Por Daniel Aceves Rodríguez
Se dice claramente que la Historia es escrita por los vencedores, así que la voz de los vencidos realmente es opacada por el furor de la victoria y por los ecos de las loas y palmas que se llevan aquellos que logran situarse en el pedestal de la gloria coronada por las guirnaldas y laureles que rebosan las páginas de la mayor parte de textos y crónicas. Importantes son las obras como la escrita por Otto Skorzeny destacado militar quién fraguó y llevó a cabo el rescate del Duce Benito Mussolini de la inmensa cordillera del Gran Sasso donde había sido secuestrado, en su libro “Luchamos y Perdimos” nos da a conocer importantes puntos de vista sobre las causas de la derrota del Eje a manos de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, a esta obra se unen otras del autor como “Vive Peligrosamente” o “Misiones Secretas” que son un verdadero deleite en la serie de datos y vivencias expresadas por un bando perdedor.
Pero volviendo a nuestra serie, hoy hablaremos de dos personajes del Siglo XIX situados uno dentro de la Guerra de Independencia y el otro en la Guerra de Reforma; ambos formando parte del lado finalmente perdedor, ninguno de ellos figurará en las listas de próceres a los cuales se les devele un busto o se le dé el nombre a una calle, ciudad o escuela, dos personajes que se distinguieron definitivamente por su genio militar, temeridad y estrategia pero también por su crueldad, sanguinarismo y severidad con que combatieron al bando rival, dos personajes decimonónicos que en su haber hay victorias bélicas importantes y bajo su responsabilidad la muerte de héroes como Miguel Hidalgo, José María Morelos en un caso o Santos Degollado y Melchor Ocampo en el otro; dos hombres que a pesar de vivir la mayor parte de su vida en un campo de batalla de esta Patria murieron fuera de México de manera no violenta uno condecorado por el Rey Fernando VII y el otro indultado por el Gobierno de Porfirio Díaz (uno de sus anteriores rivales), me refiero a Félix María Calleja el militar de mayor prestigio y el virrey más represivo y al General Leonardo Márquez Araujo “El tigre de Tacubaya” de los que damos paso a su reseña.
Félix María Calleja: “La principal espada del virreinato” habiéndose destacado como militar llegó procedente de España en 1789 formando parte de la comitiva del Conde de Revillagigedo, en 1810 con el levantamiento de Hidalgo y los Insurgentes, el Virrey de ese entonces Francisco Javier Venegas le ordenó formar las primeras milicias realistas en defensa de la Corona, uniéndosele a en los que a la postre serían destacados personajes como Anastasio Bustamante, Manuel Gómez Pedraza, Agustín de Iturbide entre otros; persiguiendo de una manera incesante a las huestes de la rebelión, quedando en su haber una de las decisivas batallas como lo fue la de Puente de Calderón donde los insurgentes resultaron prácticamente diezmados en número y ánimo decidiendo huir hacia el Norte donde las tropas de Calleja los apresaron en Acatita de Baján, el resultado lo conocemos y la muestra de ello son las cabezas de los dirigentes en cada esquina de la Alhóndiga de Granaditas.
Sus triunfos militares lo catapultaron a ser nombrado Virrey de la Nueva España de 1813 a 1816 período convulso donde uno de sus objetivos fue combatir con toda fuerza al caudillo José María Morelos, al cual finalmente capturó el 5 de noviembre de 1815 y mandado fusilar en diciembre de ese año, no sin antes haber eliminado a los dos brazos principales del Siervo de la Nación: Mariano Matamoros y Hermenegildo Galeana. En 1816 regresa a España donde es condecorado por sus servicios a la Corona con las cruces de Isabel la Católica y San Hermenegildo y nombrado Conde de Calderón por su valioso triunfo en la batalla del mismo nombre; habiendo sido el más férreo persecutor de los insurgentes muere en 1824 a los 74 años.
Leonardo Márquez: “ El tigre de Tacubaya” polémico y amante de la guerra, en 1830 a los 10 años de edad se alistó en el ejército a la sombra y ejemplo de su padre, primero se incorporó a las fuerzas que combatieron la insurrección en Texas pero por su edad en ese momento no tuvo participación en el frente de batalla, no fue sino hasta la Intervención norteamericana en 1847 donde se le ve combatiendo especialmente en la Batalla de la Angostura (22 de febrero) posteriormente se le ve al lado del General Santa Anna enfrentándose a Juan Álvarez Ignacio Comonfort que encabezaban la Revolución de Ayutla, posterior a un exilio regresa en 1858 a unirse a las fuerzas de Félix Zuloaga que enarbolaba el Plan de Tacubaya, lo que a la postre desencadeno la Guerra de los Tres Años o Guerra de Reforma donde militó del lado conservador; un acontecimiento le marcará, al darse la muerte de Luis G. Osollo espada principal de los conservadores, Leonardo Márquez fue nombrado segundo en jefe solo por debajo de Miramón; por sus triunfos y logros militares se le nombro gobernador y comandante de Jalisco.
Fue en 1859 cuando fue llamado a defender la capital del asedio de los liberales encabezados por Santos Degollado al cual venció apabullantemente, en esta batalla las crónicas marcan una masacre de 52 prisioneros que mandó fusilar, esta victoria no solo lo ascendió a General, también le valió por su saña desmedida el apodo ya mencionado del Tigre de Tacubaya. En 1861 ante el triunfo de los liberales y la llegada al poder de Benito Juárez, varios oficiales conservadores quedaron diseminados y en pie de lucha, uno de ellos Leonardo Márquez que al ser mandado perseguir por las principales tropas juaristas generó la muerte de dos importantes miembros del equipo de Benito Juárez: Melchor Ocampo y Santos Degollado así como la de Leandro Valle el gran amigo de su jefe Miguel Miramón. A la llegada de Maximiliano y con ello el Segundo Imperio, Márquez ofrece sus servicios al Emperador quien al principio lo envía como diplomático a Constantinopla y ya al retirarle el apoyo Napoleón III regresa en 1866 para organizar el ejército mexicano imperial siendo nombrado Jefe del Estado Mayor del Imperio; no le alcanza para mucho traslada la capital a Querétaro, es vencido por Porfirio Díaz en la célebre batalla del 2 de abril, para ser vencidos definitivamente el 15 de mayo de 1867.
No fue apresado ni fusilado junto a Miramón, Mejía y Maximiliano, hábilmente escapo y permaneció oculto un tiempo para después huir vestido de arriero a la Habana Cuba, en 1895 su anterior rival Porfirio Díaz ya siendo presidente le concedió el indulto, regresó pero al poco tiempo volvió a Cuba, habiendo sido el más implacable persecutor de liberales muere en 1913 a la edad de 93 años.
Por cierto el Virrey que sustituyo a Calleja, Juan Ruiz de Apodaca fue condecorado también por sus méritos bélicos con el título del Conde del Venadito (que causaba hilaridad al mencionarse) pero esa, esa será otra historia.