Castillo de Chapultepec dado el inminente ataque de las tropas enemigas, y que llegado el momento combatió con denuedo y contumaz heroísmo en esta desigual batalla.
¿Pero quién es este Coronel (grado dado post-mortem) cuyos restos reposan en el Altar a la Patria y que en las ceremonias del 13 de septiembre no es tan recordado? Y que cuando se menciona normalmente se le confunde con el guerrero también tlaxcalteca, nacido en Tizatlán que fue decisivo en las lucha de la conquista primero combatiendo a los españoles y luego uniéndose a ellos en la estrategia de Cortés para vencer a los aztecas en 1521; y por otro lado por una de las acciones que participa pareciese que emula o suplanta lo hecho por Juan Escutia, pero son dos hechos por demás plausibles ocurridos en la misma gesta de ingente heroísmo teniendo como sudario el lábaro patrio.
Pues bien Felipe Santiago Xicoténcatl Corona, militar tlaxcalteca de exitosa carrera habiendo luchado y herido en la Batalla de la Angostura durante la invasión estadounidense fue nombrado jefe del Batallón Activo Guardacostas de San Blas, cuerpo de infantería fundado en agosto de 1823 en San Blas Nayarit noble institución que durante esa Guerra de 1847 recibió la ordenanza para que en defensa de la Patria se enfrentara al enemigo en la batalla de Cerro Gordo y finalmente en la gloriosa Batalla de Chapultepec interviniendo con cerca de 400 hombres, pereciendo en ella en forma por demás valiente casi la totalidad de sus militares incluyendo a su jefe dejando con ello un sello ejemplar.
En la risueña colina
Del Bosque, uno de otro en pos
Cayeron, con la divina
Majestad de un joven Dios
¿Quién después de tan pía
Oblación contar oyó
A la Patria negaría
La sangre que ella le dio?
Al iniciar la batalla ese 13 de septiembre, ante un rival mayor que superaba en número, pertrechos, armas, pero sobre todo en odio y una vesania ambición, las tropas del H. Batallón junto a los demás defensores dieron un ejemplar combate, desafortunadamente ante tal desigualdad de fuerzas el Batallón empieza a ser diezmado, en un momento el abanderado cae bajo las balas extranjeras, es ahí cuando abriéndose paso Xicoténcatl corre entre la lluvia de fuego a tomar la bandera, es herido pero no cede en su intento, logra su objetivo poniéndose en pie junto a tan digno lábaro, incitando a sus hombres a la lucha, es tal su empeño que parece que el enemigo retrocede ante la bravura de los mexicanos, la fuerza contraria es tenaz y es abatido por una lluvia de balas, cayendo envuelto en la hermosa bandera de este Heroico Batallón.
Sus hombres lo resguardan y lo llevan a la capilla del Castillo de Chapultepec donde aún arengando a sus militares a luchar por la Patria exhala su último aliento casi al mismo momento en que su tropa también es derrotada, permitiendo así a las botas enemigas avanzar profanando nuestro suelo y haciendo ondear la bandera de las barras y las estrellas, en el lugar donde antes erguida con orgullo estaba aquella que ahora envolvía el cuerpo inerme de Juan Escutia.
Se dice que los restos de este insigne patriota se mantuvieron envueltos en este Bandera, inhumados en la misma capilla de Chapultepec, de ahí trasladados en diferentes etapas a dos panteones hasta que en 1947 son llevados al Altar de la Patria junto a los ejemplares Niños Héroes.
Niñez que hallaste un calvario
De la vida en el albor
Que te sirva de sudario
La bandera tricolor
Y que canten tus hazañas
El cóndor de las montañas
Y las ondas del mar…
Por cierto que en esta memorable batalla fue hecho prisionero un personaje “un niño héroe” olvidado que llegó a ser el más joven de los Presidentes de México, el llamado “joven macabeo”, pero esta, esta será otra historia.